Obsesión Carmesí

C A P Í T U L O 22

El fresco aire de las montañas chocaba contra mí rostro y hacía revolotear mechones de cabello cobrizo por todas partes, la ventana del copiloto iba abierta pese a que llovía a cántaros.

 

Max iba sujetando el volante y revisando el GPS cada cierto tiempo para ver la dirección en la que nos dirigimos, estábamos a poco tiempo de llegar al lugar. Yo iba haciendo una nota mentalmente con preguntas necesarias para averiguar sobre Hector.

 

-¿Crees que las personas le conozcan? - me animé a preguntar.

 

Revolvió su cabello en un intento de manía nerviosa - Pueda que sí, pero también pueda que él haya sido muy reservado con las personas mientras estuvo aquí.

 

El lugar se dejó ver a la lejanía, las casas eran de madera y la pintura se desteñia en tonos claros, una gran capa de musgo cubría la mayoría del paisaje, estaba sobre los tejados, las aceras, las casas y en gran parte del camino. 

La lluvia había cesado pero el pequeño pueblo se escondía bajo una nube de color blanco. Algunas personas caminaban con bolsas en las manos rumbo a sus casas. 

Una fila de apartamentos con apariencia de abandono estaban antes de lo que se podía ver como el acerradero del lugar. 

Tenía un rótulo con luces de neón que decía hotel y apartamentos, la fachada se veían muy descuidada y las luces parpadeaban avisando que en cualquier momento se podrían quemar. 

El hedor a moho inundaba todo el lugar. 

 

Nos bajamos del auto y caminamos hacia los apartamentos, una señora de avanzada edad con una falda tan larga que cubría sus pies estaba barriendo los pasillos del lugar, intuí que era la dueña. 

 

-Déjame hablar primero, si digo una mentira tu solo la afirma. 

 

Asentí en respuesta y caminé detrás de él. 

Este se acercó a la señora y se presentó con otro nombre. Le dijo que era nuevo en el pueblo y que andaba en busca de un lugar donde vivir. 

Yo miré hacia los lados apreciando un poco más el lugar, este pedía a gritos una remodelacion. 

 

La señora lo miró extrañada y lo guió hasta las puertas de los distintos departamentos. 

 

-Un conocido me recomendó el lugar, dijo que es bastante accesible - dijo haciendo una señal de que me pusiera a su lado. 

 

-¿Cuál conocido? - dijo la señora abriendo la primer puerta. 

 

-Hector, un chico de donde vivimos lo conoce y nos dijo que el vivía también aquí- me adelanté a la respuesta de Max haciendo caso omiso a sus reglas. 

 

-No conozco a ningún Hector por acá - se notaba nerviosa al dirigir la mirada hacia Max. 

 

-Nuestro amigo dijo que sí vive acá, pero que no siempre está- Max estaba presionando a la señora. 

 

Ella no contestó y siguió caminando por los pasillos. 

Una puerta al final de estos me llamó mucho la atención, estaba muy golpeada, la pintura estaba estropeada y el llavin se veía muy manipulado. 

Mientras ella ingresaba a uno de los apartamentos junto con Max haciendo preguntas. Me acerqué a esta haciendo girar la llave, cuando se abrió emitió un chillido que alertó a la señora haciendo que volviese al pasillo asustada. 

 

-No puedes abrir esa puerta, vete de aquí. 

 

-¿por qué, quien vive ahí señora? - presionó Max - ¿acaso es Hector el que vive en esa casa? 

 

La señora palideció y se giró enfadada, tomó la escoba que tenía en la mano y se giró hacia donde estábamos. 

 

-¡Aquí no vive nadie y váyanse de aquí antes de que llame a la policía! - amenazó hacia ambos. 

 

Miré asustada a Max y este hizo un ademán de que nos íbamos a ir. 

 

-Tranquila señora, ya nos vamos. 

 

Tomé a Max del brazo y salimos corriendo del lugar. 

Cuando llegamos al auto se recostó contra el auto y llevó ambas manos hacia su cabeza y dio un grito desesperado al aire. Yo me mantuve al margen de la situación, no sabía cómo reaccionar ante eso, no era muy buena con los consejos y la situación se me estaba yendo de las manos. 

 

El sonido de un carrito de carga oxidado nos hizo mirar hacia dónde provenía. 

Un vagabundo caminaba hacia nosotros, llevaba un montón de chucherías sin valor e inservibles en una carretilla. Su piel era tan oscura como la noche y unas trenzas conformaban su cabello, las ropas que llevaba se veían viejas y deslavadas. 

 

- No logramos conseguir nada, esa señora casi nos echa la policía y siento que cada día que pasa es un día más sin cobrar la muerte de mi familia. 

 

Max se puso de pie y sacudió su pantalón. 

 




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