Ocaso Rojo. El arrepentimiento de una princesa

Capítulo II

Con paso mezquino se dirige a casa. El viento juega con su cabello negro. El sol lentamente se oculta para dejar de bañar con sus rayos, la piel canela de María de la Luz, quien suspira y en momentos se detiene para ver alrededor de ella, pero casi gente en las calles no hay.

Las pocas personas que se visualizan pasan junto a ella sin hacerle caso. Los rostros de hombres y mujeres son de miedo.

Aquel viento apacible hace unos momentos, cambia y ruge con fuerza, tratando que María de la Luz se apresure a llegar a casa. La oscuridad se acerca, y con ella los monstruos nocturnos que quieren destruir cualquier esperanza humana.

Con pesar María de la Luz levanta la cara al horizonte y ve como lentamente los rayos del sol pierden fuerza hasta casi desaparecer. El reloj que lleva en la mano marca las ocho de la noche en punto. Sin prisa, el caminar de la joven se hace más lento, en sus ojos hay poca esperanza, la cual se diluye en la desesperación que la invade.   

Sin saber exactamente el cómo llegó a casa, María de la Luz por un momento se detiene en la entrada, respira para tranquilizar la mente, para lidiar con lo que adentro se encuentra.

Con la mirada recorre la fachada de la casa, la cual está deteriorada, nadie le ha hecho un mantenimiento desde hace años. Y como si fuera entrar a un lugar del cual jamás saldrá, gira la cabeza para ver por última vez el ocaso rojo que le regala la naturaleza.

Con suavidad, María de la Luz pone la llave en la cerradura de la puerta principal, y con lentitud empieza a girarla. Al notar que la llave no da más vuelta, la quita y termina de abrir la cerradura jalando un cordón, el cual hace que la puerta se abra sin problema alguno. Con lentitud y mucho cuidado de hacer el menor ruido, abre la puerta y con la misma delicadeza la cierra.

Al escuchar el ruido de la puerta, dos niños de 5 y 8 años se asoman para saber de quién se trata, al ver que es María de la Luz la reciben con cariño. De inmediato le preguntan:

–¿A dónde fuiste hermana?

Pero ella no les hace caso, se dirige a la segunda habitación que tiene una cortina como puerta. En una cama desarreglada está dormida su madre, quien aún no despierta. El alcohol que ingirió hasta altas horas de la madrugada hace que su sueño se prolongue más allá de las ocho horas habitúales. De puntillas María de la Luz se retira para hacerle de comer a sus hermanos.

La casa donde vive María de la Luz no es grande, es de una sola planta, consta de dos habitaciones, un baño, una pequeña cocina y un área moderada donde está sala y comedor juntos.

El reloj que está colgado en una pared marca las 8:30 de la noche, y de esa forma inician los ruidos de detonaciones de armas y sirenas de los cuerpos de emergencia.

El ruido de los disparos es estridente y tan nítido que pareciera que en aquella ciudad hay una guerra.

El cielo azul oscuro es iluminado por pequeños destellos de balas que son disparadas de un lugar a otro. Helicópteros sobrevuelan a baja altura y los tripulantes al ver algo sospechoso disparan a matar. Las personas que no encontraron refugio huyen, corren, se tropiezan y son heridas por balas perdidas.

Los incesantes ruidos de balas que se escuchan en la calle no cesan, todo lo contrario, aumentan en intensidad al pasar las horas. Cualquier persona normal al escuchar aquella batalla, haría que se agachara y tuviera miedo. Pero María de la Luz y sus hermanos se han acostumbrado a escuchar y mirar el resultado de la guerra contra las drogas que se suscita en las calles de Ciudad Juárez.

Al terminar de cenar, María de la Luz y sus dos hermanos, se dirigen al cuarto donde duermen, para que ella, les lea cuentos y así distraer las mentes de los pequeños, de una guerra, en la cual ninguno de ellos quiere participar.

Las manecillas del reloj corren con lentitud, el ambiente dentro de la casa es caluroso, pero María de la Luz no se atreve a abrir las ventanas para hacer que el viento entre a la casa y refresque un poco, así que enciende el aire acondicionado.

Aunque no hay toque de queda oficial, sabe muy bien María de la Luz, que el salir a esas horas, sólo sería para jamás regresar con su familia. Sabiendo el destino que le espera, prefiere mantenerse encerrada bajo ese techo junto a sus hermanos, quienes necesitan de su ayuda.

Gritos de desesperación se pueden escuchar en las calles. Los rechinidos de los neumáticos de los autos por frenar de súbito, es la constante en aquel lugar donde toda imaginación y sueños buenos, se han diluido entre sangre, desesperación y muerte.

Al terminar de leerles a sus hermanos, María de la Luz ve la hora en el reloj, son las 10:21 de la noche. Sin mucho que hacer y siendo temprano para dormir, pone un poco de música vernácula mexicana en la radio, para practicar los pasos del baile folclórico mexicano que se ha convertido en su pasión.

Sus hermanos se la quedan viendo, admirando los pasos hipnóticos llenos de tanta alegría y paz. Lentamente los párpados de los pequeños se van cerrando y con una gran sonrisa en sus rostros, se quedan profundamente dormidos.

María de la Luz al notar que han perdido la lucha con Morfeo sus hermanos, baja el volumen de la música, para mitigar un poco el ruido que proviene de las calles. Se pone su pijama que tiene un estampado que dice: princesa, escrito en inglés. Antes de meterse debajo de las sábanas va a verificar que la puerta principal y ventanas estén cerradas. Con cuidado se asoma a ver a su madre quien duerme profundamente y en voz baja le dice: «Buenas noches, mamá.»



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En el texto hay: traicion, amor, odio

Editado: 03.05.2022

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