Obsesión

Capítulo 4

La luz del sol invadió todo mi cuarto y me vi obligada a abrir los ojos. Mi rutina como estudiante universitaria estaba comenzando a fastidiarme. Gracias al cielo sólo me faltaba un año más para terminar mi carrera y conseguir mi título así que necesitaba esforzarme un poco más. En un mundo perfecto Fernando se retiraría de la universidad y yo podría estar tranquila, pero era obvio que eso no iba a pasar. 


Me arrastré fuera de la cama y comencé a alistarme, mi estado de ánimo estaba por el suelo. Bajé las escaleras con paso lento, pretendía ir a la cocina para hacer el desayuno, pero al llegar a la sala me llamó la atención un sobre que estaba debajo de la puerta principal.

 ¿Alguien nos había dejado un recado? Debía ser un error, los clientes de mis padres nunca se dirigían a ellos de una manera tan informal y ningún amigo mío me enviaría una nota obviando el WhatsApp. Me acerqué a investigar y abrí el sobre, era una carta escrita a máquina y tenía escrito mi nombre en mayúsculas en la parte trasera del papel. Me puse a leer y sentí escalofríos: 


Querida Kim, tengo que admitir que te he amado desde el primer momento en que te conocí, eres inteligente, precavida y apasionada, no puede haber una mujer más perfecta en el mundo que tú. Sé que tú también me correspondes, pero tienes miedo de aceptar tu amor por mí, seguramente sientes que no vas a ser correspondida y por eso actúas así, nada más lejos de la realidad. Sólo deseo que abras los ojos y puedas ver que estamos destinados a estar juntos”. 


No podía creer lo que estaba leyendo. ¿Acaso era una broma de mal gusto? Busqué algún nombre, firma o seudónimo, pero no había ningún tipo de información sobre la persona que me lo había enviado. Al parecer tenía un admirador secreto ¿Por qué tanto misterio si podía decírmelo todo de frente? 


Terminé de alistarme y caminé fuera de mi casa para tomar un taxi, unas nubes negras comenzaron a llenar el cielo y ensombrecieron todo el ambiente. Pensé que iba a llover, pero no pasó nada. Miré hacia todos lados, no había ni un solo auto a la vista, podía observar a algunas personas caminando, pero fuera de eso la carretera se veía desierta.  


Esperé pacientemente junto al camino, pero en realidad no tenía ánimos para ir a ningún lado. Volteé a ver y vi a Ezra saliendo de su casa. Él se encontraba viendo su teléfono y aún no me había visto, estaba vestido con ropa civil y llevaba gafas de sol. Se veía fresco como una lechuga aunque no había dormido en toda la noche y yo me veía horrible aunque había dormido toda la noche. Como de costumbre se veía muy elegante, siempre se veía así con cualquier cosa que se pusiera, todos queríamos tener ese don, pero no todos lo teníamos. Ezra levantó la cabeza y me vio, lo salude con la mano y él se acercó a mí con una sonrisa. 


‒Hola Kim, supongo que vas a la universidad ‒concluyó mientras le daba vueltas a su teléfono. 


‒Así es. ¿Cómo te fue en tu turno? 


‒Fue bastante tranquilo, no me puedo quejar. 


‒Pensé que estarías descansando, pero al parecer tienes toda la energía del mundo.  


‒Primero quiero hacer unos papeleos y después regresaré a casa a descansar sin interrupciones. ¿Cómo va tu mano? 


Abrí mi palma y le enseñe mi herida. 


‒Ni siquiera me acordaba de eso. Por el momento se ve bien. 


Ezra agarró mi mano y la examinó con suma delicadeza. 


‒Entonces ¿No has sentido mucho dolor? 


Negué con la cabeza y él me soltó. 


‒Me alegra mucho ver tu progreso, el domingo voy a quitarte los puntos ¿Te parece? ‒afirmó con su particular sonrisa encantadora. 


‒Me encantaría librarme de ellos, gracias por ayudarme. 


‒Le tengo miedo a tu papá, pero aun así voy a venir.  


Me puse a reír, ya era algo típico, todos se sentían intimidados por mi papá con solo verlo. 


‒No deberías temerle, él es muy tranquilo ‒expliqué. 


‒Tienes razón ‒Ezra se puso la mano en el bolsillo de su pantalón ‒Estuve muy preocupado por ti, quería llamarte y recordé que no tengo tu número. Pensé en venir a visitarte hoy en la tarde, pero no estaba seguro de que estuvieras en casa. 


Sonreí nerviosamente. Pasaba todas las tardes en pijama y con el cabello revuelto, si él hubiera llegado a verme sin avisar habría sido todo un show. 


‒Somos vecinos, puedes venir cuando quieras ‒aclaré.

 
Ezra miró hacia atrás y le echó un vistazo a mi casa. 


‒Lo tendré presente ¿Me regalas tu número?  


‒Por supuesto ‒saqué mi teléfono y ambos intercambiamos números. 


‒Si necesitas algo, sólo tienes que escribirme.  


Su caballerosidad me seguía asombrando día tras día.

 
‒Te lo agradezco mucho. No tienes que molestarte. 


‒No es ninguna molestia ‒diciendo eso me guiñó un ojo. 


¿Acaso estaba coqueteando conmigo? Me hice la loca y volteé a ver hacia otro lado. 




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