Oberwolfach "Sueños de Verano"

SUEÑOS MALOS Y BUENOS 2/2

HOSPITAL BAABDA (LÍBANO) UN PAR DE DÍAS DESPUÉS

— Pensé que no ibas a despertar nunca —Dijo besando su frente—

— Mi hermano. Te ves feliz.

— Lo estoy porqué despertaste —Sonrió—

— Esta vez me salvaste tú a mí. No quería morir sin volver a ver a mis hijas. Gracias hermano —Dijo apretando su mano—

— Lo sé y pronto las verás. Es más, Gina ya está en camino.

Un miércoles 3 de julio, ni bien recibí noticias de mi padre, tomé el primer vuelo disponible a Líbano y a un poco más de 4 horas ya me encontraba allí. Su condición no era nada alentador y a diferencia de otras veces en las que había logrado recuperarse, esta vez ya no quería hacerlo, ya no poseía fuerzas ni motivos y ese corazón que cargaba en su pecho, estaba desecho.

Verlo rendido y oírlo resignado, expresaban sentimientos de egoísmo. ¿Pero cómo reclamarle alguna cosa? ¿Cómo reprocharle el hecho de no pensar en sus hijas, en su familia? Si por hacerlo toda su vida y cargar un peso tan grande sobre sus espaldas, acabó dejándolo en esas condiciones.

Nadie tenía derecho a reclamarle nada ni mucho menos reprocharle sus errores y defectos. Todo lo que debíamos hacer por él era permanecer a su lado y llenarlo de infinitos afectos hasta su último suspiro.

— Mi hermosa bebé... Te extrañé tanto.

— Y yo a ti, papá. Aún no sé cómo resistí todo este tiempo sin saber de ti.

— Mi hermosa Paula, mi ángel me salvará del infierno. Ella está llamándome. ¿Me llevas a ese lugar bonito que tanto te gusta? Paula odia los hospitales y no vendrá aquí por mí.

— Claro que te llevaré, papá. Te llevaré y te cuidaré mucho. Te prometo que serás el hombre más consentido de todo Oberwolfach.

Intenté ser fuerte, engañarme a mí misma cuando en realidad me desplomaba a cada segundo por dentro. No quería perderlo, quería que las Hadas madrinas se acordaran de mi existencia y aparecieran para concederme el deseo de curar el alma y el corazón de mi padre. Quería que mi madre estuviera viva y que todos estuviéramos felices en la casa de campo, disfrutando de otro verano Quería cosas imposibles y mi corazón no se resignaba.

CASA DE TEBNA

— Elwira no me lo creería pero se lo que es el dolor. Conozco ese sentimiento nefasto que acaba transformando a las personas. Deseo que mi hijo encuentre para su alma, la paz que siempre ha soñado y si lo logra, espero que un día me perdone. En cuanto a ti, te recuerdo lo dicho aquel día en el velatorio de tu madre. Ojalá puedas atesorar esas palabras que fueron las únicas cosas buenas que pude ofrecerte, mi hermosa nieta.

— Supongo que lo haré porque intento ser fuerte desde hace muchos años —Le dije— ¿No desea también el perdón de su otro hijo? ¿Por qué nunca quiso a mí tío Najib?

— Husayn siempre fue el hijo perfecto que no debía ser. No para éste lugar y lo supe desde que nació y lo vi entre los brazos de su hermosa madre. Mi error fue haberlo querido transformar en un ser diferente y no lo logré

— Conozco su historia, usted fue muy cruel con él. Sepa que se perdió de un hijo maravilloso.

— Tal vez, pero aunque me arrepintiera y le pidiera perdón, jamás me perdonaría al igual que su madre. Hay ciertas cosas que no cambiarán jamás y entonces uno debe dejarlas tal y como están. Eso lo aprendí de mi hijo Husayn.

Desde que conocí al poderoso Hasnan, no sentí miedo de él, ni odio,, ni rencor. Sé que fue muy cruel con sus hijos y con mi abuela Elwira y los condujo a una vida oscura y llena de temores pero tuvo sus propias razones para cometer tantos errores en su vida del mismo modo que mi padre. El destino del apellido Hasnan fue ese, vivir y sufrir en condena de una generación a otra sin escapatoria como una llama que los consumió por dentro lentamente.

Esa fue la última vez que lo vi, pues a los pocos días de haberme llevado a mi padre de regreso a casa junto a mi tío Najib, el gran Abujamal Saqqad Hasnan acabó con su propia vida dentro de su despacho en la fría soledad de la vieja mansión de Tebna a la edad de 79 años.

OBERWOLFACH (ALEMANIA) UNA SEMANA MÁS TARDE

Llegar hasta Oberwolfach siempre era un largo camino en coche pero nunca sentí tanta dicha en vida de sostener a mi padre entre mis brazos durante todo el trayecto.

Los médicos, finalmente lo habían dejado ir, bajos estrictos cuidados y con el marcador de sus latidos adherido al pecho y entonces fuimos todos de vacaciones.




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