Elwira: ¿Díganme que he hecho de malo para que los tres se comporten tan desconsiderados conmigo?
Said: Madre... ¿Por qué dices eso?
Elwira: ¿Qué se han creído? ¿Qué no tienen obligación de contarme nada solo porque ya han crecido? —Dijo echando lágrimas— ¿Vas a casarte Alexander Haggard y no tuviste la decencia de contármelo?
Alex: ¡Mein Gott! Madre, si te lo iba a contar.
Elwira: ¿Cuándo? ¿5 minutos antes, al borde del altar como lo hizo Najib?
Najib: Yo no te lo conté 5 minutos antes, mad...
Elwira: Tú no hables —Irrumpió ella—
Alex: Te lo iba a contar el domingo pasado ¿Si? Pero por lo sucedido con Jenny ya no me dio ocasión, hubiese sido una imprudencia de mi parte. Y ayer no pude venir a hablar contigo.
Elwira: Son muy ingratos y desconsiderados los tres pero lo tuyo fue aún mucho peor —Dijo acercándose a su hijo Said—
Said: Mmm ¿Yo qué te he hecho, madre?
Elwira: Sufriste un infarto y le prohibiste a todos que no me lo contarán. Ustedes dos se atrevieron a ocultarme algo tan grave como eso —Reclamó apuntando a sus otros dos hijos—
Said: Preferí que no lo supieras porque sabía que te pondrías así como estas ahora.
Elwira: No lo puedo creer —Repitió negando con la cabeza mientras abandonaba el despacho donde los había reunido—
Najib: Ya que eres experto arreglando vidas ajenas, espero que sepas arreglar esto con nuestra madre.
Alex: Ja.
Said: ¿Y ustedes qué?
Alex: Nosotros obedecimos tus órdenes, cosa que no debimos, pero lo hicimos.
Él se marchó del lugar y fue a buscar a su madre quien había ido a preparar sus cosas con intención de marcharse de regreso a Berlín.
— No tienes que hacer esto, madre.
— Ya no quiero estar aquí, bajo el mismo techo de un hijo que piensa que su vida no me importa en lo absoluto.
— Yo no pienso eso.
— Lo has pensado siempre y lo he visto cientos de veces en tu mirada. De todos modos no puedo culparte, lo único que deseo con toda mi alma es que el causante de que seas así este pudriéndose en el infierno.
— No quiero que te vayas, madre —Suplicó enredando la entre sus brazos— ¡Quédate!
— Tú y tu hermano siempre serán mis bebes así tengan 40 o 50 años. Así los sueño todo el tiempo, tú sabes que los hubiese llevado conmigo cuando estaban pequeñitos y más necesitaban de mí. Sabes que me hubiese quedado en Líbano y aguantarlo todo por ti y por tu hermano.
— Lo sé.
— Yo te amo Said y me importas más de lo que te imaginas —Le dijo entre llantos— Quiero que me cuentes todo, hijo y no te atrevas a mentirme o a esquivar mis preguntas. ¿Por qué volviste a Líbano? ¿Qué sucedió? Tengo todo el tiempo del mundo para oírte.
— Él nos estaba buscando, a los tres y se encontraba muy cerca, madre. Ofrecía mucho dinero y muchos detectives se habían lanzado a la búsqueda como una cacería. Yo no quería que tú y mi hermano fueran rastreados ni mucho menos Paula y mi hija. Mi padre solo me quería a mí de regreso y le di ese gusto con tal que dejara de buscarlos. Fui todo lo que quiso, hice todo lo que quiso y cuando al fin se vio satisfecho, acabó nombrándome heredero de todo, como siempre soñó.
— ¿Entonces él sí está muerto?
— Mi padre no está muerto —Contestó dejándola completamente palidecida— pero no te asustes. Él jamás te hará daño nuevamente.
— ¿Dónde está entonces? ¿Cómo fue que te heredó todo sin haber muerto?
— Lo encerré en un manicomio en Sri-Lanka, está donde debe —Sonrió levemente— Yo solo usé todas la mañas que me ha enseñado para embaucarlo y ponerlo en su verdadero sitio como una rata.
— Si Saqqad no está muerto entonces debería estar preso, hijo ¿Por qué no lo entregas a la policía y acabas con todo esto de una vez?
— No puedo hacer eso.
— ¿Por qué no puedes hacer eso?
— Por qué no. Yo no solo heredé toda su fortuna, también heredé sus enemigos esparcidos por todo el mediterráneo, personas de organizaciones clandestinas, policías, espías, gente muy mala. Si entrego a mi padre, yo caería con él porque pese a haber intentado frenar todos los negocios ilícitos, no fue posible. Aún estoy vinculado al contrabando de joyas y salir de eso sería tanto como pegarme un tiro.
— Mi amor tú no puedes condenarte de esta manera, debe haber una salida.
— Yo ya estoy condenado y no hay solución.
Él nuevamente se aferró a su madre y por primera vez en muchos años volvió a rendirse ante el llanto entre los brazos de ella como cuando huyeron de Líbano alguna vez en un barco mercante.
— Sé que tú quieres proteger a toda tu familia, quieres protegerme a mí pero yo soy tú madre y también puedo protegerte. Mientras tenga las fuerzas suficientes, lo haré mi amor pero no quiero que vuelvas a ocultarme nada, quiero que confíes en mí y que me cuentes todo ¿De acuerdo?
— ¿No vas a dejarme?