El día siguiente desperté pensando en Isaac, me llenaba de nervios al sólo recordar sus palabras. Tenía que reunir el valor necesario para confesarle mis sentimientos y debía hacerlo pronto. Me alisté como de costumbre y justo cuando iba a salir de casa noté que había otro papel tirado debajo de la puerta.
‒Es imposible‒ susurré perpleja.
¿Acaso era otra nota de Isaac? Una parte de mí se sentía halagada. Agarré la cuartilla y la leí sin saber que esperar:
“No puedo esperar a verte, estar lejos de ti es un verdadero calvario para mí, ya quiero acercarme a ti para poder acariciar tu cabello y tocar tus labios. Tu perfume de vainilla me vuelve loco, todo en ti me vuelve loco. Muy pronto estaremos juntos”
Miré la puerta fijamente, pero en realidad estaba pensando en lo que había leído. Era un mensaje muy romántico y me hacía sentir un poco extraña porque no solía recibir esa clase de atención. Abrí la puerta y mire hacia todos lados, pero no había nadie así que no perdí más mi tiempo y me dirigí a la universidad.
Cuando llegué a mi salón de clases vi que Isaac ya estaba allí, él estaba viendo su celular y me había guardado un lugar detrás de él. Desde el momento en que lo vi me llené de nervios, sabía que me iba a pasar eso, el aula estaba llena, pero sólo podía notarlo a él. Isaac levantó la cabeza y sonrió al verme, se veía demasiado guapo, más de lo normal, intenté guardar la compostura, pero era imposible no derretirse ante ese hombre.
Me acerqué a él fingiendo una serenidad que no sentía y me senté en el lugar que me había reservado detrás de él. Isaac se dio vuelta y me vio con sus ojitos lindos.
‒¿Cómo amaneciste? ‒preguntó con normalidad.
Empecé a jugar con mi cabello, pero me detuve al darme cuenta que estaba delatando mi nerviosismo.
‒Muy bien ¿Y tú?
Mi voz sonaba diferente ¿O era mi imaginación? No podía evitar sobre pensar mis acciones, me sentía tan nerviosa como el primer día que me di cuenta que estaba enamorada de él.
‒No me puedo quejar ‒respondió con una sonrisa.
¿En qué estaba pensando? ¿Acaso mencionaría todo lo que pasó en casa de Paola? Deseé tener el poder de leer su mente. El profesor llegó a nuestra sección y todos comenzaron a ocupar sus asientos.
‒Comienza la locura ‒dijo Isaac mientras se pasaba la mano por sus mechones de cabello oscuro. Diciendo eso se dio vuelta y miró hacia el frente.
Necesitaba preguntarle por la nota que había encontrado, pero no sabía bien cómo hacerlo, respiré profundamente, dejé a un lado todas mis dudas y le toqué la espalda. Isaac volvió a centrar su atención en mí y yo le enseñe la cuartilla que había encontrado esa mañana.
‒Me dejaron esto hoy en mi puerta, ¿Qué te parece?
Isaac frunció el ceño y lo leyó en voz baja mientras yo acariciaba mi cuello con nerviosismo. Al terminar de leer, me vio con expresión confundida.
‒¿Quién te escribió esto? ‒preguntó desconcertado.
No era la respuesta que esperaba. Estaba segura de que me sonreiría y admitiría ser el autor sin titubeos.
‒No lo sé, te lo estoy preguntando a ti ‒contesté encogiéndome de hombros.
‒¿Crees que fui yo? ‒Isaac sonaba sorprendido.
Me quedé en silencio y no supe bien que responder, él levantó una ceja y comencé a dudar. ¿Y si las notas no eran de él?
‒Tal vez ‒admití.
Isaac guardó silencio un momento y me vio fijamente.
‒No fui yo Kim ‒respondió al fin con expresión divertida.
‒¿Qué?‒ me sorprendí demasiado y hablé tan fuerte que llamé la atención de algunos de nuestros compañeros.
Isaac vigiló al profesor, pero como no estábamos sentados en frente no nos prestaba atención, así que volvió a centrar su atención en mí.
‒Parece que tienes un admirador secreto ‒reconoció pensativo.
‒No lo creo, debe ser un error ‒diciendo eso arranqué la nota de sus manos y la guardé.
‒Allí dice claramente “No puedo esperar a verte” ‒dijo mientras hacía comillas con sus dedos.
¿Un admirador secreto? Tenía que ser una broma.
‒Ni siquiera salgo de mi casa ‒argumenté escéptica.
‒Puede ser alguien de la universidad, no tienes que negar a tus pretendientes ‒agregó Isaac con expresión divertida, toda esa situación parecía entretenerlo mucho.
Rodé los ojos y le extendí la primera nota que había recibido.
‒¿Y qué me dices de esta?
Podía aceptar que la segunda cuartilla no fuera suya, pero debía ser autor de la primera sí o sí, estaba muy segura de eso porque coincidía demasiado.
‒¿Es que hay más? ¿Cuántas notas has recibido? ‒me cuestionó con el ceño fruncido sin leerla.
‒Sólo estas dos, no has respondido a mi pregunta.
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Editado: 19.07.2021