Obsesiva Tortura. Hijos de la Mafia 1

CAPÍTULO 01

DOMINIC

5 años después…

El aroma del jazmín flotaba pesado en el aire, un marcado contraste con el sabor metálico subyacente que siempre parecía flotar en los rincones de mi dormitorio. El tenue resplandor de la lámpara de la mesita de noche proyectaba sombras sobre nuestros cuerpos entrelazados, su piel resbaladiza por el sudor mientras se retorcía debajo de mí.

"Más fuerte", jadeó, su voz era una súplica ronca que avivó el fuego en mis venas. Obedecí, mis manos agarraron sus caderas con una intensidad devastadora mientras la penetraba con una fuerza que rayaba en lo salvaje. A ella le encantaba lo duro, y yo lo revelaba en el dominio, en el control que ejercía entre estas sábanas. Era un baile que habíamos perfeccionado, un ritual tan embriagador como necesario... para los dos.

Sus uñas clavaron lunas crecientes en mi espalda, instándome más profundamente, y yo obedecí con un gruñido, cada embestida puntuada por sus gemidos, una sinfonía de lujuria que tocaba al ritmo de nuestros deseos carnales. Pero cuando el ritmo alcanzó su crescendo, pronunció palabras que cortaron la bruma del placer como un cuchillo.

"Dominame para siempre, cásate conmigo", jadeó, sus ojos fijos en los míos con una intensidad que amenazaba con desentrañarme.

Me quedé quieto encima de ella, la cruda necesidad que me había estado impulsando dio paso a la fría y dura realidad. Mi respiración se hizo pesada, pero no sólo por el esfuerzo. "Sabes que eso no está en nuestras cartas", dije, mi tono fue cortado a pesar del tirón persistente de su cuerpo contra el mío.

Se mordió el labio, confusión y algo parecido al dolor parpadeando en sus ojos. Me ablandé, sólo una fracción. "Necesito una esposa que pueda aportar más que pasión a mi cama. Necesito poder, alianzas... un apellido respetado".

"¿Como las niñas Moratti?" susurró, el apellido es un testimonio del mundo en el que vivimos, donde el amor se inclina ante el legado y la supervivencia.

"Exactamente como las Moratti". Me alejé de ella, la pérdida de contacto dejó un vacío que ninguna conexión física podría llenar. 

El respeto fue la clave para solidificar mi posición en este despiadado mundo mafioso, y si bien el deseo era una fuerza poderosa, palidecía en comparación con la necesidad de poder e influencia.

"Vístete y lárgate", murmuré, con la mirada fija en la ventana oscurecida que daba a la ciudad silenciosa. 

Tomó sus ropas del suelo y colocó cada prenda de nuevo en su cuerpo. 

"Estoy segura de que puedo complacerte que cualquiera de esas niñas mimadas por sus padres" insistió 

"Sabes que no me gusta repetir mis órdenes"

"Zar..." se dirigió hacia mí con el apodo que era conocido en la mafia rusa “El Zar”. Su voz se apagó, pero no me volví. 

El título de mi esposa ya estaba destinado para una sola mujer: Martina Moratti

No quería a nadie más, desde que la conocí, ese día que chocó conmigo, sus ojos robaron mi atención. Eso día era inolvidable, no solo porque perdí a mi padre sino que conocí a la mujer que se convertiría en mi esposa. 

**

Me encuentro de pie en medio del bullicio de la pista de equitación, rodeado de hombres y mujeres elegantes, todos observando con interés la competencia que se desarrolla frente a nosotros. Mis ojos escanean el área con cautela, buscando cualquier señal de peligro, mientras mi mente sigue ocupada con los asuntos de la mafia que me rodean.

Mi padre, el patriarca de los Russo, está en el centro de la reunión. 

Recibo una llamada así que me alejo de la reunión y caminó por los pasillos. 

De repente, el estruendo de las explosiones estalla en el aire, interrumpiendo el ambiente sofisticado y llevando el caos a la tranquila competencia de equitación. La confusión y el pánico se apoderan de la multitud, y mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras me apresuro a evaluar la situación.

Corro hacia el lugar de la explosión, mi mente calculando posibles escenarios y consecuencias. Entre el caos, la noticia llega hasta mí como un puñetazo en el estómago: mi padre, el hombre que lideró con mano firme a nuestra familia durante años, ha sido asesinado en ese atentado.

Corro por los estrechos pasillos, mi mente aturdida por el caos y la incertidumbre que envuelven el día. El estruendo de las explosiones aún resuena en mis oídos, y mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras busco desesperadamente a mi padre - su cuerpo- entre la confusión.

De repente, una figura aparece frente a mí, moviéndose con rapidez a través de la multitud en dirección opuesta. No tengo tiempo para esquivarla, y chocamos con fuerza. El impacto me sacude, y por un instante, el mundo se detiene.

Cuando levanto la mirada, me encuentro con unos ojos que parecen contener un universo entero en su profundidad. Su cabello oscuro ondea al viento, y su rostro está iluminado por una mezcla de sorpresa y preocupación. En ese momento, algo se enciende dentro de mí, una chispa de reconocimiento que trasciende el caos que nos rodea.

No puedo apartar la mirada de ella, como si estuviera hipnotizado por su presencia. En medio del tumulto y la tragedia, encuentro una extraña calma en su mirada, como si todo el caos del mundo se disolviera en ese instante.

Es un instante fugaz, pero en ese breve encuentro, siento como si hubiera encontrado algo que he estado buscando sin siquiera saberlo. Un destello de algo más grande que yo mismo, algo que va más allá de las sombras en las que he vivido.

“Ve”

Es lo único que puedo decir, ella se aparta, desapareciendo entre la multitud como un sueño efímero. Me quedo allí, paralizado por la sorpresa y la intriga, con el eco de su presencia aun resonando en mi mente.




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