"How am I supposed to make you feel okay
When all you do is walk the other way?
I can't tell you how much I wish I didn't wanna stay
I just kinda wish you were gay"
Wish you were gay; Billie Eilish.
—Podría enojarme contigo. Pero tu actitud me parece altamente razonable.
No mentía. A veces fantaseaba con ser un gato también. Y admitía que, en caso de que lo fuese, él haría exactamente lo mismo.
Miró el desastre en su piso caoba y sonrió. Su gata negra de tres años le había visto apoyar el vaso de vidrio sobre la mesa, aún con limonada dentro y se sentó a su lado. Quieta. Curiosa.
Al notarla, él se había limitado a cruzarse de brazos y observarla con una mueca divertida. Ella, aceptando el desafío, solo movió con un ritmo gracioso su patita y decidió que el vaso de vidrio se vería mucho mejor en el piso.
Roto en pedazos. Con limonada extra decorando todo.
Lo hizo alternando miradas con él por cada movimiento, hasta que logró su cometido e hizo un desastre.
Lejos de enojarse, Loki rio. Se preguntaba realmente qué demonios tenía ese animal en la cabeza; habían cosas que eran mejor no saberlas.
Así que solo negó, soltando un bufido gracioso y buscando en su cocina algo para limpiar lo que se había roto.
En otro momento de su vida, hubiese tomado al gato sin compasión y lo hubiese echado por la ventana de su departamento, alojado en el tercer piso del edificio.
Es decir, ¿quién demonios se pensaba que era para romper sus cosas?
Oh, pero no es este el caso, ¿cierto?
La había encontrado en una caja, abandonada, maullando desesperada por hambre y simplemente no pudo dejarla. Ni siquiera él, que siempre se había caracterizado por ser el tipo de persona que odiaba a todo ser viviente en la tierra.
Oh, vamos, ¡siquiera Hitler podía ser tan cruel!
Comenzó con un "solo te quedas esta noche y luego a la calle cuando pase la nevada".
Derivó a un, "no tiene sentido dejarte afuera sola si te la vas a pasar maullando y molestando. Te buscaré un adoptante por internet".
Y terminó con un, "las personas son tan desagradables. Ninguno parece ser apto para cuidarte. No me queda otra que dejarte dormir aquí hasta que sepas valerte por ti misma".
Y luego de tres años, Loki no creía que pudiera hacerlo sola.
Jamás la habia visto intentarlo, pero eso no cuenta.
Tomando algunos paños secos y una pequeña bolsa, se agachó a recoger los vidrios, cuidando que ninguno haya quedado regado por su precioso piso.
En tanto, la otra desgraciada miraba todo con el mentón alto, sentada en su mesa, justo sobre el libro que actualmente leía.
Maldita gata malagradecida.
—Yo también quisiera poner a un esclavo de rodillas para que recoja mis desastres, pero la vida no es tan amable conmigo— musitó por lo bajo, apresurandose a terminar al notar que hora marcaba su reloj en la pared.
Cerró la bolsita, terminó de secar el piso y se apresuró a ordenar todo, odiandose por hacerlo.
Es decir, ¿qué había de su dignidad? Esa que se había empeñado a proteger a toda costa luego de su mala experiencia en la escuela cuando era un niño.
Pues, nada. Seguramente aún la conservaba, pero se arriesgaba a perderla si él se daba cuenta.
Sabiendo que ya estaba por ser la hora, tomó el libro donde su gata estuvo sentada segundos antes de asomarse por el balcón, y se apoyó contra el barandal, fingiendo que leía.
Para ser sincero, llevaba tres semanas en la misma maldita página.
¿La razón? Pues, ahora mismo pasaba trotando por el parque de en frente.
Rubio, con el cabello atado y la barba algo larga pero prolija. Los ojos pequeños y alegres, la respiración agitada y esos increíbles músculos. Llevaba ropa deportiva, audífonos y... ¿esa camiseta era nueva?
Sí. Estaba seguro, no se la había visto antes.
Llevaba una correa en la mano, donde un golden retriever corría con la lengua para un costado, moviendo su cola y manteniendo el mismo ritmo que él.
Bueno, ahí estaba, su gran secreto.
Su enamoramiento platónico con el desconocido que iba a trotar frente a su apartamento todas las jodidas mañanas.
Fue un accidente, de verdad. Loki detestaba a las personas. Simplemente una mañana de mucho calor, quiso continuar su lectura en su precioso balcón lleno de plantas de diferentes especies, y en un descuido, despegó la mirada dos segundos de su libro al escuchar un ladrido.
Fue por puro instinto. Estaba tan concentrado en la lectura, que el potente sonido le desconcertó lo suficiente para que tuvirse que mirar qué ocurría. Allí fue cuando lo vio.
Estaba hecho un desastre esa mañana, no tenía porqué mentir. Llevaba el cabello más largo que ahora, también la barba. Estaba sudoroso, agitado, agotado.
Llevaba una sudadera que alguna vez había sido negra y unos pantalones muy pasados de moda.
Y uno se pregunta, ¿qué demonios pudo haber visto en un ser humano que parecía un vagabundo?
Debe decirlo. Su risa.
No podía apreciar a detalle sus facciones, el brillo de sus ojos, tampoco el resto de las cosas. Pero su risa, escandalosa, sinvergüenza y auténtica, no pudo simplemente pasarla por alto.
La curiosidad nació y se mantuvo durante un año, donde no pudo dejar de mirarlo cada vez que pasaba.
Al principio pensó que fue casualidad. Pero no; ese hombre estaba decidido a bajar de peso. A eliminar esa enorme barriga y a moldear esas torpes piernas. Trotaba cada mañana sin falta, cada vez mejor e imponiendo más fuerza, mejor respiración y resistencia.