En el helipuerto del hospital se encuentra Elia y Abigaíl a la espera de la llegada de María de la Luz. Personal médico ya está listo con todo el equipo necesario.
El ruido del motor del helicóptero se puede escuchar cada vez más fuerte al irse acercando. Con lentitud el helicóptero empieza a descender, el personal médico corre con la camilla, al ver la puerta abrirse. El primero en apear es Patrick, ataviado con el equipo que usó para salvar a su hija. Con cuidado los médicos ponen el cuerpo de María de la Luz en la camilla para ingresarla.
Al dejar de girar las hélices del helicóptero, Abigaíl se acerca con tímidos pasos, para ver a su hija. Al poder ver entre los huecos que deja el personal médico se da cuenta del estado de salud de María de la Luz, lo cual no soporta su endeble mente y sin más, se desmaya. Patrick corre a levantarla para que los médicos atiendan a su hija de inmediato.
Entre el caos Patrick no ve a su madre, quien mira horrorizada como ha quedado su nieta después del secuestro. La primera reacción de Elia al ver a su nieta es llevarse la mano a la boca, de esa forma ahoga el sollozo ruido de su dolor. De sus ojos azules caen lágrimas, que pasan inadvertidas para la gran mayoría.
Los médicos sin darle importancia a Elia corren para llevar a María de la Luz lo más pronto posible al interior del hospital. Patrick entre el caos va detrás del personal médico cargando en sus brazos a Abigaíl.
Elia se queda en estado de shock, no puede moverse. El viento un tanto adolorido por lo que observa, sopla para jugar con el cabello negro de la abuela arrepentida.
Un piloto del helicóptero, al ver la situación, desciende y con amabilidad le dice:
–¿Está bien, Glorificada?
Elia con un movimiento suave de su cabeza asiente. Aquel piloto le ofrece la mano y la lleva al elevador para que esté junto a su nieta. Al llegar a la sala de emergencia, Patrick está platicando con la doctora quien le dice con voz calmada:
–No te preocupes, todo estará bien.
La mujer da media vuelta y se retira de inmediato al escuchar las palabras: «Todo está listo, doctora Aurora.»
Sin poder hacer algo de utilidad Elia se sienta en un sillón que está en la sala para conseguir paz. Patrick corre para ver cómo se siente Abigaíl, quien es atendida en un cuarto separado.
El reloj de manecillas que está en la sala de espera se mueve con lentitud. El movimiento del sol va pasando, y los colores del astro rey cambian con sutileza al transcurrir el tiempo.
Al dar las 8:30 de la noche, las grandes puertas que llevan a los quirófanos se abren. Aurora con paso lento y visiblemente cansada, se dirige con Patrick, Elia y Abigaíl.
Elia se levanta de súbito del sillón al ver a Aurora, y corre a preguntar preocupada:
–¿Cómo está mi nieta?
–Todo está bien, María de la Luz se recuperará, tardará semanas en poder recobrar su estado de salud –dijo la madre de Brittany con serenidad–. Se le hicieron algunas cirugías, las cuales no ponen en peligro su vida, tiene algunos huesos y costillas rotas. Por ese motivo no podrá irse del hospital hasta que la dé de alta, no quiero pasar nada por alto, y hacer que regrese de nuevo a aquí.
Al terminar de escuchar las buenas noticias, todos respiran aliviados.
–¿Puedo pasar a ver a mi hija? –preguntó Abigaíl, ansiosa.
–Claro, pero no podrán hablar con ella, está sedada. La enfermera los acompañará –dijo Aurora.
Una enfermera se acerca para acompañar a Patrick y Abigaíl hasta la habitación donde se encuentra María de la Luz.
Elia no se mueve, se queda junto a Aurora para preguntar:
–¿Qué haces aquí?
–Tal vez no podía participar en la operación de salvamento, pero nadie dijo que no podía atender a los monaguillos –dijo visiblemente cansada Aurora mientras se arrancaba la mascarilla quirúrgica.
–¿Cómo está mi ahijada? –preguntó Elia.
–Físicamente se encuentra bien, con heridas que no ponen en peligro su vida, por desgracia, psicológicamente es lo que más me preocupa, espero que con terapia pueda seguir adelante.
Apenada Elia, pide hablar con ella, así que las dos se dirigen hasta la habitación donde está Brittany. Al llegar Elia le pide a Aurora que le deje a solas con su ahijada.
Brittany no escucha cuando entra Elia al cuarto, está absorta en su pensar. Mira por la ventana tratando de esa manera encontrar paz y olvidar.
Elia se para detrás de Brittany y empieza a hablar con nostalgia:
–Jamás conocí lo que era el amor, mi mundo era solamente la organización, pensando erradamente que tenía que vivir para ella, dejando de lado cualquier sentimiento, y así fue por muchos años. Amenacé, para de esa forma ganar lo que jamás iba a tener y peor aún, mentí. Mandé a vivir a mis nietos en las peores condiciones, y sabes; después de tanto mal, esperé que Dios me castigara. Pero en vez de darme una puñalada aquel ser invisible me regaló aquel sentimiento que pensé que no existía, amor. Sin esperarlo en mí floreció un sentimiento, el cual me llevó a amar a mi nieta. Entre tumbos, fui apreciando los talentos de María de la Luz, los cuales me llevaron a tener un ego exacerbado. En ella vi lo que a muchos se les niega en este entorno desgastante. En María de la Luz te pude ver Brittany. Son dos gotas de agua, las cuales llegaron a este mundo con talento de sobra, la única diferencia notable entre las dos fue que nacieron en dos mundos diferentes –Elia hizo una pausa, se sentó en la cama y prosiguió con la diatriba–. Cuando recapacité de mi proceder, empecé a tener empatía por las demás personas. Ahora con todo el agradecimiento que puede tener un humano como yo, te agradezco lo que has hecho por mi sangre.