Océano de amor

Capitulo 17

El sol comenzaba a ocultarse pero el intenso calor aún podía sentirse en aquella isla. Calor sofocante incluso más en aquellas horas del día. Las olas del mar comenzaban a moverse más rápidamente, querían recibir a su amiga la luna como era debido.

La tierra en el terreno era muy gruesa, moverse con facilidad no era viable. Los pies se hundían y costaba levantarlos, para evitar que algunos marineros usaran botas pero en esa isla ni con ese material de cuero se podían mantener equilibrados en el terreno.

La fauna que habitaba ahí se alejó debido al conflicto, principalmente las grandes iguanas que caminaban por ahí. Las aves también se movieron, pudieron verso en grandes cantidades dispuestas a buscar un refugio e irse a dormir.

El ruido también atraía a unos cuantos insectos que se alimentaban de sangre, todos querían obtener algo en ese día.

El viento también hizo acto de presencia. Comenzó a soplar en dirección opuesta a la batalla, en su camino levantó tierra y polvo que dificultaba la visión de los que ahí estaban. A su paso se llevaron varios sombreros, paliacates y pedazos de ropa que habían sido cortados durante el conflicto por los sables. Que si bien no acertaban a la piel humana, al menos despojaban de la tela a sus cuerpos.

Muchos piratas del refugio habían salido para comprobar si aquellas bandas estaban luchando, nadie se quería perder un espectác*l* así. El sonido del mortero los habia alertado. Todos estaban ahí reunidos a una distancia considerable para ver la batalla.

Lo más llamativo en ese momento fue mirar a los gemelos perforados por aquellas raras balas que los mataron al momento. Estaban acostumbrados a ver que cuerpos lastimados y moribundos hasta desangrarse, eran las muertes típicas por balas. La única forma de morir al instante era dar en la cabeza.

Pero en esta ocasión vieron como esa arma lanzó varias balas a una velocidad increíble sometiendo a aquellos hombres.

—Quieren más?, ¡Aquí estoy!—Gritó Alexander mientras se dirigía al resto de piratas.—¡Vengan por mí!

Por su mente se asomó la desesperación del recuerdo de su amada Rut, aquella mujer que amaba con tanta intensidad y que había quedado atrapada en ese sitio. No olvidaba lo que tuvo que vivir para cruzar y deseaba que terminara pronto. Quería ir por ella para rescatarla, volver a casa y casarse como habían prometido.

El destino le puso un camino muy difícil y ahora no solo estaba lejos de ella, sino que se encontraba en una batalla para salvar al amigo que lo llevó hasta ahí. Por eso quería acabar con todos sin importar el que.

Algunos piratas lo miraron y al ver a sus capitanes muertos se lanzaron al ataque contra él, pero no pudieron hacer nada. En cuanto avanzaron un par de metros fueron abatidos por el marino y su poderosa arma capaz de lanzar varios tiros simultáneamente.

El resto de hombres se ocultan asustados. La propia tripulación de las rocas negras sintieron miedo. Ni ellos mismos habían comprobado el poder de aquella arma y temían por su seguridad.

Bote también se quedó perplejo, sólo pudo contemplar el poder de su aliado.

Alexander se acercó a los hombres que habían disparado el mortero y les apuntó. Ellos inmediatamente se rindieron y se tiraron al suelo. Alexander se acercó y les dijo

—Llevenos dónde está el dinero.—Seguía apuntándoles a una corta distancia.—Sus capitanes están muertos, su tripulación no existe más, pero ustedes pueden salvarse todavía.

Aquellos dos hombres se miraron mutuamente y con sus ojos acordaron hacer lo que les pedía.

Se levantaron y comenzaron a avanzar.

—Bote, estos hombres nos llevarán por el dinero.—Le gritó a su entonces compañero.—Vamos, debemos apurarnos.

El pirata le hizo caso, al fin su plan había dado buenos resultados.

Les indicó a sus hombres que someterían a los demás piratas enemigos y pidió a un grupo que los acompañara.

Los guías se dirigieron a una cueva muy cerca del puerto. Ahí donde la mayoría de los piratas dejaban sus barcos para llegar al refugio.

En ese lugar era donde habían puesto su dinero y todo el cargamento valioso que llevaban. Lo hicieron cerca de su barco para cargarlo rápidamente, pero a distancia para evitar que otras tripulaciones les robaran. Había veces en que los códigos no eran respetados y era mejor prevenir.

Entraron a la cueva, no tuvieron que caminar mucho. Los piratas lo habían dejado escondido debajo de unas hojas y piedras, ese era el escondite elegido.

Bote y sus hombres tomaron el cofre y aprovecharon para tomar todo lo demás de la tripulación, era lo justo por haberlos hecho ir hasta ahí y pelear.

Los piratas sometidos suplicaron por su vida y Alexander los perdonó, pero la decisión principal estaba en Bote quien era el líder en aquel momento. Él era más severo con las personas que desafiaban a su capitana, su sentido de lealtad era muy elevado.

Además la intención de dicha hazaña era demostrar fortaleza pero también qué sucedía con los que rentaban a la tripulación, así que sin pensarlo dos veces les disparó para matarlos.

Bote sabía que las demás tripulaciones los habían seguido y observaban discretamente desde lo lejos. Todos querían ver hasta donde llegaban aquellos hombres y más esa arma, así que sus muertes sirvieron como escarmiento.

Alexander lo lamentó pero no pudo hacer más.

—Ya tienes tu dinero.—Le dijo a Bote con tono serio.—Ahora vámonos de aquí.

El líder pirata asintió con la cabeza y comenzaron a caminar en dirección a su barco.

En ese momento la noche ya había hecho acto de presencia, el Sol se había despedido y las hermosas estrellas hacían acto de presencia para iluminar el cielo. Los animales nocturnos comenzaban a asomarse aunque con precaución pues la imponente presencia de aquellos hombres les hacía temer.

El trayecto no fue muy largo. No estaban alejados de sus propias naves, pero justo cuando estaban por llegar, el anciano de la taberna los volvió a interrumpir.



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Editado: 24.03.2025

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