-39-
El trauma te vuelve débil, te vuelve una presa facíl.
No sé cómo esta situación se había vuelto tan traumática para mí. En qué momento volví a tener un miedo enorme por una persona que me ocasionaba dolor y asco al mismo tiempo. No recuerdo las veces que he podido dormir bien luego de esa misma noche, donde volvería a repetir la historia nuevamente.
Me sentía débil.
Me sentía asqueada.
Me sentía como una completa basura.
Habían pasado solo unos días y aquello no podía soportarlo, buscaba la forma de salir sin que sospecharan, pero curiosamente, no podía salir y tampoco usar aparatos electrónicos. Me había prohibido todo con tal de que no le contara a nadie el infierno que estaba viviendo.
—A partir de ahora no usaras tu teléfono y tampoco tu computadora, al menos que sea para los estudios, pero solo tendrás acceso por un cierto tiempo.
Me levanté rápidamente de la cama para intentar agarrar mi teléfono que tenía en mano, pero me percate de que era mucho más alto que yo y que quizás, tenía el control de toda esta situación.
—¿Por qué me lo vas a quitar? No he hecho nada, yo…
Me callé rápidamente al notar su mirada autoritaria, la cual me intimidó por completo haciendo que me callara.
—Kiara, no soy tonto y sé muy bien lo que pretendes. —Dio un paso hacia mí a lo que rápidamente di un paso hacia atrás—. ¿Crees que no sé qué vas a decirle a tus hermanos?
Trague un poco, me ponía nerviosa porque no podía hacer nada, él era más alto que yo y más fuerte, yo estaba débil y golpeada. No podía enfrentarlo porque sabía las consecuencias y aunque en mis planes estaba llamar a James o llamar a Logan, no podía, porque lo conocía.
Lo conocía bien y aun así no podía hacer nada.
—Mientras estás bajo mi techo haces lo que yo digo.
El tono que había usado en la oración me había asustado un poco, más de lo que imaginaba porque sabía a lo que se refería.
—¿Le haces lo mismo a tu hija? Ya no lo haces porque estoy yo, ¿no?
Su mirada de odio fue lo único que recibí de su parte, sin olvidar que agarro mi cara con brusquedad mientras apretaba mis mejillas con fuerza haciéndome soltar un quejido de dolor.
—Sabes muy bien que nadie te va a creer lo que sucede, ¿verdad? —Me soltó rápidamente para agarrar mi cuello con la misma fuerza a lo que intente quitar sus manos, pero fue imposible—. Nadie te va ayudar, y nadie te va a creer, ¿También lo sabes? Así que cuida tu maldita boca y evita algo peor.
Y al decir eso me soltó rápidamente lo que me hizo toser por la falta de respiración y el dolor que causaba en agarrar mi cuello. Eso no fue todo desgraciadamente porque me había acorralado a la pared a lo que temí unos segundos por lo que me podía suceder.
Y entonces sucedió.
Pasó una de sus manos por mis pantalones de pijama hasta tocar mi zona íntima lo que me hizo cerrar los ojos con fuerza evitando llorar en ese preciso momento. Me sentía como una maldita cobarde, porque había sido abusada todos estos años por él y no he podido hacer nada porque nadie me creía.
—¿Qué vas a hacer, Kiara? —Se acercó a mi oído hablándome mientras continuaba tocándome a lo que sentí un completo asco—. Eres solo una niña que no puede enfrentar a su padre, ¿y sabes por qué? Porque eres muy débil, Kiara.
Es un maldito enfermo.
¿Por qué no haces nada para detenerlo?
Sin más me soltó a lo que rápidamente limpie mis lágrimas. El solo soltó una risa cínica mientras agarraba mis cosas para llevárselas.
—Ya entiendo muchas cosas. Por lo menos ya sé porque todos los chicos que tienes terminan grabándote videos.
Aquello fue lo suficiente para sentirme en pedazos. Sabía lo del video y no esperaba que él lo supiera, tampoco quería, pero al parecer había llegado hasta sus manos. Cuando salió de la habitación decidí cerrarla rápidamente con seguro, lo único seguro que tenía en estos momentos era mi habitación.
Me sentía tan sola.
Tape mi boca rápidamente evitando soltar un sollozo, pero se me hizo imposible al igual que evitar mis lágrimas. Solo opté por llorar sentada en el piso porque era lo único que podía hacer.
No sé en qué momento pasé de tener un buen peso a notar que mi cuerpo estaba cada vez más débil y que estaba bajando continuamente de peso. Mi cuerpo pasó de no tener ni un rastro de violencia a tener varios moretones, incluso algunos rasguños en mi rostro.
Esto es un maldito infierno.
Aquel pensamiento pasaba todas las noches por mi cabeza e incluso buscaba la forma de escapar y pedirle ayuda a alguien, pero la ciudad estaba muy lejos del pueblo y no podía hacer nada, no por mi cuenta.
Al menos que le pidiera ayuda a alguien.
Pero habían pasado unas dos semanas desde que había llegado, y claramente quería desaparecer de ese lugar lo más antes posible, buscar la opción de que alguien me ayudara a salir de aquí.
Editado: 21.02.2025