Los pajaritos no dejaban de cantar y volar de un lado a otro, podía verlos a través de mi ventana, pero eso no lograba levantarme el ánimo porque me recordaba lo vivido la noche anterior. Estaba acostada sobre mi cama viendo las horas pasar. Era un día sábado y no podía ir a clases para distraerme así que solo me estaba sumergiendo más en mi miseria.
Agarré un cuadro de Isaac y lo miré con nostalgia. Por cuatro años fue mi mejor amigo, compartimos muchas cosas juntos y aunque lo amaba en secreto nunca pensé que podría haber química entre los dos y resulta que estuve muy equivocada. Desde que lo conocí llamó mucho mi atención así que no podría decir con exactitud desde cuándo me había hechizado, en realidad era muy posible que siempre lo hubiera amado sin darme cuenta. Las ganas de llorar me invadieron pero me contuve porque no iba a arreglar nada llorando. Le di un beso a la foto y la puse contra mi pecho. Quería abrazarlo y no estaba a mi alcance. Fue necesario que lo perdiera para empezar a valorarlo de verdad.
Fui una estúpida por no confiar en él, sin embargo ya no podía cambiar el pasado solo podía vivir el presente. Isaac tenía toda la razón al estar enojado conmigo pero si pensaba que se podía deshacer de mí tan fácilmente estaba equivocado. Nunca me iba a dar por vencida porque los dos nos amábamos y eso era lo único importante. Podía terminar conmigo y rechazarme una y otra vez, pero yo siempre estaría allí para pelear por lo nuestro mientras nuestro amor siguiera existiendo.
* * * * *
El taxi conducía a toda velocidad hacia la casa de Isaac mientras yo estaba hecha un manojo de nervios en el asiento de atrás. Eran cerca de las dos de la tarde cuando salí de casa, mis padres ni siquiera intentaron detenerme porque notaron que estaba muy decidida, pero mi papá me sorprendió por completo al poner un cuchillo pequeño sobre mi mano. Me repitió varias veces que me cuidara mucho y que estuviera pendiente de cualquier cosa y eso era exactamente lo que iba a hacer. Llevaba el cuchillo en el bolsillo delantero de mi pantalón y eso me hacía sentir más segura.
Vi pasar los arboles a través de la ventana y no pude evitar recordar todo lo que me había sucedido en ese bosque. Se sentía muy extraño volver a estar allí después de la última vez. Recordaba con claridad cada segundo en el que corrí por esa carretera, incluso el miedo que sentí volvía a mi mente.
Nunca se me ocurrió pensar que Isaac fuera inocente, lo único que hice fue entrar en pánico y correr como loca. Incluso llegué a pensar que él iba a matarme y enterrar mi cuerpo en lo profundo del bosque. Cerré los ojos y suspiré. Él se dio cuenta de lo que yo estaba pensando y por eso se sentía tan molesto. No podía negar nada de eso. ¿Cómo iba a hacer que cambiara de opinión?
Los padres de Isaac tenían el fin de semana libre así que se encontraban en casa y esa era otra situación que me ponía nerviosa porque no sabía si él les había contado todo lo ocurrido. De ser el caso estaba dispuesta a reconocer mi error, pero si no era así iba a fingir que no había pasado nada y que seguíamos juntos.
Cuando estuve frente a la puerta levanté mi mano para golpearla y vacilé un momento. Aun no era tarde para retroceder. ¿Acaso era mejor dejar a Isaac en paz? Toqué la puerta y esperé a que me abrieran. Por supuesto que no. Nunca lo iba a dejar en paz. La señora Iris abrió la puerta y se alegró mucho al verme.
‒Hola Kim, te habías perdido ‒expresando eso me abrazó y pude deducir que no sabía nada.
‒Sí, es cierto ‒reconocí.
‒Entra querida ‒la señora Iris se dirigió a la sala y yo la seguí.
El señor Raymundo miraba la televisión y también fue muy amable conmigo. Gracias al cielo, si ellos me reclamaran por haber hecho sufrir a su hijo no tendría nada que decir en mi defensa. Isaac bajó las escaleras y se sorprendió mucho al verme.
‒Kim ¿Qué haces aquí?
Las cosas podían salir muy mal.
‒Quedamos en estudiar juntos ¿No te acuerdas? ‒dije forzando una sonrisa.
Isaac frunció el ceño y no fue lo suficientemente rápido para desmentirme.
‒Entonces pueden subir arriba, allí podrán concentrarse mejor ‒intervino mi adorada suegra. Por eso la amaba tanto.
Me acerqué a Isaac y lo agarré del brazo.
‒¿Podemos empezar? ‒inquirí.
Él se mantuvo serio y guardó silencio por un instante que se me hizo eterno. ¿Iba a desmentirme? ¿Me pediría que me fuera delante de sus padres? Me puse tan nerviosa que sin querer clavé mis uñas en su brazo. Isaac levantó una ceja.
‒Claro, tenemos mucho que estudiar deberíamos empezar ya ‒afirmando eso agarró mi mano con suavidad y la arrancó de su brazo para entrelazar nuestros dedos.
Me sentí muy aliviada en mi interior y sonreí contenta mientras subíamos las escaleras. Era un pequeño avance pero sabía que aún no habíamos tocado el verdadero problema. En cuanto desaparecimos de la vista de sus padres Isaac soltó mi mano y entró a su cuarto sin esperarme. La puerta estaba abierta así que entré y la cerré.
Isaac me dio la espalda y abrió sus persianas. El sol inundó la habitación y la llenó de vida. Estaba bastante familiarizada con esas cuatro paredes, conocía cada libro de su estantería y también me acostumbré a su obsesión por tener todo en orden. Cada objeto que poseía tenía que estar en un lugar específico y yo memoricé gran parte de ellas, por eso me di cuenta desde que entré que el cuadro en el que aparecíamos juntos ya no estaba. Se suponía que debía estar encima de su mesita de noche y había desaparecido, saber eso me dolió mucho.
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Editado: 19.07.2021