Ocaso Rojo. El arrepentimiento de una princesa

Capítulo final

Capítulo final

 

 

Los días en el calendario caen como hojas de un árbol en otoño. María de la Luz con dificultades empieza a dar pequeños pasos, los cuales lentamente se convierten en caminatas por el hospital, hasta descansar en los jardines del nosocomio. Un grupo numeroso de Legionarios vestidos con trajes negros, la vigilan y no la dejan en ningún momento a solas.

Todo parece felicidad en la vida de María de la Luz, aquellas nubes grises que una vez tuvo sobre la cabeza empiezan a irse. La desconfianza que tuvo al principio, al conocer a su abuela se ha disipado, en cada plática, donde Elia abre su vida para que su joven nieta entienda quien fue, y los motivos que la llevaron a tomar malas decisiones.

El calendario marca 16 de julio, cumpleaños de María de la Luz, su estado de salud ha mejorado hasta el punto de que la doctora Aurora le dará la alta médica, para que pueda retomar sus actividades habituales.

El día es perfecto, en el horizonte ninguna nube de tormenta hay, y un lienzo azul se posa sobre la cabeza de la joven quinceañera, quien levanta la mirada y respira el agradable viento que desciende de las montañas. Cierra los ojos y deja que la brisa juegue con su cabello oscuro y el sol acaricie su rostro.

El estado de María de la Luz es de paz y quietud. Sentada en la banca del jardín del hospital, mira las aves volar y los insectos posarse sobre las flores. Una enfermera que ha sido escogida por Elia, la cuida en todo momento. Los Legionarios sin expresión en los rostros se la pasan mirando a todas partes para buscar peligros inminentes.

Se siente feliz María de la Luz y lo demuestra cantando la canción: «Ruega por nosotros.» Pero sin previo aviso su débil voz la silencia, al notar la extraña posición que los Legionarios, como la enfermera han adoptado: la cabeza abajo y las manos adelante, en señal de sumisión y respeto.

Todos quien la rodean han dado algunos pasos hacia atrás. María de la Luz, al ver aquella situación, reacciona dando un giro sobre la banca de concreto para saber de qué se trata.

La figura de una mujer lentamente se va formando y al llegar hasta donde está María de la Luz, se detiene. La joven quinceañera palidece, al percibir en el ambiente el mismo perfume frutal que dejó la Soberana en la celda donde fue privada de la libertad.

En cámara lenta va subiendo la mirada María de la Luz, examinando cada detalle del vestido de la mujer que se ha detenido frente de ella. Sobre el cabello de la Soberana hay una corona. Y como si viera un fantasma María de la Luz se asusta y empieza a temblar.

–Por lo que veo me has reconocido chiquilla –dijo la reina Alexandra con soberbia–. Por lo visto no te ha enseñado tu abuela, el cómo debes de comportarte ante una reina.

María de la Luz no sabe que responder ni cómo comportarse. El miedo la paraliza y sólo balbucea.

–Usted es quien me torturó –dijo con problemas la joven mujer.

–Sé me olvidó decirte aquella ocasión niña, que yo soy la hermana de tu abuela y soberana del país donde los nuevos dioses han nacido –la reina levantó más la voz para que todos la escucharan–. Así como la líder de la organización, que puede destruir a toda la humanidad si fuera necesario.

Quiere formar más frases María de la Luz, pero el miedo que siente no le permite hacerlo de manera acelerada como a ella le gustaría.

–Reverénciame María de la Luz, conforme al procedimiento –dijo la reina sin pizca de empatía por la joven.

La convaleciente joven con dificultad trata de ponerse de pie. Lo hace lento, no puede hacer movimientos bruscos todavía.

La enfermera que está detrás de María de la Luz quiere aproximarse para ayudarla, pero la reina con un movimiento de su mano le dice que se retire. La enfermera sin poder desacatar la orden vuelve a la posición que le corresponde, con las manos delante con la cabeza abajo.

–Eres un desastre María de la Luz; además, de no hablar el nuevo idioma de los dioses y hacer que me rebaje a hablar tu idioma inferior, no me puedes reverenciar como es debido –dijo la reina al notar que no puede levantarse.

Con todas las fuerzas María de la Luz logra ponerse de pie para hacer la reverencia que la reina ha pedido. Al tenerla de frente, la reina Alexandra la toma del hombro que tiene herido y con fuerza la empuja hacia abajo para que caiga de rodillas en el césped ante ella.

–Así es como me debes de reverenciar María de la Luz, cuando apenas acabas de conocer a una reina –la joven puso las manos sobre el pasto tratando de no caer por completo–. Creías que tu vida desde ahora iba hacer tranquila, pues te equivocaste.

Sin poder contener el llanto María de la Luz y ante los pies de la reina se desmorona, toda la confianza que había ganado en un segundo se la arrebata la reina.

–Hoy es tu cumpleaños, ¿verdad? –la joven asintió en varias ocasiones–. Entonces es justo que te dé tu regalo, ¿no lo crees? Ahora que sabes que eres descendiente de la sangre real es necesario que asumas el papel que te pertenece.

Un sirviente que porta guantes blancos se acerca a la reina para entregarle una espada. La reina Alexandra la sujeta y empieza a blandirla en el aire.



#8043 en Joven Adulto
#32486 en Novela romántica

En el texto hay: traicion, amor, odio

Editado: 03.05.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.