Al anochecer una ligera lluvia empieza a caer en la isla. Una brisa fría sopla por todo el lugar. En el aeropuerto ya se encuentran reunidos los monaguillos que fueron seleccionados por Oziel. El nerviosismo y miedo es indudable en las caras de todos, algunos de los monaguillos ya adultos, tiemblan de miedo al no saber que les espera en los Picos de Europa.
Brittany está junto a su madre, quien la cubre con un paraguas mientras esperan que el avión que los transporte esté listo. Nadie habla, los nervios hacen que todo el ambiente sea tenso. Aurora abraza a su hija con fuerza para calmar el miedo que hay en ella.
El avión con lentitud empieza a avanzar por la pista para estar en posición para partir. Después de unos minutos se detiene, abre la puerta trasera, para que los monaguillos suban sin dificultad. Con temor empiezan el lento caminar hacia el avión. En una mesa en la entrada de la nave, se encuentra el equipo necesario. Con lentitud todos se ponen chalecos antibalas y lo adicionan con gruesas láminas, que hace que el equipo sea más pesado de lo normal.
Sujeta con fuerza Brittany a su madre, no la quiere dejar, su cuerpo tiembla y en momentos palidece.
–No quiero dejarte ir hija, pero sé que tu padre será el mejor ángel guardián para que regreses a mis brazos –dijo Aurora.
No sabe qué decir Brittany, pasa saliva por la garganta para tratar de hablar, pero las palabras que salen de sus labios son inconexas y poco claras, así que decide abrazar a su madre con fuerza.
–Es hora, Glorificada –dijo el copiloto.
Sin poder detener el tiempo Aurora deja que su hija suba al aparato. Con algo de miedo Brittany empieza a ponerse el equipo, pero sus manos están descoordinadas así que su madre sube para ayudarla.
–Recuerda que tienes que regresar a mí –dijo con la voz quebrada una madre a una hija con temores recorriendo todo su endeble cuerpo.
Brittany con un dulce beso en la mejilla se despide de su madre y se dirige a un asiento para colocarse el cinturón de seguridad. Aurora sin poder hacer algo real para detener todo, se baja de aquel aparato militar para dejarlo despegar.
El avión rueda por la pista hasta llegar al final. Todos los monaguillos que están dentro cierran los ojos y se sujetan con fuerza del asiento o de lo primero que encuentran. Los motores empiezan a acelerar e inicia el despegue.
Desde un lugar seguro Aurora ve como el avión acelera. Las lágrimas recorren por sus mejillas, las cuales se confunden con las gotas de lluvia que resbalan por el rostro. El avión emprende el vuelo y con lentitud desaparece en la noche oscura. El ruido del motor se va disipando hasta que todo queda en silencio en el aeropuerto. Aurora se mantiene inmóvil dejando que la lluvia la empape.
A bordo del avión nadie habla, se miran de reojo, sonrisas tímidas se regalan, pero nadie tiene el humor para hacer plática. Los minutos se hacen horas, todos pasan al baño constantemente, otros más les gana el sueño y se quedan dormidos en los asientos.
La oscuridad lentamente se disipa y los rayos del sol atraviesan las ventanas del avión. Los pilotos hacen una pequeña escala para llenar de nuevo el tanque de combustible y seguir volando. Situación que es aprovechada por los monaguillos para estirar el cuerpo dentro del avión y comer algo.
A las 8 de la mañana reinician el vuelo, los motores son encendidos y el piloto da la señal que se abrochen los cinturones.
Dentro del avión las horas son largas y tediosas, al pasar cerca de 11 horas de vuelo, el piloto de nuevo habla a la tripulación e indica que pronto llegarán a destino. Por las ventanas sólo se ve oscuridad y un cielo estrellado. Con lentitud el avión toma posición para aterrizar y sin contratiempos así lo hace.
El avión es conducido por la pista hasta un lugar solitario donde ya listos están Patrick y Oziel.
La puerta del avión de carga se empieza a abrir lentamente y con titubeos bajan los monaguillos. Brittany al ver a su padre corre a abrazarlo con fuerza, padre e hija se funden en un largo abrazo. Brittany de inmediato le hace saber sus miedos.
–No te preocupes hija, no te pasará nada, yo siempre te estaré vigilando, recuerda eso y te aseguro que sobrevivirás.
–Gracias por lo que haces y no te preocupes que no te pasará nada, no sólo tu padre te cuidará, también yo lo haré –dijo Patrick a una joven que tiembla de miedo.
Sin hacer esperar más a los demás monaguillos se dirigen hasta donde están armándose e inicia el discurso Oziel. Pero antes de poder hablar, todos al verlo ponen una rodilla al suelo, de inmediato Patrick pide que se paren y comienza a hablar Oziel:
–Jóvenes los he elegido por ser los mejores en sus clases. Estamos aquí para hacer una operación de alto riesgo, les pido mucha concentración. En los Picos de Europa hay rehenes que deben de ser rescatados, son dos niños y una jovencita. Hay cerca de 40 hombres bien armados que no dejarán que rescatemos a nuestros objetivos.
–Perdone Glorificado, pero ellos son más que nosotros, no cree que sea peligrosa la misión –dijo un monaguillo temeroso.
–Eres un futuro Arcángel y te aseguro que eres muy superior a ellos. No temas, sigue mis indicaciones al pie de la letra, y te aseguro… les aseguro que todos regresarán para recibir sus alas.