Ocaso Rojo. El arrepentimiento de una princesa

Capítulo II

En el vehículo en donde se mueve Abigaíl y Patrick, empieza a ganar velocidad para llegar lo más rápido al centro de Londres. Todo obstáculo que hay delante es quitado por policías que cierran calles para que aquel hombre perteneciente a la organización más poderosa del mundo llegue de manera rápida hasta destino.

Las personas sorprendidas ven pasar a los autos a gran velocidad. Una ligera llovizna empieza a caer. La mañana gris y fría se vuelve aún más. Los autos aminoran la velocidad al llegar a una zona residencial de Kensington. La caravana se detiene enfrente de una casa de tres niveles con columnas romanas puestas en la entrada principal.

El auto donde viaja la pareja queda enfrente de la bella entrada. La lluvia se hace más intensa y caen grandes gotas, que se escuchan golpear en el toldo del auto.

Los Legionarios bajan de los vehículos sin importar que afuera el cielo se esté cayendo. Con tranquilidad toman posiciones para resguardar la integridad de Patrick y Abigaíl. Con paso lento y mirando a todas partes, dos Legionarios se dirigen a abrir la puerta para que pueda descender la pareja.

Abigaíl sujeta con fuerza la mano de su esposo, Patrick la mira y le regala una sonrisa dulce, llena de amor. El primer en apear del vehículo es Patrick, quien es recibido con un paraguas para protegerlo del clima.

El hombre inglés y galante le ofrece la mano a Abigaíl. Con miedo desciende la esposa de Patrick, que se siente incómoda de estar en el Edén. Dan pocos pasos hasta llegar a la entrada de la casa.

Sin perder el tiempo Patrick toca el timbre. Abigaíl se ciñe al brazo de su esposo. Poco tiempo pasa para que alguien abra la puerta, con sorpresa e incredulidad Abigaíl ve a la mujer que atiende el llamado. De inmediato el rostro de Abigaíl se transforma y se refleja con claridad el odio y coraje que le produce ver a la señora.

La dama que atiende la puerta también se sorprende a ver a Abigaíl, no sabe que decir. La anfitriona desvía la mirada para no ver el rostro de la mujer que está junto a Patrick, pero sin importar las condiciones Abigaíl habla con enojo:

–Para qué desvía la mirada, acaso mi rostro ¿le trae malos recuerdos?

–Por favor, no es momento de decir más, en el futuro todo caerá por su propio peso –dijo la anfitriona tratando de poner mesura.

Pero sin importar aquellas palabras, Abigaíl pierde la poca calma que tiene. Sin recato entra a la casa sin ser invitada a pasar, el odio que hay en ella explota.

–Todo caerá por su propio peso, señora, por su maldita culpa mis hijos han sido secuestrados –del rostro de Abigaíl cayeron lágrimas, pero a pesar de eso, continuó–. Tal vez usted tenga todo en este mundo, pero yo sólo los tengo a ellos.

El rostro de la anfitriona palidece al escuchar aquella noticia, pero sin importar que la señora se vea confundida, Abigaíl la encara:

–Ahora devuélvame a mis hijos, ellos son míos, usted los despreció hace años o acaso no recuerda –en los ojos de la anfitriona se empezaron a formar lágrimas. Patrick no interviene sólo se limitaba a ver la escena–. Hice lo que me pidió, me fui. Jamás vine a pedirle algo de su fortuna, para que ahora me quiera quitar lo único que me queda… Como pidió mis hijos no saben quién es su familia y sólo usted sabe de su existencia, así que entréguemelos.

En estado de shock, la anfitriona retrocede unos pasos para sentarse en el sillón que está en la entrada. La mujer se lleva la mano a la boca, no responde a las agresiones verbales de Abigaíl. Patrick cierra la puerta dejando fuera a los Legionarios que lo custodian.

Abigaíl detiene el ataque al ver que la señora no responde. Patrick al ver la situación trata de tranquilizarla, pero la adrenalina que hay por todo el torrente sanguíneo de una madre desesperada, hace que toda palabra no sea escuchada.

–Calma Abigaíl, ella no tiene la culpa, te lo puedo asegurar –dijo en voz baja Patrick.

–Defenderás a tu madre, por ella me fui lejos, no recuerdas todas las amenazas que me hizo, cuando estuve embarazada de tus hijos y aun así te pones de su lado –dijo encolerizada Abigaíl.

Sin tener otra forma de calmar a su esposa, Patrick la abraza con fuerza, ella trata de zafarse, Abigaíl golpea el pecho de Patrick, llora, y dice una y otra vez: «Por qué ellos.» Patrick le habla con dulzura al oído:

–Sé que tienes miedo, amor, pero recriminándole a mi madre el pasado no resolveremos nada.

Abigaíl sin poder dejar de llorar de nuevo abraza a Patrick, quien lo único que puede hacer es acariciar el cabello de una mujer y madre afligida.

Al pasar los minutos la madre de Patrick se recupera de la impresión de la noticia y se acerca con Abigaíl para decirle.

–No sé en donde están mis nietos, discúlpame. Pero de inmediato iré a buscar respuestas.

La madre de Patrick se levanta del sillón, toma un abrigo que hay en un gancho en la entrada, y sale.

La lluvia ha disminuido, los Legionarios que esperan en la entrada al ver a la dama ponen rodilla a tierra, pero la mujer con desesperación les pide a esos hombres que la lleven a la sede de la organización.

La mujer a borda el mismo vehículo en el cual llegó Patrick. El conductor al ver por el retrovisor, y notar quien está sentada en la parte de atrás, arranca el auto y sin hacerla esperar conduce con velocidad por las calles estrechas de Londres.



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En el texto hay: traicion, amor, odio

Editado: 03.05.2022

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