Ocean

T R E S

Me desperté cinco minutos antes de que la alarma sonara, cosa rara ya que siempre solía posponerla a cada rato para dormir un poco más. Debía quedarme ahí a esperar a que Laï laï despierte para así poder bajar de mi cama. Hoy comenzaría con las sesiones de rehabilitación, no podía dejar de pensar en eso y estaba muy nerviosa.

Revisé mis redes sociales para pasar el rato, no era una chica que se mostraba en las redes, me gustaba mantener mi vida personal en privado, solo utilizaba las redes para chismear. Escuché unos pasos acercarse. La puerta de mi habitación se abrió y Laï laï entro con una deslumbrante sonrisa.

Sus sonrisas siempre alegraban mis días.

—Buenos días, creí que seguirías dormida —canturreo, mientras se acercó a mi lado para depositar un beso en mi frente.

—Desperté más temprano que de costumbre —respondí, dándole una sonrisa de boca cerrada —. Creo que son los nervios.

Ella me regaló una sonrisa jubilosa.

—Te irá de maravilla, cariño —aseguró. Suspiré y asentí —. Ahora vamos a desayunar o llegaremos tarde.

Terminé mi desayuno rápidamente, mientras que Laï laï corría de una punta de la casa hasta la otra, gritando que no encontraba las llaves del auto. Lo único que hice fue observarla aguantando una carcajada porque tenía las llaves en la mano. Obvio que cuando se dio cuenta me reprochó.

Una vez camino al centro de rehabilitación, recibí un mensaje del Sr. Sonrisas:

¿Vienes en camino?

Al fin un mensaje donde no colocaba sus sonrisitas, hubiera sido irritante.

Yo: Si.

Okey admito que el punto al final de la oración fue exagerado de mi parte. Recibí una respuesta casi al instante.

Él: Estoy atrasado:)

Eso debía ser una broma. ¡Otra sonrisa y además de eso me dejaría plantada!

No se lo permitiría, no quería entrar sola ahí adentro y esperar como una idiota. Con toda mi furia y vergüenza acumulada le respondí:

Yo: Más te vale llegar a tiempo, Malakai.

Él: En realidad... estoy bastante atrasado.

Casi tuve el impulso de mandarlo a la mierda, pero es lo que menos quería. Otro mensaje llegó.

Él: Prometo que no tardaré tanto, mis amigos me reemplazaran.

No, no, no y no. Ya era suficiente con Malakai y él me había tenido bastante paciencia. No entraría a ese centro de rehabilitación hasta que el Sr. Sonrisas estuviera ahí.

Gracias Malakai, haz hecho de mi día el mejor de toda mi vida.  

Vaya, la ironía se me daba bien. 

Ahora tenía un nuevo objetivo en mente: No llegar al centro de rehabilitación. El objetivo era difícil, porque estaba casi segura de que Laï laï no daría la vuelta para volver a casa. Pero al menos tenía que intentarlo. 

Plan A: En marcha. 

—Da la vuelta —ordené en dirección a Laï laï. Ella me observó de soslayo y frunció el ceño ante mi orden.

—¿Qué?, ¿por qué? —preguntó sin quitar la vista del camino.

—Malakai está atrasado —le respondí, dejando mi celular a un lado —. No entraré ahí sola.

Laï laï bufó. Sabía que iba a negarse.

—Malia está en recepción, ella te hará compañía mientras tanto.

—Laï laï —me quejé —, por favor.

La verdad es que no me hubiera molestado esperar con Malia, era una señora muy simpática, pero aquí el verdadero problema era que los amigos de Malakai estaban esperando por mí.

Vale aclarar que tampoco era una estúpida niñita tímida y nerviosa que no sabía hablar con demás adolescentes. Si, en mi secundaria tuve amigos que en realidad no lo eran, viví rodeada de personas hipócritas y falsas, no necesitaba más de esas personas. Además, sacar temas de conversación no es tan fácil como parecía.

—Ocean, puedes esperar y tal vez hacer amigos mientras tanto —me sugirió —, te las aguantarás esperando.

Me crucé de brazos como una niña haciendo un berrinche.

—Eres muy cruel —gruñí.

—Lastima, tendrás que soportarme un largo tiempo —replicó. Hice una mueca y solo me concentré en observar por la ventanilla.

Plan A: Fallido. 

Necesitaba un plan B y rápido. 

¡Tirarme por la ventana!

Maldita conciencia suicida. 

Observé por la ventana por un momento y me lo replantee bastante, íbamos a una velocidad prudente, como máximo me rompería un hueso. Lo pensé por varios minutos. 

No, no lo haría. No valdría la pena romperme un hueso. 

Llegamos a tiempo al centro de rehabilitación; al estacionarnos, mis ojos viajaron hacia la entrada y ahí pude ver a un chico bastante alto y a una chica morena con su melena de rizos esperando, mientras conversaban entre ellos. Supuse que ellos eran los amigos que Malakai mencionó. Hice una mueca y me giré hacia Laï laï.

—No quiero, no quiero, por favor, volvamos a casa —supliqué. Lo único que me faltaba era ponerme de rodillas, pero bueno... no hace falta aclarar eso.

—Basta con los dramas, Ocean, es solo esperar adentro —hizo un gesto con la mano para restarle importancia, mientras desabrochaba su cinturón de seguridad.

—En realidad... —vacile con voz finita —, los amigos de Malakai me están esperando ahí afuera.

Ella observó por encima de mi hombro y luego se volvió a mí con una sonrisa eufórica.

—¡Harás nuevos amigos!, ¡¿no estás emocionada?! —chilló. Hice una mueca y me di por vencida. 

—Ya que —bufé —, a la mierda todo.

Con la ayuda de Laï laï logré bajar del auto y juntas nos dirigimos hacia la entrada. Dos pares de ojos se posaron en nosotras y nos regalaron sonrisas radiantes.

¿Es que todo el mundo aquí siempre sonreía?

Diosito por favor, sácame de aquí.

Ya más de cerca pude verlos con detalle. El chico si era bastante alto, mucho más que Malakai, con el cabello castaño largo hasta sus orejas y sus ojos de un color verde muy bonito. La chica aparentaba ser de mi estatura, tal vez un poco más bajita, con rasgos afroamericanos muy delicados y su cabello era un afro de rizos negros, con ojos cafés y largas pestañas negras.




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