VERANO DE 2006 (OBERWOLFACH)
Nuevos sueños cumplidos tocaron las puertas de nuestro cielo de verano y todo comenzó con el FIFA Fußball-Weltmeisterschaft Deutschland 2006 (Copa Mundial de la FIFA Alemania 2006) que daría inicio al gran espectáculo futbolístico el 9 de junio, un día después del cumpleaños número 19 de mi adorado esposo, Michael.
En aquella ocasión ningún regalo de ningún miembro de la familia, hubiese superado al que obtuvo en los días previos y el mismo día. Michael fue convocado para formar parte de la Selección Alemana de fútbol (Deutsche Fußballnationalmannschaft) convirtiéndose así en el jugador más joven del plantel para dicha gran competición.
Debido a su convocatoria en la plantilla oficial y a que se encontraba concentrado con todo el equipo, Michael celebró su cumpleaños de un modo más que especial junto con sus compañeros de la Selección y a un día de su debut en la Copa del Mundo ante la Selección de Costa-Rica en la ciudad de München.
Emil Bannenberg y yo acabábamos de llegar de París luego de nuestras presentaciones como invitados de la Compañía Nacional cuando Michael quedó internado para las preparaciones físicas y ya se encontraba metido de lleno en los últimos juegos amistosos.
Eran vacaciones y desde luego yo tenía planeado asistir a cada uno de los juegos de la Selección para acompañar a mi esposo como una fiel espectadora. En Alemania todo era fiesta, en cada estado se palpitaba aquel acontecimiento y por supuesto también en Baden-Württemberg pues en el Estadio Gottlieb Daimler, de Stuttgart, se llevarían a cabo varios partidos.
En lo que Michael permanecía concentrado, fui con toda la familia por un par de días a Oberwolfach. Estar allí sin él no era lo mismo pero no ir allá en verano tampoco lo era, entonces fui y permanecí una semana, antes de viajar a München para el primer partido.
Anna Wieber no era amante de la casa de campo y sitios como los de Oberwolfach pero a mi tío Alexander le gustaba mucho allí, razón por la cual la convenció de permanecer en ese lugar y conocer más a profundidad Baden-Württemberg y sus bellos atractivos hasta el día de su cumpleaños.
— Mi padre me prometió que vendría, hoy es mi cumpleaños y no está aquí —Dijo entristecida recostándose sobre el pecho de su esposo— No lo he visto desde hace semanas.
— Te prometió que vendría, mi amor. Quizás esté en camino, Baden-Württemberg queda bastante retirado de todo.
— Eso espero.
Ambos se encontraban en ese instante pasando un mediodía de picnic sobre una de las colinas, donde la vista se hacía inmensa y reinaba el silencio y una paz absoluta hasta que una voz comenzó a gritar el nombre de Anna una y otra vez, avasallando toda la armonía entonces ella volteó a ver quién la llamaba de esa manera.
— Annaaaaaa...
Los rayos del sol no la dejaban ver con claridad, se cubrió un poco de ellos con las manos y observó nuevamente. Era un niño y detrás, un poco más alejados, vio a su padre en compañía de su madrastra, Martha.
Pudo creer muchas cosas en aquel instante, creer incluso que se trataba de algún raro sueño ¿Pero cómo? No puede ser esto un sueño —Pensó volteando a ver a su esposo—
— Anna, soy yo ¿Ya me olvidaste? —Preguntó abrazándola con un afecto estremecedor—
El corazón se le había acelerado pues aquel abrazo ella no lo hubiese olvidado nunca por nada en el mundo. Sí, era él. Su pequeño hermano Louis y había regresado, se encontraba allí hecho todo un pequeño hombrecito, prendida a su humanidad.
— ¿Eres tú, Louis? —Preguntó ya entre inminentes lágrimas, palpando con sus manos el pelo, el rostro y los brazos del niño— ¿Eres tú en verdad?
— Soy yo, Anna... Yo nunca te olvidé, nunca.
— Mi pequeño... eres tú, mi amor. Mi hermanito, eres tú.
Fundidos en un abrazo sin fin, suplicaba en su mente que aquello no se tratara de ningún sueño y si lo fuera, que por favor no despertara.
Su esposo se acercó a ambos para ser partícipe de aquel reencuentro y verla a ella sumida en la más grande felicidad.
Anna: Es mi hermano, Alex. Mi hermanito está de regreso conmigo. Dime por favor que no estoy soñando —Suplicó entre llantos—
Alex: Te prometo que no es un sueño, mi amor.
Louis: No estás soñando, hermanita. Ya nunca soltaré tu mano, nunca nos vamos a separar otra vez.