Renacer de las Cenizas
Los días posteriores al enfrentamiento fueron un torbellino de silencios y decisiones. La muerte de Luca marcó el fin de una era, pero el peso de las consecuencias aún pendía sobre Alessandro. La familia estaba herida, las alianzas tambaleantes, y el poder que tanto había protegido ahora parecía una carga aún más grande.
Isabella observaba a Alessandro desde el umbral de la habitación. Él estaba sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada fija en el suelo. Su postura transmitía agotamiento, pero su expresión era de determinación.
—No has dormido en toda la noche —dijo ella con suavidad, acercándose.
Él levantó la mirada, encontrando la de Isabella. Sus ojos reflejaban algo más que cansancio; había una sombra de arrepentimiento y, al mismo tiempo, una promesa de futuro.
—No puedo permitirme descansar aún —respondió en voz baja—. La familia necesita estabilidad, y aún hay cabos sueltos que atar.
Isabella se arrodilló frente a él y tomó sus manos entre las suyas.
—Lo que pasó con Luca… no era algo que pudieras evitar. Él eligió ese destino.
Alessandro suspiró y acarició suavemente su rostro.
—Eso no significa que no duela. Pero tengo que seguir adelante.
Isabella asintió y, tras unos segundos de silencio, sonrió con ternura.
—No tienes que hacerlo solo.
Los días se convirtieron en semanas. Alessandro reorganizó las filas de la familia, asegurando que la lealtad de sus hombres no flaqueara. Con la amenaza de Luca eliminada, los enemigos externos también parecían haberse replegado. Era como si el respeto y el miedo que Alessandro infundía hubieran alcanzado un nuevo nivel.
Pero no era solo el mundo de la mafia el que estaba cambiando. Alessandro había tomado una decisión: una que lo llevaría lejos de la oscuridad en la que había crecido.
Una tarde, llevó a Isabella al acantilado donde solía refugiarse cuando necesitaba claridad. El mar golpeaba con fuerza las rocas, y el viento despeinaba los cabellos de ambos. Alessandro tomó su mano con firmeza.
—He estado pensando mucho en el futuro —dijo él, con la mirada fija en el horizonte—. No quiero que vivas en medio del peligro. No quiero que nuestros hijos —hizo una pausa, observando su reacción— crezcan con miedo.
Isabella sintió que su corazón se aceleraba. Sus hijos. Él hablaba de un futuro juntos.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó en un susurro.
Alessandro se giró hacia ella, sosteniendo ambas manos entre las suyas.
—Estoy diciendo que quiero algo más. Quiero una vida contigo, lejos de esto. Quiero dejar atrás la mafia, construir algo nuevo. Una familia, Isabella.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Isabella, pero esta vez no eran de miedo ni de tristeza, sino de emoción.
—¿De verdad crees que puedes hacerlo? —murmuró.
Él asintió con convicción.
—Si estás a mi lado, sé que puedo.
Isabella no dudó más. Se lanzó a sus brazos y lo besó con toda la intensidad de sus sentimientos. Era un nuevo comienzo. Uno en el que el amor no sería una debilidad, sino la fuerza que los guiaría.
El pasado aún pesaba sobre ellos, pero ahora tenían algo más fuerte: esperanza