Ocaso Rojo. El arrepentimiento de una princesa

Capítulo IV

 

 

 

El reloj de la habitación marca las 11:20 de la noche. Abigaíl cansada se recuesta junto a María de la Luz. Patrick profundamente agotado se ha quedado dormido en una silla incómoda de madera que hay dentro de la habitación. Elia desde un sillón admira a parte de su familia reunida.

Pero sin previo aviso, varias mujeres vestidas de negro entran a la habitación de María de la Luz para revisarla. Elia enfurecida se levanta para reclamarle a las intrusas, pero las mujeres hacen oídos sordos a los reclamos de la princesa Elia y al terminar, por la radio repiten: limpio. Poco tiempo pasa para que un grupo numeroso de mujeres entre acompañando a la reina Alexandra y a su hija Penélope. Elia sin esperar se levanta, se pone en medio de su nieta y su hermana.

 –Vaya que tengo suerte, la noche a traído a la reina de las brujas hasta este lugar, ¿acaso no pueden venir cuando el sol está en todo su esplendor? –dijo Elia

–Buen chiste, aunque algo fuera de lugar sabiendo quien soy yo y quién eres tú, recuerda quien tiene mayor poder –dijo la reina advirtiendo.

–Sé quién eres, ustedes dos tienen poder, pero igual yo, y si quieren una guerra interna como las facciones algún día hicieron, adelante.

–Vaya, con qué gallardía dices esas palabras, pero hasta donde se Elia, fuiste una de las incitadoras o me equivoco… Bueno ya no discutamos más asuntos del pasado –dijo la reina Alexandra tratando de mediar la situación.

Con esas últimas palabras calma todo. Alexandra camina por la habitación mirando desde lo lejos a María de la Luz.

–¿A qué has venido? –preguntó de nuevo Elia.

–Por una extraña razón me quise enterar si atraparon a Matías, pero por desgracia supe que escapó, eso sí que es penoso, pero que se le puede pedir a monaguillos.

–Es increíble lo que dices, sabías que esto pasaría al mandar niños a una misión en donde se requerían Legionarios y me atrevo a decir a Arcángeles, y así querías que fuera atrapado –dijo molesta Elia.

–Si verdad, a quien se le ocurrió esa terrible idea –contestó la reina petulante y con algo de sarcasmo–. Ahora ese hombre está preparando el siguiente plan para vengarse de ti. Por lo que veo es un hombre un poco inestable.

–Eso suena mucho a una amenaza reina Alexandra –dijo el príncipe Patrick.

–No es amenaza, cómo crees, eso jamás podría salir de mi boca. Pero sería muy lastimoso que los hijos de esa plebeya, que está junto a María de la Luz, pasaran de nuevo esta situación. Recuerda que ellos nos son parte de nuestro entorno y serían blancos muy fáciles de eliminar y por lo visto, Matías hará lo imposible para de una vez por todas terminar lo que comenzó. Y, ahora me pregunto, ¿quién las protegerá? Porque al final ellas regresarán a ese mundo inseguro mientras que los dos tendrán que verla desde lejos, sin poder hacer algo.

–Por eso me tienen a mí, su majestad –dijo con mucho respeto Abigaíl.

–Tú, ya no estás para esos trotes, fuiste un gran Legionario, pero esos tiempos ya quedaron atrás, si no fuiste capaz de cambiar los pañales de tus hijos en el pasado, crees que podrás con un ser que fue, monaguillo, Arcángel y al final Glorificado –dijo con mucha certeza la reina.

–No te preocupes le pediré ayuda a Oziel, para que cuide a mis nietos –de nuevo habló Elia.

–Y cuánto crees que tardará tomarse esa decisión hermana, seguramente piensas que días, pero te puedo asegurar que serán meses incluso años. Al final, de nada les servirá porque estarán varios metros bajo tierra tus nietos.

Elia agacha la mirada y no pronuncia nada, Patrick trata de hablar, pero no puede dar una respuesta diferente a la de su madre.

–Sólo digo la realidad –dijo la reina retomando la palabra–. Sé que todo es felicidad en estos momentos, que la paz se respira en todo este ambiente, pero no olvidemos que esa niña, para nosotros es nada, la cual puede morir mañana y a nosotros no nos importaría.

Cabizbaja Elia no sabe que más decir, la reina aprovecha la situación, con un ligero movimiento de la mano hace a un lado a su hermana para que pueda alcanzar a María de la Luz. Abigaíl sin poder detenerla, sujeta a su hija con fuerza, al temer que le pueda hacer algo.

–Sería muy triste que tu nieta sufriera todo esto de nuevo, no crees hermanita –dijo la reina con mucha serenidad–. Así que te propongo un trato, el cual dudo mucho que no aceptes. Podrás vivir junto a esta niña y a sus hermanos se les tratará como Arcángeles, y así poder gozar una vida plena sin miedos. Permitiré que Patrick termine con su matrimonio simulado, para que esté de nuevo con su amor. Con la condición de que todos sus votos como Glorificados dentro de la organización apoyen únicamente mis proyectos. Ustedes alzarán la mano cuando yo o mi hija se los ordenemos.

–Todo este tiempo fue tu plan, ¿verdad? –dijo Elia al descubrir la treta de su hermana–. Tú le informaste a Matías donde encontrar a mis nietos. Que tonta, no lo vi, peque de inocente. Desde el inicio lo planeaste Alexandra, ahora entiendo como Matías pudo conseguir a mis nietos, si yo claramente ordené que nadie informara donde estaban. Siempre fuiste tú.

–Y qué piensas hacer Elia, ¿acaso me quieres matar? –dijo la reina con una sonrisa grande al ver que su hermana entendió–. Ahora que has unido los hilos, quiero que quede claro que este sufrimiento puedo hacer que sea más intenso, ustedes no pueden hacer nada, son inferiores a mí. Ahora decide porque la oferta que traje hoy se va conmigo al salir por la puerta de esta habitación.



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En el texto hay: traicion, amor, odio

Editado: 03.05.2022

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