» Porque el amor va más allá de lo material, te amo por quién eres, lo que me haces sentir y no solo por lo mucho que me das «
Subo a mi auto, me detengo un poco para poder bostezar. El cansancio era demasiado en mi cuerpo, estás últimas semanas había estado trabajando mucho en un caso extremadamente difícil, pero que quería ganar como fuera posible. Edad personas merecían justicia.
Me abrochó el cinturón y empiezo a conducir para llegar a casa, la pantalla del auto marca las diez con quince. De nuevo me había perdido la cena con mis niños, seguro debían estar durmiendo ya.
Trato de mantenerme despierta para no chocar, cuando veo el portón de rejas de la casa me siento aliviada de estar llegando. Los guardias de seguridad abren la cerca eléctrica y me dan la bienvenida, me apresuro a estacionar frente a la casa. Los empleados luego llevarían el auto al garaje.
Tomo mi bolso y salgo del auto, a medida que me acerco a los escalones que le dan paso a la enorme puerta principal puedo observar a Ran sentado en ellos. Y la sorpresa no es esa, si no verlo vestido de traje. Solo usa cuando va a la empresa y eso hace mucho no pasa.
No lleva corbata y algunos de los botones de esa camisa blanca dejan ver su piel pálida debajo.
—Pero ¿qué haces aquí afuera? Hace demasiado frío.
Llegó hasta donde esta y mi mano toca su mejilla, estaba completamente congelada. Aunque su mano que se pone sobre la mía es cálida.
—Te estaba esperando.
—Pudiste haberlo hecho adentro, está más calentito en la sala.
—Pero quería recibirte yo mismo.
—¿Y a qué se debe este recibimiento tan formal? —le digo refiriéndome al traje.
Se pone de pie y me abraza por la cintura.
—Olvidas que fecha es.
Abro la boca asombrada por ser tan tonta al recordarlo recién ahora.
—Catorce de febrero. Es San Valentín.
—Y nuestro aniversario de bodas.
—Oh dios, lo lamento. Con tanto trabajo lo olvidé, prometo que te lo compensaré, te llevaré a cerrar al mejor restaurante de la ciudad y te comprare lo que tú quieras —Me apresuro a decir.
—Mi ángel, no necesito de todos esos lujos para ser feliz. Con tenerte me basta.
—Pero tú siempre me compras cosas caras y me llevas a tantos lugares que ni los recuerdo todos, este es un día especial para los dos. No solo para mí.
—Bien, entonces si tanto quieres compensarme ¿Aceptarías tener una cena conmigo esta noche?
—Sabes que sí, pero son las diez. Si vamos ahora hasta la cuidad estaríamos casi a media noche llegando al centro.
—No hablo de esas cenas estúpidamente lujosas y vacías.
Ladeó la cabeza al no estar entendiendo, toma mi bolso y me guía de la mano al interior de la casa, deja el bolso en el recibidor y me guía al gran comedor. Que es adornado por velas y rojas frescas en la mesa, junto la porcelana puesta de manera elegante. Digno de una lujosa cena en el the CN tower. Lo volteo a ver mientras él se quita su saco quedando un poco más casual.
—¿Lo hiciste tú?
—Sabes que sí. Se que estabas muy ocupada pero aun así siempre nos atiendes a los niños y a mí. Además, creo que hace mucho no cocino para ti.
—Gracias amor. —me acerco para dejar un beso en sus labios.
—Pero antes de comenzar, hay algo más.
Me toma nuevamente de la mano y me guía al segundo piso para ir a nuestra habitación, pasamos por delante de la puerta de los niños y todo parece sospechosamente en silencio.
—¿Los niños ya están dormidos?
—Bueno... Digamos que los mandé con Reimon a su departamento.
—¡Que! Ran.
—Lo siento mi ángel, quería la casa solo para nosotros dos.
Niego con la cabeza y el solo sonríe como un niño travieso, abre la puerta de la habitación para mí y me acerco a la cama donde descansa un bello vestido de terciopelo carmesí, muy ligero.
—Lo compré para ti, sé que no de las mejores citas que hemos tenido, pero... —lo callo con un beso.
—Me encanta.
Sin esperar mucho me quito el traje de sastre que llevaba y lo cambio por el cómodo vestido que es ceñido de la parte de arriba, pero suelto de la falda que me llega por debajo de las rodillas, parecía de esos vestidos de los ochenta. Ran me ayuda a subir el cierre en la espalda.
—Sabía que te quedaría simplemente perfecto. Estamos listos para la cena.
—¡Espera! Debo de encontrar unos tacones que convienen con el vestido.
—No hará falta.
No puedo evitar mi cara de confusión y luego una de sorpresa cuando me toma entre sus brazos y debo de sostenerme de su cuello.
—Justo como en nuestra noche de bodas. Podría llevarte toda la vida en mis brazos y nunca cansarme.
Me hace sonrojar que me diga tantas cosas lindas, cada vez me convencía más que era cierto lo que dicen las personas: quédate con el hombre que te ame más que tú a él.
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Editado: 23.11.2024