Alexander echó a andar el bote y este respondió. Lo puso a toda velocidad y salieron de ahí alejándose rápidamente.
El último intento de los piratas consistió en disparar pero ninguna de las balas llegó.
El bote pasó haciendo un gran y extraño ruido por donde estaban los dos vigías dormidos, los despertó con un gran sobresalto.
Aquellos dos hombres pudieron ver que se iba el bote que habían vendido, lo hizo a gran velocidad dejándolos ahí ya la merced de los piratas a los que habían estafado. Su única opción era huir.
El bote se alejó rápidamente en dirección al norte, justo por dónde habían llegado. Esa es la única ruta que se le ocurrió a Alexander para irse de ahí. Su intención era ponerse a salvo para poder revisar los suministros ya su bote.
Navegaron varios metros hasta que perdieron de vista aquella isla. Se acercó a otro pedazo de tierra y detuvo el bote para hacer lo que tenía que hacer.
Esa zona del caribe ofrece muchas zonas donde esconderse. Los barcos seguían una ruta por seguridad, principalmente los grandes galeones que se dedicaban a comerciar. Ninguno se atrevía a probar una nueva ruta pues sabían que los peligros estaban cercanos. Eso lo aprovechan bandido y piratas para escapar del enemigo o para tiernas emboscadas y aquel hombre lo sabía, por eso lo llevó a un lugar donde podía estar seguros momentáneamente.
Su compañero seguía muy agitado. Nunca se imaginó que el bote tuviera esa velocidad de traslado, incluso se empezó a sentir mareado, algo que ni en sus mejores días como pirata le sucedió.
Alexander examinó todo, llenó de combustible el bote y una vez listo puso marcha para navegar nuevamente.
Puso al bote en una velocidad inferior, ya no necesitaba escapar de nadie simplemente tenía que navegar. Lo hizo impidiendo aguas profundas. Tenía que ser cauteloso, no deseaba más complicaciones.
El trayecto comenzó a ser placentero. Ambos iban afuera de la cabina, sintieron el sol a su máximo esplendor así como la frescura del mar.
Mientras navegaban el anciano comenzó a tomar nuevamente confianza y preguntó.
—Ya me darás el arma que me prometiste?—Usó un tono amable, no quería ser tomado enemigo.
—Te lo daré en cuanto llegue al refugio.—Le dijo con cortesía.—Necesito que me digas cómo llegar hasta ahí.
El hombre se mostró muy dócil, no quería desatar la furia del hombre que hasta el momento había mostrado un gran poderío militar.
—Claro que si.—Le sonoro muy amable.—Son los piratas de la roca negra. Están en Tortuga.
Alexander se sintió satisfecho al escuchar eso. Confiaba en que la presencia de aquel hombre le tendría una mayor orientación para lograr sus objetivos.
El anciano le indicó las coordenadas. Alexander estaba organizando el bote para llegar hasta ahí. El clima era favorable y el camino despejado así que podía relajarse por un rato.
El marino se acostó recargándose en sus manos. Su compañero solo lo miraba, era un poco incómodo para Alexander así que le preguntó.
—¿Qué sucede?—Lo hizo con voz fastidiada.
—¿Cómo hiciste para soportar la bala?—Tenía mucha curiosidad pero también mucha timidez.—¿En verdad eres mago?
—Algo así.—Le respondió entre risas.—Pero de dónde vengo dirían más que es ciencia y no magia.
—¿De dónde vienes?—Preguntó con mucho más interés.
Alexander lo miró fijamente pero no supo si responder o no. Pensó que darle información a un desconocido podía ocasionar algo raro en la historia. Pero después dijo que ya había hecho varias cosas, sin la dirección del profesor no sabía que estaba bien o mal así que le contó.
—Vengo del futuro.
Esa oración fue todo lo que le dijo. El anciano no preguntó más, tampoco le dijo si le creía o no. Simplemente guardó esa información para sí mismo.
Después solo le dijo que estaba cansado, necesitaba dormir para recuperar fuerzas.
Alexander le ofreció entrar a la cabina, ahí donde había una cama.
Al inicio aquel hombre se rehusó pensando que necesitaba hacer algo que no sabía. Dijo que estaba acostumbrado a dormir en el piso así que no habría problema. Pero el marino le insistió comentando que se lo merecía por él esfuerzo hecho ese día.
Lo tomó de los brazos para llevarlo hasta ahí. El anciano no quiso contradecirlo y se dejó llevar. Entró en la cabina que para él era un mundo nuevo. Vió los controles, el tablero, las puertas de metal, el piso lujoso, los cristales y todo lo que aquel lugar tenía por ofrecer.
Alexander le indicó dónde acostarse y el hombre lo hizo de inmediato. Al inicio sintió muy suave pero después se dejó abrazar por la comodidad que ofrece un colchón y cobijas.
El marino salió para dejarlo descansar.
El anciano simplemente no quería cerrar los ojos, deseaba guardar en su mente todo lo que estaba viendo, pero el cansancio hizo su trabajo y no pudo soportar más. Cerró sus ojos para entrar en un placentero descanso.
El marino salió para continuar con el viaje, quería estar al pendiente de todo lo que pasaba. Ya no estaba dispuesto a dejar cabos sueltos.
El viaje requeriría algunas horas para llegar a las coordenadas que le dió su compañero. A pesar de estar desesperado de seguía sintiendo cansado. No había nada que hacer, no había países, barcos o algún problema que requiera su atención.
Después del análisis comprobó que su bote estaba en buenas condiciones. Por fortuna para él, aquellos piratas no lo dañaron cuando lo encadenaron.
Con todo eso en mente decidió recargarse y el sueño le llegaba por etapas. Dormía unos minutos pero se despertaba para comprobar la situación. Así estuvo en gran parte del tiempo.
Alexander estaba cada vez más cerca de su amada. El viaje que estaba haciendo lo estaba superando con creces. Hacia lo que ningún otro hombre se imaginó, aquello que solo en las poesías y promesas de amor existía. Viajar a un mundo nuevo y luchar contra villanos por encontrarla. Sin duda Rut se debía sentir muy complacida por aquel vínculo con un hombre que estaba haciendo todo por ella, algo que hacía que la esperanza no muriera, por volver a verse.