AZAR
Cansado de tomar decisiones, esta será mi última determinación de opciones duales, lo dejaré todo a manos del azar. Sin embargo, no es una acción de tantas simplezas, como su corta palabra de cuatro letras, lo insinúa mentirosamente.
Librar algo al azar, para un ansioso, como lo es el narrador de este argumento, es la acción más planificada de todas, donde el sujeto extra previsor de turno opta, por descuido, brindarle a la aleatoriedad su destino.
Suponiendo que el ansioso elija que su herramienta azarosa sea una moneda, porque si fuese un dado se triplicaría la teoría. Aquél platillo metálico de ínfimo valor monetario será lanzado hacia arriba, de forma vertical, haciendo, aproximadamente, veinticuatro vueltas en un medio metro de trayecto, considerando una vuelta como una rotación de ciento ochenta grados de la moneda, luego se detendrá sin frenar su giro, pero si su desplazamiento, para comenzar a descender en caída libre; generalmente caerá de un lado u otro, marcando una sentencia, y en caso de caer verticalmente, obligando al ansioso a repetir el lanzamiento, dando un resultado previamente acordado entre la neurosis del sujeto y su propia cordura.
Sin embargo, de aparecer la que llamaremos, “la primera opción del ansioso”. Entendemos que, previamente a todo este lanzamiento narrado, el sujeto tuvo que poner una pauta de cuales decisiones estaban en juego, luego eligió qué lado de la moneda pertenecerá a cada opción, y en el lapso del lanzamiento y caída de la herramienta azarosa, el consideró todas las posibilidades dentro de aquellas opciones, la pregunta “¿Qué pasa si hago esto?”, la reacción de aquella acción, la consecuencia de la misma y su actitud respecto a la situación, para que cuando la moneda haya aterrizado de forma brusca, preambulada y ruidosa, microscópicamente hablando, él ya haya tomado una decisión, que quizá sea o no la que su moneda exhibe, y en caso de no coincidir, el deberá optar si hacerle caso a su método, o guiarse por la lógica y/o el deseo, por lo que en ese momento va volver a repasar las acciones, reacciones y preocupaciones, de la posible elección a tomar, en cuestión de varios instantes que se sentirán en su piel, como pequeñas eternidades. Las opciones se bifurcaron, ahora ya no son 2; las mismas son solo limitadas por la posible creatividad del ansioso.
Esto es un problema, ya que, para tomar una decisión, tuvo que tomar ocho distintas elecciones y en caso de repetir por indeciso, doce. Tan solo por tomar una con “azar” y esquivar un supuesto conflicto de decisión.
Esto me genera una paradoja, porque yo soy muy ansioso; tanto que desarrollé todo este texto mientras elegía sobre qué iba a escribir hoy. Allí estaba, con una pierna subiendo y bajando de forma infinitesimalmente distinta cada vez con una frecuencia de doscientos cuarenta por minuto, aproximadamente, y todavía no tomé mi decisión. Yo no puedo confrontar dicha tarea. Me aparece un miedo que sobre agrava la situación a base de las posibilidades, propiamente imaginadas, cuyo síntoma, es eso que atraviesa con señales cardio-provenientes, mis ideas. Por ello ya estoy cansado de tomar decisiones, esta será mi última determinación de opciones duales, lo dejaré todo a manos del azar.
Obras.
Por Santey