Pasaron los días y las semanas y Ezra continuó sin ser capturado. Los canales de televisión local dejaron de darle cobertura a su fuga y empezaron a enfocarse en las otras noticias del momento. Las patrullas policiales que resguardaban mi casa y la de Paola fueron removidos sin que pudiéramos hacer nada. Después de todo el avance que pensé que había dado en la dirección correcta retrocedí de nuevo hacia atrás.
Paola y yo hablábamos varias veces al día por teléfono y ella me manifestó que ya no podía ver su casa de la misma forma, lo cual era muy comprensible porque todo su hogar le recordaba lo ocurrido y eso la llenaba de miedo. No pude evitar sentirme culpable mientras la oía, Ezra debió ahorcarme a mí y no a ella. Mis tíos no tardaron mucho en llegar a la conclusión de que su hija requería terapia psicológica y me ofrecieron ir con ella, decliné su oferta porque prefería enfocarme en otras cosas, sin embargo la idea sonó perfecta a los oídos de mi mamá y ella aceptó en mi nombre sin preguntarme nada, así que tenía una cita dentro de unos días con una psicóloga a la que debía asistir sí o sí.
Isaac y yo empezamos a estudiar mucho todos los días para salir bien en nuestras clases y nuestra técnica funcionó de maravilla porque nuestras calificaciones volvieron a subir. Todas las tardes me quedaba con él en su casa después de clases y éste día no fue la excepción. Cuando llegamos a su morada hacía mucho calor y no podía esperar a entrar, Isaac vio hacia todos lados por si acaso y después abrió la puerta principal. Los dos entramos adentro y me puse cómoda en el sofá mientras él aseguraba la puerta con llave.
‒¿Te puedo ofrecer algo sano que no sea un café? ‒preguntó mientras le daba vueltas a su llavero. Habíamos almorzado en la universidad, pero ambos teníamos sed.
‒Un café con leche por favor.
‒¿Se supone que la leche lo hace más sano?
‒Por supuesto, está científicamente comprobado.
‒Es medio día Kim ¿Seguro que no quieres otra cosa?
‒No, y no me vas a convencer.
Isaac fue a la cocina y pude escucharlo quejándose desde allí.
‒¿Te he dicho que eres muy rara?
‒Así me quieres.
Pude oírlo reír al mismo tiempo que yo. Estar a solas con él era lo máximo. Isaac regresó con mi café, se sentó junto a mí y puso su brazo en el respaldo del sofá. El café estaba exquisito ya que él sabía exactamente como me gustaba.
‒¿Te he dicho lo mucho que te adoro?
Él se llevó la mano al pecho en un gesto dramático.
‒¿Será que me voy a morir?
Lo fulminé con la mirada y él se puso a reír. Estaba intentando ser más romántica con él, pero no me lo ponía fácil.
‒Era una broma cariño, dame un beso ‒él se acercó a mí y yo lo besé en la mejilla para molestarlo.
‒Se me ocurrió una gran idea ‒empezó a decir‒ Cuando nos casemos y me hagas enojar no voy a comprar café para castigarte.
Me empecé a reír a carcajadas.
‒Y yo te voy a dejar fuera de nuestro dormitorio. Entonces veremos quien dura más.
‒Es obvio que yo duraría más porque puedo soportar cinco minutos lejos de ti, pero tú te morirías en menos de dos sin tu café ‒se burló.
‒¿Quieres verme morir joven para casarte con otra?
‒Sería más económico para mí.
Me hice la ofendida.
‒Que malo eres ‒Quise saltar del sofá, pero él me atrapó con sus poderosos brazos y me obligó a sentarme en sus piernas.
‒¿A dónde crees que vas? ‒diciendo eso me hizo girar y me dio un beso muy apasionado, su boca era sugerente y sensual y tenía el poder de hacerme olvidar todo lo demás.
En ese momento escuchamos un golpe muy fuerte proveniente de la puerta trasera y ambos saltamos del sofá y volteamos a ver hacia atrás.
‒¿Qué es eso? ‒pregunté llena de miedo.
‒No lo sé ‒Isaac sacó un bate detrás de uno de sus muebles y se empezó a acercar a la puerta trasera.
Lo agarré del brazo y quise detenerlo.
‒No te acerques ‒susurré presa del pánico.
Él puso su dedo índice sobre sus labios y yo guardé silencio. Isaac se acercó a una de las ventanas traseras y en ese mismo instante Ezra apareció del otro lado de la ventana. Mi corazón dio un brinco cuando lo vi aunque Isaac no parecía tan sorprendido. Ezra tenía una capucha negra y guantes negros, se encontraba fuera de la casa pero era obvio que no lo estaría por mucho porque tenía un hacha en su mano. Se veía muy decidido a entrar. ¿Qué pretendía hacer?
‒Hola Isaac ‒dijo Ezra mientras le dedicaba una sonrisa.
‒Te he estado esperando desde hace mucho tiempo ‒respondió Isaac con una seguridad que yo no sentía.
‒No tendrás que esperar más, pero te advierto que será mejor que te apartes de mi camino ‒dijo posando sus ojos en mí.
‒Nunca.
‒Me parece perfecto porque voy a disfrutar mucho éste momento.
Ezra desapareció de la ventana y empezó a cortar la puerta con el hacha. El ruido recorrió toda la casa y por un segundo no pude creer que me estuviera pasando esto a mí. Isaac me agarró de la mano y me hizo subir las escaleras con él. Los dos corrimos por el pasillo y entramos a su cuarto. Saqué mi teléfono del bolsillo de mi pantalón con manos temblorosas y llamé a la policía, me aseguraron que llegarían rápido aunque yo no estaba tan segura de eso.
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Editado: 19.07.2021