Yo conocí a todos los elegidos y me la pasé preguntándome qué extraña aventura me esperaría con ellos.
Zarpamos en cuanto el teniente dió la orden y en poco tiempo ya habíamos llegado a una distancia considerable e ideal para estudiar esa tormenta.
La observamos durante un momento, la brisa que provocaba nos alcanzaba levemente.
El químico y el geógrafo que estaban en el escuadrón no se ponían de acuerdo ni se explicaban el suceso. Uno trataba de almacenar un poco de agua del entorno para ir al laboratorio e investigar su composición. El otro tomaba medidas del viento provocado, la atmósfera, la presión que la tormenta liberaba, todo de manera imperfecta pues lo ideal sería estar más cerca para obtener datos más precisos.
El marino a cargo no quería tomar riesgos innecesarios y seguía manipulando el bote para solo mantenernos a flote lo necesario.
Los demás tratábamos de observar su rango, alcance, si veíamos a alguien atrapado dentro de la tormenta o su dirección de esta.
Pero dentro de ella no se veía muy bien, los relámpagos que caían y una como neblina espesa nos impedía ver a detalle eso. Yo pude ver algunas rocas muy grandes ahí dentro. Como un arrecife, pero las coordenadas en el mapa no señalaban que hubiera alguno ahí. Decidí que la poca visión me estaba haciendo cosas imaginarias. En un momento me pareció ver un enorme velero de esos antiguos, como de la época de los piratas, cruzar por ahí. Por eso creí que la tormenta tenía algún tipo de componente que el aire lo llevaba a nosotros y nos hacía ver cosas raras. Así que guardé mis comentarios.
La escasa tranquilidad que podíamos sentir se terminó cuando un compañero gritó que la tormenta comenzaba a moverse. Yo volteé para corroborar sus palabras y fue una impresión muy grande verla acercarse a nosotros. Nunca había visto un fenómeno así, se acercó a máxima velocidad como si tuviera ojos propios y voluntad de atacar. Nos tomamos desprevenidos y poco pudimos hacer. El marino a carga intentó mover el bote pero esa reacción no fue suficiente, en cuestión de segundos ya estábamos dentro de esa tormenta. Había mucho frío ahí adentro, tenía la sensación de que me asfixiaba con el agua que brincaba tan salvajemente. El ruido de los truenos era tan fuerte que incluso los escuchamos a través de la cascada en la que estábamos dentro.
El color violeta era tan peso que nos impedía ver algo. No pude ni ver a mis compañeros ni lo que les sucedía. Me levanté por la desesperación pero me resbalé con el agua que ya cubría al bote como con medio metro de profundidad. Me levanté mientras el agua escurría por mi rostro, el frío se hacía más notorio y mi cuerpo empezó a temblar por ello.
Pude sentir que alguien había cerca de mí y lo agarré para ayudarnos, pero en cuestión de segundos se perdió nuevamente por un rayo que había caído entre él y yo.
El bote se partió en varias partes y caímos al agua. Yo me intenté aferrar a una sección del bote para seguir flotando pero en realidad la fuerza de la tormenta era demasiada y en poco tiempo caí para ser arrastrado por la corriente.
Estuve siendo revolcado un tiempo incalculable, tragaba agua y con esfuerzo la escupía para respirar, luchando por mantenerme arriba y salir de alguna forma de ese m*ld*t* infierno.”
—Todo eso que me cuentas es muy duro amigo perdón por hacer que recuerdes.—Comentaba Alexander mientras veía al narrador tambalearse de miedo al recordar.—Si tú quieres puedes detenerte, no es necesario que recuerdes esa agonía.
El hombre bebió de un solo trago un caballito de tequila que había sobre la mesa. Anteriormente parecía inapetente pero al narrar la historia era como si le llegaran ganas de hacerlo.
—Estoy bien, creo que contarlo me va ayudar a procesarlo más rápido. Además tienes que saber que pasó con ella después.
—Si puedes contármelo te lo voy agradecer infinitamente. También me hace falta conocer esa historia para procesar su partida.
Alexander, ansioso por el relato, seguía sentado firmemente con ambos brazos en la mesa y sus manos juntas como en señal de oración.
“No sé cuánto tiempo pasó realmente, desperté en un arrecife con mi ropa rasgada mientras el sol me daba de lleno en la espalda y la cara. Cuando abrí los ojos creí que estaba muerto pues el lugar era muy hermoso, digno de llamarse un paraíso. El mar se veía espectacular, brillaba con el inmenso sol como nunca antes lo había visto. Cerca de mí había muchos animales como tortugas, aves y cangrejos. Arriba un terreno con vegetación que nunca había conocido. Flores grandes y coloridas. Además de muchos árboles frutales y armoniosos olores que venían de unas matas.
Me levanté lentamente mientras volvía en si para reconocer el terreno. Caminé sintiendo la mágica sensación de la arena bajo mis pies. Era tan relajante.
Intenté subir más alto y observar al mar para buscar esa tormenta o algún rastro que me diera la ubicación del bote o de algún compañero, pero no había nada ahí. Caminé un poco para seguir recorriendo el lugar sin alejarme mucho de las rocas donde desperté. Lo menos que quería era perderme ahí.
Todo era tranquilidad y un deleite visual hasta que avanzando algunos metros vi algo inusual.
Un grupo de hombres estaban reunidos ahí, cavando un agujero mientras dos señores gritaban suplicando por su liberación.
Esos hombres no estaban vestidos a lo que estaba acostumbrado a ver. Tenían ropa muy desgastada, sus camisas eran de manta y algunos tenían chalecos mientras que otros paliacates y sombreros en sus cabezas. Sus armas parecían muy antiguas. Pistolas largas y casi todos tenían sables desenfundados.
Conté 10 hombres en total que tenían a dos ancianos acorralados que eran los que gritaban por ayuda.
Esos hombres los presionaban para obtener algún tipo de información pero al no recibir la respuesta deseada hicieron uso de la violencia.