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El anónimo.
¿Dónde estoy?
¿Qué me ha pasado?
¿Por qué estaba en un lugar donde olía a humedad y a algo metálico?
Abrí mis ojos tratando de calmarme ya que aun sentía la adrenalina correr por todo mi cuerpo. Me costó acostumbrarme a la luz que había para abrir los ojos y detallar el lugar en donde me encontraba. Era un sótano.
Y empecé a entrar en conciencia de lo que había sucedido.
Intenté moverme de mi sitio, pero no podía, estaba atada a una silla. Vi el lugar una vez más y era espeluznante, una sola bombilla que era la que tenía encima de mi cabeza, una mesa, la cual no alcanzaba a ver, a pesar de ser oscuro el frío se me hizo insoportable en ese momento. No había nada en este lugar, solo aquella mesa y yo atada a una silla. Quería moverme pero creo que era algo imposible, las muñecas me dolían debido al fuerte agarre, mis piernas las tenía atadas a los extremos de la silla.
—Mierda. —Me dije a mi misma mientras veía mí alrededor en busca de ayuda, pero fue imposible.
Gritar era una de mis opciones, pero me di cuenta de que el sótano estaba lo suficientemente lejos y nadie me iba a oír así me estuviera muriendo, no tenía nada cerca como para poder ayudarme a apoyarme, estar en este lugar me daba ansiedad.
¿Por qué me tenía que estar en un sótano solitario sin poder hacer nada? ¿Por qué me había dejado de esta forma?
Suspiré dándome por rendida, porque ninguna de mis opciones era la mejor. Mire nuevamente mis pies tratando de moverme pero fue imposible.
El silbido.
Su silbido era terrorífico, me recordaba a lo que pasó antes de que perdiera la conciencia. Mire la escalera que tenía al frente mío, no podía ver mucho pero si escuche sus pasos resonar en la habitación de la misma forma que su silbido. Mi respiración se entre corto dejándome asustada porque realmente no sabia que podria hacerme.
Quería salir de aquí cuanto antes.
—Oh...—Aquella voz ronca y fría, me había hecho salir de mis pensamientos—. Kia ha despertado.
Lo había dicho en aquel tono tranquilo, pero había pronunciado cada palabra con lentitud mientras intentaba buscarlo por algún lugar de la habitación, no podía verlo en ningún lado por la oscuridad. Hasta que por fin se dejó ver la cara, se acerco a mi dejando que la luz de la bombilla me dejara apreciarlo de mejor forma, tenia sus manos dentro de su vaqueros mientras que tenia un sueter de color negro, que me hizo preguntarme a mi misma porque no lo cargaba puesto cuando estabamos en el bosque. Su mirada recayó en mí de una manera muy distinta, su aire de superioridad me recordó a su hermano Damon por lo que frunci mi ceño confundida, pero mi mirada viajó por su rostro también dándome cuenta de que esta vez cargaba el piercing en su nariz y su cabello se veía incluso más despeinado.
¿Por qué ahora estaba de esta forma cuando hace unos meses dejó de usar su piercing?
Trastorno de la identidad disociativo.
Pestañee un momento recordando lo que él me había dicho anteriormente e incluso llega a pensar que la persona que tenía frente a mis ojos no era él.
Por instinto intenté soltarme, pero fue algo imposible. Me percate que él se había acercado un poco más logrando que me detuviera, lo tenía justo al frente de mí. Se tomó unos segundos para agacharse y quedar a mi estatura. Sus ojos no eran los ojos grises que había conocido, eran más oscuros y su mirada fría me había recibido rápidamente.
—¿Por qué tienes miedo, mi Kiara? —preguntó en voz baja mientras acercaba una de sus manos a mi rostro pero yo lo esquive rápidamente.
No llores, no llores.
Eso es para cobardes.
—¿Qué? ¿No puedo? —Pregunto haciendo girar mi rostro en su dirección para verlo con dolor y desprecio.
No podía odiarlo, era algo imposible. Pero de igual forma me sentía dolida, incluso usada, me esperaba esto de cualquier persona menos de él. Su tranquilidad me llegó a asustar y a provocar un miedo que ni yo misma sabía descifrar.
— ¿Luego de perseguirme por un bosque, atarme a una silla y drogarme, me preguntas eso?
—Brownie...
—Kiara. —Corregí—. Para ti soy Kiara, deja tu estupido apodo.
Ian me miró sin decir nada, pero sabía que mi forma de hablar le había molestado cuando suspiro pesadamente bajando su cabeza un momento.
—Kiara, no lo hago por gusto. —Susurro.
—¿Y entonces qué? ¿Lo haces porque te causa placer? —Pregunte de la misma forma.
Silencio.
—Ian, tú lo prometiste.
Mis ojos se le empezaron a acumular lágrimas, pero aun así no dejé que salieran y corrieran por mis mejillas. Por un momento pensé que se reiría, pero no, no dijo nada, solo veía como intentaba contener mis lágrimas.
Odio tener que ser vulnerable al frente de él.
—Prometiste que cuidarías de mí, de que no...—Susurre con mi voz entre cortada— no me harías daño y ahora me tienes atada a una puta silla.
Editado: 21.02.2025