Un ciclo más había culminado para Michael y el verano anterior de 2011 firmó un contrato de tres temporadas con el equipo de la capital Inglesa. Las cosas siempre le resultaron muy positivas, mi adorado esposo tenía una carrera brillante y no existían motivos para reprocharle nada a la vida.
De todos modos aquel verano de 2012 no podía evitar su tristeza de tanto en tanto al recordar que había quedado fuera de la UEFA EURO 2012, debido a una lesión en el tobillo izquierdo que lo mantendría encallado con ortesis walker por unas cuantas semanas.
— ¿Qué fue lo que te sucedió? —Le preguntó mi padre a Michael observándolo de pies a cabeza—
— Me lesioné, suegro.
— No me refiero a tu pata ¿Por qué traes la cabeza de ese color? Mírate, y ya pareces un jeroglífico andante con toda esa piel pintada.
— Los jeroglíficos representan el arte y la forma de vida de civilizaciones antiguas. Si me dice que ya parezco un jeroglífico andante, déjeme decirle que me siento alagado —Sonrió—
Michael siempre decía cosas que le sacaban chispas a mi padre y es que ese par nunca se llevó bien del todo pero ambos aprendieron a convivir cerca uno de otro y eso era lo único que importaba por el bien de mi paz emocional.
A finales del 2011, durante mi receso por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, mi esposo y yo tuvimos una falla con los anticonceptivos y quedé embarazada. A mediados de enero volví a Los Ángeles y un par de meses más tarde, luego de una de mis presentaciones, tuve una descompensación que se suponía, debía tratarse únicamente de fatiga o de un cuadro anémico pero en realidad estaba embarazada de casi 8 semanas y era una obligación hacer un alto absoluto a todas mis actividades de Ballet.
Me encontraba a escasos meses de culminar mi contrato con la compañía de Ballet de Los Ángeles y deseaba acabarlo de la mejor manera posible pero debido a aquel redondo desliz, no pude hacerlo. El LABC, anunció el fin anticipado de mi ciclo en dicho lugar, por mi condición y de ese modo, llegando a buenos términos, mis últimos meses de contrato fueron anulados dejando abierta la posibilidad de retornar, en tiempos posteriores.
Para mí fortuna, tuve un camino exitoso en Los Ángeles. Recolecté innumerables buenos momentos, aplausos, reconocimientos y todo lo que siempre conllevaba estar sobre los escenarios. También tuve momentos incómodos como cuando Stalin Köhl y yo nos reencontramos y tuvimos que compartir escenario en un par de ocasiones.
La incomodidad no provino de mi parte ni del suyo desde luego pues ambos éramos profesionales y nos comportábamos como tal en todo momento. El problema fue Michael quien al enterarse que Stalin y yo formaríamos parte de una gira, juntos, se envolvió en celos absurdos recordando aquel viejo beso que debía ser para Anna Wieber y acabó dándomelo a mí.
Para ese entonces de mi reencuentro con Stalin Köln, él ya era un hombre casado y poseía una bella familia, Anna Wieber había quedado muy atrás de sus recuerdos y era muy feliz con su esposa según sus propias palabras. Michael no debía tener motivos para sentir celos pero los sintió y en más de una ocasión no escatimó en explayarlos a su antojo sin ganas de comprender que bailar era nuestro trabajo y no estaba en nosotros escoger con quien subir sobre los escenarios y con quién no.
Peleamos y discutimos muchas veces a lo largo de nuestro camino pero a final de cuentas nunca pasaron a mayores y allí nos encontrábamos juntos, un verano más en nuestra querida casa de campo en Oberwolfach, con nuestro Frufrú, con nuestro bebé aún en mi vientre y con nuestras familias.
Mentiría si dijera que todo seguía del mismo modo como en aquellos días de verano de nuestra infancia pues pese al sol, a las nubes, al aire puro y fresco, a las colinas, a las florecillas de campo y a la paz infinita del lugar, nada volvió a ser nunca igual a los viejos tiempos.
Nuestra querida Brigitte enfermó y nos abandonó un triste otoño de 2010 y en nuestras memorias, quedaron todos aquellos recuerdos de cuando nos recibía cada verano con los brazos abiertos y lista para consentirnos con infinito cariño y deliciosos postres. Karl y Bianca aún permanecían con nosotros y pese a que ya se habían vuelto muy mayores y mostraban vestigios de cansancio, todavía querían hacerse cargo de la granja pues decían que los últimos trayectos de sus vidas no tendrían sentido si abandonaban a sus animalitos y dejaban aquellos trabajos que formaron siempre parte de ellos mismos.
Nuevas generaciones pisaron Oberwolfach, pero ninguna la valoró tanto como nosotros los de la vieja generación y con el tiempo la familia se redujo debido a nuestros innumerables conflictos. La familia Günter tomó su propio camino en los últimos veranos y no es que yo me hubiese peleado con papo Norbert y mamá Judith pero las cosas cambiaron desde que Madeleine apareció en nuestras vidas y entablé una demanda contra aquella insignificante bicha por difamación y calumnia y la gané, dejándola aún más arruinada y parásita de lo que ya era.
Mi hermano Mateo, enceguecido por su amor, se mantuvo junto a ella, manipulado como un títere y esa era la razón por la cual pasarían el segundo verano, lejos de nosotros por llevar a su familia en sus propias vacaciones a Ibiza-España.
August era un punto aparte siempre. Él había hecho su propia familia con mi amiga Grace y se encontraban radicados en América del Norte aunque en los últimos meses manejaban la posibilidad de mudarse a Europa pues Dabir Kazim, quien había ascendido al cargo de Gerente General de Las Navieras Hasnan, le ofreció a mi hermano su antiguo puesto de Gerente Comercial y de aceptarlo, debía radicarse en Grecia.