Capítulo II: Encuentro Nocturno.
RYAN WEBER
La lluvia caía sin piedad, convirtiendo el mundo exterior en un torbellino acuoso. Aunque era un verdadero desastre, debo admitir que le agradecía, pues su fuerza diluía el olor y la suciedad impregnados en mi ropa.
Aquel chico se había equivocado.
Lo último que quería era llegar a casa hecha un asco, oliendo a rayos. Mis hermanos no me dejarían en paz. Sería el hazmerreír de la familia por el resto del año.
Mientras avanzaba por el frente de la casa, cuya ventana había sido imprudentemente destrozada por mi desatinado hermano, adopté un paso cauteloso, intentando no llamar la atención de nadie. Observé detenidamente a mi alrededor, buscando señales de movimiento en vano.
Mi hermano, siempre metiéndose en problemas, brillaba por su ausencia en ese momento, lo que me llevó a acelerar el paso y correr hacia nuestro hogar sin mirar atrás. Al llegar, abrí la puerta con extremo cuidado y la cerré tras de mí de la misma manera. Caminé de puntillas, con la intención de no hacer el menor ruido que pudiera delatar mi presencia.
— Ryan, ¿dónde has estado? — la voz de Jackson resonó en mis oídos.
Me volteé y lo vi sentado cómodamente en el sofá de la sala de estar, como si no tuviera la más mínima idea de lo que acababa de ocurrir. Sostenía una taza de chocolate caliente en la mano.
— Eres un imbécil — le insulté, furiosa — rompiste una ventana y además me dejaste abandonada.
Él estalló en risas. — Lo siento — sus ojos me escudriñaron de arriba abajo — ¿Qué te ha ocurrido? Estás completamente sucia y tu cabello es un desastre.
— Simplemente me caí — no tenía intención de revelar que había terminado sumergida en una cloaca; eso solo sería motivo de burlas interminables.
— ¿Dónde? — se levantó, dejando su taza de chocolate sobre la mesita y se acercó.
— Jackson, no es asunto tuyo. Simplemente me caí porque estaba huyendo de algo que no hice — subí las escaleras intentando evitarlo, pero me alcanzó.
— Desprendes un olor bastante desagradable, como a... — se detuvo a reflexionar y luego soltó una risita burlona — mejor no lo menciono, sabes a qué me refiero.
Le fulminé con la mirada. — ¡Vete al diablo! — me apresuré hacia mi habitación.
— Hijos — interrumpió nuestro padre.
— ¿Qué sucede? — preguntó Jackson.
— ¡Ey! ¿A qué se debe ese olor? ¿Han revisado las tuberías de los baños?
— Papá, todos los baños están en buen estado — respondí rápidamente, tratando de entrar en mi habitación antes de que notara mi apariencia.
— No, papá, déjame explicarte... — mi estúpido hermano soltó una carcajada. Le lancé una mirada asesina — Ryan es quien huele mal.
— ¿Hija, qué te ha ocurrido? — papá me observó con preocupación.
— ¡Dejen de dramatizar, simplemente me caí! — protesté.
Lo peor de todo esto es que aquel chico si había tenido la razón, no lo había notado por la lluvia pero al estar aquí en un lugar cerrado el hedor se había impregnado, lo que me causaba frustración.
— No, papá, lo que pasa es que Ryan se creía Peppa — respondió Jackson con desdén, antes de dirigirse a su habitación sin mostrar remordimiento alguno.
— Anda, ve a asearte y hablaremos en la cena — me dijo mi padre, su voz reflejando cierta preocupación.
Asentí con pesar y finalmente ingresé a mi habitación, buscando un refugio para alejarme de todo el caos.
Sin perder tiempo, me dirigí al baño, ansiosa por liberarme de la ropa sucia y desatar mi enmarañado cabello. Mi aspecto era lamentable, y mi cabello era un desastre sin igual. Pasé una eternidad bajo la ducha, dejando que el agua purificadora lavara el desánimo que me invadía.
Una vez fuera, opté por la comodidad y, considerando que mi objetivo era descansar, elegí una sencilla pijama.
Con paso decidido, abandoné mi habitación y descendí las escaleras hasta llegar a la cocina.
Todos estaban sentados a la mesa, y me acomodé junto a Pamela, buscando un poco de consuelo en su compañía.
— ¿Qué vamos a cenar? — pregunté con una leve esperanza en mi voz.
— Pedí unas pizzas, no tengo ánimos de cocinar. Estoy agotado y tu hermano igual — respondió papá, su voz revelando cierto cansancio acumulado.
Un suspiro frustrado escapó de mis labios ante la mención de Jackson.
— ¿Y de qué está cansado Jackson? Siempre parece estar libre de responsabilidades — expresé con un toque de ironía en mi tono.
— Cosas importantes, hermana. Cosas importantes — replicó Jackson con una sonrisa burlona.
Mi paciencia comenzaba a desvanecerse y la tensión entre nosotros crecía con cada interacción.
— Todo lo que haces en la vida es molestar — aseveré.
— Al menos hago algo product i vo. No me la paso creyéndome Peppa Pig y revolcándome en charcos — soltó una risa mordaz, alimentando el fuego de mi ira.
— ¡Vete al diablo! — exclamé con furia, tomando un tenedor de la mesa y lanzándoselo con fuerza. El tenedor surcó el aire, aunque mis habilidades de puntería fallaron ligeramente, golpeando a Jackson en la frente.
— ¡Auch! — se tocó la herida con fastidio — ¡Papá!, Ryan casi me saca un ojo.
Mi corazón latía con fuerza mientras me daba cuenta de las consecuencias de mi arrebato.
Jackson, como de costumbre, se apresuró a asumir el papel de víctima, esperando que el regaño de papá se dirigiera solo a mí.
— No solo eres un pesado, sino también un llorica — le espeté, soltando toda mi frustración contra él.
— ¡Ya basta! Dejen de comportarse como niños malcriados. Maduren. Son lo suficientemente mayores para no actuar de forma infantil — la voz de mi padre suena fuerte, regañándonos.
— Él empezó — digo, señalando a mi hermano.
— ¡Para nada! — refuta, interrumpiéndome rápidamente.
— ¡Ya! — grita mi padre, golpeando la mesa.
El silencio se adueña del lugar.