Luego de la magnífica boda de Anna Wieber, me detuve a pensar frente al espejo que quizás estaba destinada a ser su sombra en todos los sentidos, no sólo en el Ballet como ha parecido siempre. ¿Recordarían más su boda que la mía? De acuerdo, sé que me he puesto a pensar en ese tipo de tonterías para dejar pasar quizás las ansias y los nervios de mi gran momento. Aun así, no dejaba de tener sentido.
— Te ves hermosa mi princesa, pero —Matizó observándome a través del espejo, dibujando su esporádica y tierna sonrisa— te falta algo.
— ¿Qué dices? ¿Qué me falta, padre? —Pregunté observándome detalladamente—
Él colocó una caja blanca sobre la repisa y extrajo de ella, una tiara y no cualquier tiara como las bisuterías que utilice en varias ocasiones para ciertos actos del Ballet. Aquella era una auténtica tiara diadema de plata con gemas y diamantes, aislado sobre fondo negro.
— Una princesa debe lucir su corona.
¿Qué si me pregunté qué tan costoso pudiera ser aquel obsequio? Desde luego que lo hice pero hacía mucho tiempo que mi fracasado roll de detective había quedado dormido y el día de mi boda no era para nada una ocasión propicia de que despertara. Con mucho cuidado, mi padre me colocó la tiara sobre mi cabeza y una vez sujetada perfectamente en su sitio, me observó nuevamente por un par de segundos.
— ¿Te gusta?
— ¡Mucho, padre! Nunca he tenido sobre la cabeza una tiara de verdad —Contesté emocionada—
Ya estaba lista para partir rumbo a la Iglesia parroquial St. Bartholomäus, una de las más bonitas del Distrito de Ortenau, situada en la comunidad de Wolfach. Era pequeña pero muy hermosa y tenía todo lo que Michael y yo necesitábamos para casarnos y lo más importante, cupieron todas las personas a las cuales habíamos invitado. Mi familia, su familia, mis amigos y los suyos.
Fui en el coche acompañado de mis padres, siendo los últimos en llegar hasta el sitio.
Paula: ¡Te ves tan hermosa, cielo! Bueno... Siempre lo has sido.
Gina: Danke, mommy.
Paula: ¿Estas lista?
Gina: Desde hace tiempo —Sonreí—
Paula: ¿Y tú, Said?
Said: Mmm...
Gina: Padre, esa no es una buena respuesta.
Said: No voy a interrumpir tu boda si eso es lo que temes, mi princesa.
Paula: Desde luego que no harás eso, únicamente entregarás a tu hija en el altar y vendrás a sentarte junto a mí —Recalcó—
No dudé un solo instante en que mi padre se había arrepentido en algún punto de nuestro trayecto rumbo a la iglesia. Su aspecto lo decía todo pero ya no había marcha atrás y así me entregara contra toda su voluntad, no quebraría bajo ningún motivo la promesa que me hizo.
Subimos las largas escaleras que poseía la Iglesia St. Bartholomäus y llegamos finalmente hasta la entrada donde se encontraban dos guardias de los tantos esparcidos por los alrededores.
Gina: ¿Padre, porque pusiste justo a este en la entrada? —Pregunté refiriéndome a aquel insolente llamado Dabir—
Dabir: Me puso aquí por si se arrepiente y me pide sacarte de allí adentro.
Gina: ¡Padre!
Said: Eso no es cierto —Aseguró en el momento exacto en que se abrían las puertas— no pasará.
Los primeros en aparecer ante mis ojos fueron los ya habituales pequeños cortejos, Philipp, Tim y Bella quienes ya me aguardaban con mucha inquietud.
Bella: Hermanita mayor, estás muy pero muy bonita.
Gina: Gracias mi pequeña intrusita —Dije apretando sus cachetes— Tú también estás muy bonita, pero no más que yo —Bromeé—
Tim: Llevaremos la larga Cola de tu vestido.
Philipp: Su vestido no tiene larga cola como el de Anna.
Nadine: Niños, pónganse aquí —Pidió ubicándolos mientras ya me disponía a caminar hasta el altar sujeta al brazo de mi padre, donde mi bello y guapo novio ya aguardaba por mí. El interior de la iglesia parecía haber quedado pequeño finalmente o es que sólo era quizás producto de una visión engañosa por los nervios que sentía.
Mis amigos de Canadá, mis amigos de Bochum, Essen, Düsseldorf, mi gran familia. A todos los veía pero sin poder observarlos conforme mi distancia con Michael disminuía con cada paso al son de la marcha nupcial "Sueños de una noche de verano" (Félix Mendelssohn)
Antes que mi padre me soltara la mano para que Michael la sujetara, quise recordarle con un beso y un abrazo cuanto lo amaba y agradecerle con mi corazón por haberse metido a los bolsillos todos sus impulsos de padre celoso, terco, gruñón y egoísta.
Por fin me encontraba frente al altar junto a mi futuro esposo. Aquel chico con la pajarita perfectamente puesta que me recordó de inmediato al niño que fue un día, el mismo que planeó conmigo nuestra futura boda en otra boda.
— Estás hermosa, mi futura esposa.
— Y tú estás muy guapo, mi futuro esposo.
El sacerdote dio inicio a la solemne ceremonia.
— Esposa y Esposo, ¿Venís a contraer matrimonio, libre y voluntariamente?