Obsesiones que matan

2. No tan nueva normalidad

» La única razón de que lleves una vida tranquila, es porque yo me he encargado de ello. Si alguien te toca no saldrá ileso «

Nos separamos de aquel beso que duró más de lo que pensamos, si bien fue una buena acción para cortar el miedo. La verdad es que lo seguía teniendo, pero en menor dosis. Aun me costaba asimilar todo esto, vamos… para ser honesta esto no era algo de todos los días o algo que creyera normal. Esto pasaba en las películas, en las fantasías, en los libros. No en la realidad.

—Ran debo irme —volví a decir.

—No, no te vayas —susurro con los ojos cerrados y la frente pegada a la mía— quédate conmigo esta noche.

—No creo que sea lo mejor. —dije tragando saliva— Ambos debemos descansar y pensar bien las cosas.

El abrió sus ojos posando esos iris dorados oscuros y cansados sobre los míos, era como la oscuridad consumiéndome en su máximo esplendor, su sonrisa se marcó de forma siniestra y me dio un corto beso.

—Estas sola en tu departamento, creo que deberíamos pensar en que sería mejor que vivieras conmigo.

—No creo que sea buena idea, Reimon vive contigo, ustedes ya saben cómo son el uno con el otro. Agregar un tercero solo haría más complicado las cosas.

Y la verdad es que lo que dijera Reimon me tenía sin cuidado, yo solo quería tener el más mínimo contacto con él, más ahora sabiendo de lo que era capaz.

—La casa es absurdamente grande, no habría ningún problema. Y si el problema es el espacio, comprare una más grande. Todo lo que te haga sentir más cómoda.

—La comodidad la tengo en mi propia casa ¿Entiendes? No trates de cambiar nuestras vidas de la noche a la mañana.

—Sabes como jugar nena, nunca propia negarte nada.

Sus ojos no se cansan de verme, cada segundo que pasa la tensión aumenta y siento que la oscuridad de su mirada se apodera de mi sin permiso.

—¿Que harás con el cuerpo? —No quería preguntarlo, pero la duda no me dejaría tranquila.

—Lo mismo que siempre, lo quemare —dijo sin importancia. Y me abrazo como si fuera un oso de peluche, él sin duda no tenía tacto.

—¿Que siempre? Acaso lo has hecho más veces —el miedo se volvió a apoderar de mi en una décima de segundo. Me removí en sus brazos para buscar su mirada de nuevo.

—La única razón de que lleves una vida tranquila, es porque yo me he encargado de ello. Si alguien te toca no saldrá ileso.

La tensión en la que habíamos quedado, se cortó cuando alguien tocó la puerta de la habitación. Yo voltee a ver hacia la mencionada, pero a Ran le daba igual al parecer. No tenia intensión de levantarse para atender el llamado.

—¿Qué quieres? —dijo Ran sabiendo que era su hermano que acaba de llegar. Por la situación mi mente no había conectado lo suficientemente rápido como para pensar que era Reimon.

—Pensé que estabas durmiendo, solo te avisaba que llegué. Después me reclamas que no lo hago.

—Está bien. Ve a dormir es tarde.

—Lo haré en unos momentos.

—Bien.

Escucho los pasos de Reimon irse hasta alejarse por completo, Ran volvió a centrar su atención en mí que rápidamente me puse de pie aprovechando que bajo la guardia y su agarre se hizo liviano. Él también lo hizo y la diferencia de altura salió a relucir.

Me sentía diminuta casi inexistente ahora mismo, yo miraba hacia su pecho y él seguramente hacia mí. Su mirada era tan penetrante que podía sentí el calor de sus ojos consumirme como fuego.

—Puedes dejarme ir, por favor —dije casi inaudible, rogándole a mi alma no llorar.

—Eres tan tierna —acaricio mi mentón— lo haré solo cuando me des algo a cambio.

Ran sonrió y yo supe inmediatamente lo que él quería, lo vi como si fuera la máxima aberración creada por Dios. Se inclina hasta que su cara queda junto a la mia y muy a mi pesar termine dejando un beso en sus labios, este sonrió a gusto. Aunque claramente un simple beso le parecía poco.

—Bien andando nena. —dijo y yo me quede estática— no te dejaré ir sola mi ángel.

Tomo mi mano y salimos de la habitación recorriendo el mismo pasillo por el que había estado corriendo momentos antes, bajamos a la sala por mí mochila de la universidad, Reimon estaba sentado en uno de los sillones viendo la Televisión y comiendo algo en un tazón.

—No sabía que Becca estaba aquí —sonrió él mientras apartaba la vista del aparato.

—Hola Reimon —salude con gentileza él sí que me caía bien.

Este sonrió hacia mí como forma de saludo. Ran tomo mi mochila y me guío aún de la mano hasta la salida.

—Vuelvo pronto. —Anuncio a Reimon que solo asintió, ya afuera abordamos el carro negro de Ran.

Me abrió la puerta del copiloto y el subió del otro lado, en el camino estuvimos callados, para mí, desde hoy ya no podíamos hablar como antes, ahora sabía que él era más siniestro de lo que llegue a pensar en varias ocasiones.

Y es que sabía que Ran, era un tanto especial, unos meses atrás se metió en problemas serios junto con Reimon, aunque sigue en ello, ahora no le prestaba tanta atención. Y eso se convirtió como en un hobby para él. Reimon muchas veces me contó sobre sus peleas y la brutalidad de Ran, pero de escucharlo a verlo en vivo. Eso era un gran paso. Ahora sabía hasta donde llegaría Ran.




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