— Has estado muy callada, esposa hermosa y eso no es normal.
— Esposo, he descubierto finalmente aquello que alguna vez deseamos tanto, saber.
— ¿Qué descubriste? —Preguntó mientras yo le entregaba el papelito donde había apuntado aquellos nombres—
— Esos nombres pertenecen a mi padre y a mi tío Najib.
— ¡Claro! —Exclamó cayendo en cuenta— Por eso tu abuela había gritado este nombre, Yasâr ¿Pero porque cambiaron sus nombres? ¿De dónde sacaste esto, mi amor?
— Mi padre no aseguró con llave su despacho y lo descubrí de pura casualidad. Estos nombres estaban escritos detrás de una foto de mi abue con sus hijitos bebés pero no sé por qué cambiaron sus nombres.
— ¿Crees en las cosas que dicen los medios sobre tu padre?
— Más que nunca, Michael. De todos modos quisiera que él me contará toda su historia —Dije con un enorme suspiro— Los medios siempre exageran y especulan de más.
— Tu tío ya nos había contado que mi suegro heredó todo lo que pertenecía a su padre por lo tanto esa parte de la que hablan los medios, si es verdad.
No quería retomar mí gira con el Balletthaus sin antes hablar con mi padre pero aquel día de su regreso no pude hacerlo y es que tampoco iba a atosigarlo, acabando de llegar. Además mi madre y mi abuela Elwira lo tenían cuidado como si fuera a quebrarse ante a mínima situación, por lo tanto decidí volver a Byfang al día siguiente.
— Estaré fuera dos semanas, luego el elenco y yo tomaremos el receso por Navidad y Año nuevo —Le dije en lo que él quedaba pensativo— ¿Qué sucede?
— Nada, mi princesa.
— ¿Nada? ¿En qué pensabas, papá?
— En que pasarás Navidad en tu nueva casa. Es todo —Contestó mientras ingería el te caliente que yo misma le había preparado—
— Pues sí, Michael y yo debemos celebrar nuestra primera Navidad en nuestra propia casa y con Frufrú.
— Mmm.
— ¿Padre, quien es Yasâr? —Pregunté sin más rodeos—
No se inmutó siquiera a mi pregunta, no respiró profundo, no parpadeó y no es que me resultara extraño aquella frialdad de su parte. Mi padre era así en realidad aunque en los últimos tiempos nos habíamos acostumbrado a verlo como un hombre más sereno y entregado en afectos a las personas de su familia.
— Yo te amaré seas quien seas, padre... Siempre —Le susurré abrazándolo desde atrás—
— Tú no amarías a Yasâr, tu madre mucho menos lo haría. Nadie lo amaría porque no es una buena persona ¿Recuerdas cuando un día me dijiste que yo era muy malo por llevarte a Canadá? Creo que fue la primera vez en toda mi vida que temí perderte si un día supieras quien era yo en verdad.
— No puedo decirte que hubiese pensado yo en aquella época. Era una niña y tenía mucho coraje adentro de mí pero no voy a odiarte ahora, padre, no voy a juzgarte y mucho menos temerte. ¿Por qué no me cuentas todo? Tengo un día entero solo para ti.
Largos años de espera finalmente llegaron a su fin y supe toda la verdad sobre mi padre. El corazón se me había oprimido de un modo sofocante y comprendí la razón del porque el suyo había enfermado tanto.
Un niño que nunca fue niño, uno que fue separado de su madre, que nunca conoció de amores y afectos, uno que creció rodeado le lujos, poder y ambición. Un chico que aprendió a usar armas cuando apenas debía jugar al balón o a las canicas, uno que tuvo que matar personas a sus 14 años para salvar a su pequeño hermano y huir con su madre, en busca sueños hermosos en lugar de pesadillas.
Una historia que continuó más allá de lo impensado, donde mi padre fue prisionero de su propio destino y lo seguía siendo hasta el mismo momento que conversaba conmigo. Todo estuvo claro entonces, desde sus cuidados extremos, su posesividad, sus arrebatos, su manera tan fría de ser, los guardias para toda la familia, las ostentosidades, sus viajes misteriosos, sus menciones sobre Oriente y su gran afán de querer acomodar la vida de todos a su manera con tal de protegernos siempre.
Me pesó el alma y lamenté sin consuelo no haberlo podido comprender mucho antes y sentí miedo, no hacia él sino a lo que pudiera sucederle como consecuencia a los hechos que cometió. Ese temor me atormentaba desde aquella pesadilla que tuve y se acrecentó aún más al enterarme de todo, entre otras cosas, de que tuvo que convertirse en asesino cuando apenas era un adolescente.
— Te amo mucho, padre y eso no cambiará jamás —Dije besando sus mejillas— Gracias por contármelo y confiar en mí. Yo solo necesitaba oír todo esto de ti mismo.
— Hay ciertas cosas que no le he contado a tu madre. No es la haya mentido, solo no quería que me mirara distinto o que me tuviera miedo porque yo nunca la hubiese hecho daño —Aseguró con los ojos humedecidos—
— Lo que sabe sobre ti es sufriente y no te preocupes por nada que mi madre te adora con toda su alma —Le susurré— Y no te preocupes por la Navidad que vendremos aquí a la mañana siguiente —Sonreí intentado animarlo un poco—
— Tú puedes invitarnos a tu casa ¿O es que no quieres?
- ¡Oye! ¿Cómo puedes decir que no quiero? ¿De verdad querrán pasar Navidad en mi casa con Michael?