Obsesión

Capítulo 8

Me miré al espejo y todo lo que encontré fueron ojeras, era de esperar ya que no había dormido bien la noche anterior. Saqué mi kit de maquillaje y me puse un montón de corrector y base, generalmente nada de lo que hacía me quedaba bien, pero ese día logré un resultado decente. Lo único que necesitaba era más práctica.  


Isaac me llamó desde temprano y me avisó que llegaría tarde a clases, así que lo mejor era que yo me fuera por mi cuenta y nos viéramos en la universidad. Caminando por el pasillo pude oír a mis papás hablando en su habitación, pero ya iba demasiado tarde a la universidad así que salí de casa sin despedirme de ellos.

 Mientras esperaba un taxi a la orilla de la carretera empecé a recibir miradas raras que me dedicaban algunas personas que pasaban en frente de mí. ¿Qué tanto veían? ¿Qué estaba mal conmigo? Resoplé y fingí que no pasaba nada, pero cuando vi a una mujer con expresión de asombro me di cuenta de que no me estaba viendo a mí, seguí la mirada de aquella mujer y voltee a ver mi casa por primera vez ese día.  


‒No puede ser ‒murmuré perpleja. 


Toda la pared frontal de mi casa estaba manchada con mi nombre, había letras rojas por todas partes y también frases estúpidas en las que me prometían amor eterno. Me llevé las manos a la boca e intente asimilar lo que estaba viendo.  La pintura de la casa era de un color crema, pero eso apenas se notaba, todo lo que podía ver era mi nombre en color rojo. ¡Ni siquiera la puerta estaba limpia! 


Mi mamá era una perfeccionista de pies a cabeza así que moriría de un infarto al ver lo que le habían hecho a su casa, me sentí impotente, llena de ira, sorprendida y asustada. ¡Todo a la vez! Estaba al borde de un colapso nervioso. El autor tenía que ser un completo desquiciado, no era en absoluto divertido ni romántico. Deseé tenerlo frente a mí para darle una cachetada.  


Entré a mi casa corriendo, tiré mi bolso sobre el sofá, me puse unos guantes y comencé a limpiar las paredes con ayuda de una esponja y una manguera de agua. Pensé que la tinta no saldría, pero después de restregar y restregar las letras iban desapareciendo. Era un trabajo de nunca terminar, limpié el sudor de mi frente y justo en ese momento mis padres salieron por la puerta principal.  


‒Kim, pensé que… ‒al ver su preciosa casa toda manchada mi mamá olvidó lo que iba a decir. 


Ella quedó boquiabierta y por un tiempo no supo que decir, pero la primera reacción de mi papá fue de enojo, enojo puro. 


‒¿Pero qué es esto? ‒dijo para sí mismo y luego volteó a verme como si yo tuviera la respuesta a todas sus preguntas‒. ¿Tú viste quien fue? 


Negué con la cabeza. 


‒No tengo ni idea, yo también me sorprendí cuando lo vi ‒respondí. 


Mi papá tuvo que respirar profundamente para tranquilizarse. 


‒Es obvio que hay alguien tratando de molestarte, voy a hablar con los vecinos creo que ellos pudieron haber visto algo ‒señaló él‒ Deberías estar en clase. 


‒No puedo dejar esto así ‒respondí con impaciencia. 


‒Tienes razón, tenemos que limpiar este desastre. 


Mis papás dejaron a un lado sus portafolios y comenzaron a limpiar junto a mí palabra por palabra, el proceso fue muy lento y requería de una paciencia que yo no tenía. Cuando por fin terminamos mi mamá limpió el sudor de su frente y se tomó un momento para observar el resultado final. 


‒No quedo del todo bien ‒susurró con pesar. 


Suspiré con cansancio. Ella tenía razón, la pintura tenía manchas rojas por todas partes y eso arruinaba por completo la presentación de la casa. 


‒¿Hay algo que debamos saber? ‒preguntó mi mamá con una mirada penetrante. 


Me quité los guantes y los tiré a un lado. Nunca le di importancia al hombre misterioso que estaba encaprichado conmigo, pero ahora al ver lo que había pasado me sentía como una tonta por no haberles contado todo a mis padres desde un principio. 


‒Pues… en realidad… ‒no sabía ni que decir‒ He recibido notas y obsequios raros de una persona anónima.  


Mis padres intercambiaron una mirada. 


‒¿Y cuándo pensabas decírmelo? 

Sabía que mi papá iba a decir eso, su instinto protector era demasiado grande, seguramente se debía a que yo era hija única.  


‒No fue nada grave… quiero decir, no lo era hasta ahora ‒corregí. 


‒¿Has recibido amenazas? 


‒No. 


‒¿Te han obligado a hacer algo? 


‒¡Claro que no! 


‒¿Alguno de tus compañeros de clase está en una red de mafiosos? 


Rodé los ojos. Hablar con él se sentía como estar en un interrogatorio. 


‒No papá, no se trata de nada de eso. Es sólo que… no me siento muy segura ‒no quería admitirlo en voz alta, pero lo hice. 


‒Entiendo. Pondremos cámaras de vigilancia por toda la casa y averiguaremos quien está detrás de todo esto ‒su mirada se tornó sombría‒ Y cuando descubra quien es, deseará no haber nacido. 




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