Obsesión Carmesí

C A P Í T U L O 29

Estaba de pié frente al espejo que se encontraba en una esquina de mi habitación. Con un poco de nostalgia inspeccioné mi rostro frente a su reflejo, hacía mucho tiempo que no veía ese brillo ufano en mi rostro. Tampoco me sentía feliz, me sentía desdichada y culpable.

Todo dependía de hoy, mi futuro, el de mis amigos, el de Max, el de mis padres e incluso el de las personas de la ciudad.

Hoy se decidía entre vivir bajo el acecho y las sombras de un asesino o vivir en libertad, haciendo de la justicia como se debe.

 

Deslicé mis manos sobre la tela del vestido negro que estaba usando, coloqué un abrigo grueso sobre este y salí de mi habitación.

Con pesadumbre bajé las escaleras hasta llegar a la sala donde mis padres estaban esperando por mí.

 

—¿Lista, Meredith?— pregunta mi padre mostrando una leve sonrisa.

 

Mostrando un poco de nerviosismo metí las manos dentro de los bolsillos del abrigo y le contesté. 

 

—Tan lista como se está cuando se debe declarar en contra de un asesino serial. 

 

Mi padre tomó eso como la iniciativa para salir de casa y partir rumbo a los tribunales de justicia. 

 

Durante el camino mi madre iba repasando los puntos que debía tocar, que las palabras estuvieran claras al momento de testificar. 

 

Más rápido de lo que esperaba el auto se estacionó frente al edificio, mi padre llevaba puesto su uniforme de policía junto con su respectiva placa. 

 

—Recuerda estar tranquila, hay muchos oficiales cuidando que nada vaya a salir mal y de que Hector no se acerque a nadie — murmuró mi madre mientras sujetaba mi mano. 

 

Con impulso mi padre abrió la puerta dejándonos pasar primero. Nunca había estado dentro de un lugar como este pese a que mi padre ha estado muchas veces en este lugar. 

 

Había al rededor de unas treinta personas dentro de la sala. La mayoría eran policías y unos cuantos abogados. 

 

Una mujer alta de cabello negro se acercó a nosotros. Llevaba un portafolio en sus manos y una placa que destacaba el nombre "Marline" el letras doradas resaltaba en su camisa. 

 

—Jefe Loría, que bueno que ya está aquí, me han enviado para guairles a la sala de juicio. Estamos a media hora de empezar, pronto ingresará el detenido y el juez quiere que para ese momento todos estén dentro de la sala. 

 

Mi padre asintió con su cabeza en señal hacia ella. La mujer, Marline, se retiró de la sala para reunirse con otras personas ubicadas detrás de nosotros.

 

—Es mejor llegar antes de que lleguen los policías con Hector, es mejor no tentar a la suerte y que cometa alguna tontería si ve algún conocido aquí.

 

Caminamos por unas escaleras tan grandes y largas como la muralla china, al menos así se sentían para mi.

 

Varias puertas se dejaban ver, todas tenían un letrero indicando el número de sala y su función.

 

Logré ver a varias personas fuera de la sala número 41, estaban escoltada por varios guardas de seguridad.

 

Un rostro conocido se giró hacia donde me encontraba, sonriendo.

Corrí en su dirección y le abracé tan fuerte como pude, sabía lo feliz que se encontraba hoy.

 

—Lamento no ir a visitarte, pero me tuve que devolver a la casa de mis abuelos a buscar algunas cosas que hacían falta para completar las pruebas. De una extraña menta perdí mi celular, pero hablé con tu padre hace unos días y me dijo que te encontrabas bien — dijo Max con voz dulce.

 

—Entiendo tu situación. Me costó recuperarme por un par de días, pero estoy bien ahora—decidí preguntarle por las pruebas que fue a conseguir—¿Max, que pruebas querían los agentes?

 

—Querían saber de donde provenían las fotos que encontraste de mi madre y también un anillo que encontraron dentro del apartamento donde estabas, era de mujer así que descartaron que fuera de Hector.

 

Vaya sorpresa, al parecer habían más cosas ocultas en ese lugar de las que yo había visto

 

—¿y qué investigaste sobre eso?— pregunté en voz baja para que nadie escuchara.

 

Max miró hacia los oficiales y se acercó un poco más hasta estar a la distancia indicada de poder susurrar en mi oído.

 

—El anillo era de mi madre, era su anillo de bodas. Y las fotos fueron sacadas de la casa de mis abuelos, claramente eran de cuando mi madre estaba en la secundaria.

 

Recordé la conversación que tuve con Hector, cuando de manera exaspera te decidió contarme hacerca de Sofía.

 

—Él me habló sobre ella, me dijo que había sido muy buena con él cuando la conoció, de ahí el por qué se obsecionó con tu madre. 

 

—No habrá manera de que tengamos la historia completa, Mere, hay cosas que no encajan en la historia, aunque hay pruebas suficientes de quién fue el asesino de mi familia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.