Océano de amor

Capitulo 14

Leyendas fabulosas sobre hombres que habían conquistado los mares. Entretenimiento basado en estos peculiares personajes, historias de bandidos que atemorizaban a las personas. Todo en una sola palabra que Alexander había escuchado alguna vez; “Piratas” nada de lo que hubiera imaginado se comparaba con lo que escuchó alguna vez sobre aquellos hombres. Un tema muy importante en los estudios pero sin valor para su vida, hasta ese momento que se cruzó con ellos.

Eran hombres que estaban en posiciones muy cómodas. Algunos sentados, otros recargados en la pared, otros más acostados en el piso sobre una manta, algunos en unas mesas de madera bebiendo y otros más jugando a las cartas. Ninguno estaba en posición de defensa, no se imaginaban un ataque.

La única que estaba en una posición más adecuada era la capitana quien estaba sentada como si de una reina se tratara. Rodeada de sus súbditos que la respetaban pero que les faltaba mucha disciplina para ser guardias reales.

La cueva tenía un mal olor, era difícil identificarlo pero por la peste y humedad obtenía uno muy peculiar. A los ahí reunidos parecía no importarles, quizás ya se habían acostumbrado. Ese olor sin duda hacía desconcertar al marido.

En el lugar había muchas cajas, todas desorganizadas y algunas más regadas. El orden no era el fuerte de aquella tripulación.

La caverna era muy grande y alta, ahí podía caber un ejército entero con muchas provisiones, pero no todo estaba ocupado, había grandes espacios lo cual hacía verlo aún más enorme.

Los pisos no estaban planos, había muchas rocas en niveles, la mayoría era terracería.

Alexander se sorprendió con todo y eso pero también los piratas que lo veían sin moverse. Al parecer nadie lo vio como una amenaza para defenderse.

—Capitana, este hombre quiere quitarle al anciano.—Le dijo uno de los piratas que lo habían llevado hasta ahí y que se había puesto a resguardo.—Tengan cuidado que tiene un arma muy rara.

La capitana había puesto atención en él así como todos los reunidos ahí. Buscaban esa arma de la que hablaban. No fue difícil identificarla, Alexander la tenía a la vista apuntando a todos.

—¿Por qué es rara?—Preguntó uno de los piratas que estaba en la mesa de juego.—¿Tiene más alcance o es más rápido?

—Es mucho más rápido.—Le contestó su compañero.—Pudo hacer más de diez disparos en un segundo.

Todos se maravillaron con esa respuesta. No creían que algo así existiera así que unos pensaron que era una exageración.

—Quizá debemos capturarlo y así comprobarlo nosotros mismos.—Interpuso otro pirata.

—Yo no lo recomiendo.—Le dijo su compañero.—De verdad es muy peligrosa.

Los hombres se levantaron de sus posiciones con la intención de ir hacia él, pero Alexander los detuvo.

—¡Ya basta, no es un juego!—Comenzó a apuntar más severamente.—Liberen a mi amigo y no les pasará nada.

Los piratas comenzaron a reír, no veían como amenaza que un solo hombre alguna vez a una tripulación entera. Lo tomó como una gran broma de aquel hombre.

Alexander no se resistió más y disparó al suelo para hacer una línea entre ellos y él. Cuando los piratas vieron el nivel de alcance se quedaron inmóviles, comenzaron a creer en el poder de aquella arma.

—Detenganase.—La capitana habló por primera vez.—Este hombre es un invitado así como su compañero.

Los piratas se apartaron para regresar a sus posiciones originales. Las palabras de la capitana eran una ley.

Alexander se sorprendió de eso, nunca había visto una lealtad tan intensa como la de esos hombres. Parecían muy desordenados pero en cuestión de lealtad estaban muy bien, eso le hizo admirar a la capitana.

—Su compañero no es un prisionero.—Dijo ella mirándolo seriamente desde su posición.—Lo encontramos en la playa herido, lo trajimos para ayudarle.

La pirata supo de quién se trataba, no era casualidad ver a dos extraños y que no fueran amigos.

—Si es así entonces ¿Dónde está?—Preguntó incrédulo y sin bajar el arma.—Que venga conmigo, demuestra que no es un prisionero.

—El se encuentra en otra sala siendo atendido por nuestro sanadora.—Cruzó la pierna y siguió hablando.—En cuanto lo revise tendremos noticias y lo podrá ver, mientras tanto puedes responder algunas preguntas para nosotros.

Alexander no confió y se desesperó ante tal rodeo. Apuntó su arma contra ella para exigirle que lo llevara con él. Ante esa acción todos los piratas se pusieron en frente para crear un muro. El hecho de ver a su capitana siendo amenazada les hizo reaccionar. Fue la muestra de lealtad más grande que él hubiera visto.

Dicho acto le hizo tener compasión y bajar el arma. No quiso herir a nadie ahí.

Los piratas no se movieron seguían firmes ante el peligro.

Por suerte para ellos Alexander no disparó y puso su atención en un hombre que entraba de una pequeña abertura del lado derecho. Aquel hombre invocó la atención de la capitana sin darse cuenta de la situación.

—El paciente está estable.—Tenía una voz muy aguda.—Tiene varios golpes, parece que algo lo embistió.—Continúo hablando sin darse cuenta del invitado.—Pero estará fuera de peligro. Lo que llamó mi atención son los instrumentos que trae, son muy raros.

—Le agradezco sus atenciones señor Lizo.—Dijo la capitana con una sonrisa.—Puede tomar un descanso.

—Gracias capitana. Veré al paciente más tarde.

El hombre siguió su camino hacia el otro extremo. Caminó sin detenerse hasta que se perdió de la vista de todos.

—¿Lo ve señor?—La capitana se dirigió de nuevo a Alexander.—Su amigo está bien. Solo tuvimos una cortesía. No sabíamos que estaba acompañando.

Alexander seguía sin confiar. No bajó la guardia ni un momento, se estaban llenando de más tensión.

—¿Puedo verlo ahora?—Preguntó sin apuntar su arma pero presionandola fuerte.

—Por supuesto que si.—Extendió su mano a la derecha para señalar el camino.—Es por ahí.



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Editado: 24.03.2025

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