Sus hijos regresaron del juego y era hora de los estudios. Su madre había sido su primera instructora pero después encontraron a alguien más que cumpliera esa función. Así ella aprovechaba su tiempo en aprender ella misma, quería mostrar al mundo sus conocimientos en navegación y adaptarlos a aquella época.
Su esposo siempre le ayudó y estuvo con ella en esos momentos.
Las horas avanzaron y llegó la hora de reunirse para la cena. Su esposo llegó a la casa muy feliz como siempre. Todos los recibidos como de costumbre con mucha alegría.
El perspicaz Erick notó que su esposa tenía algo extraño, lo supo en cuanto la miró pues la conoció perfectamente.
No dijo nada, se esperó hasta que la cena terminara para así encontrar la oportunidad de hacerlo.
—¿Jugaremos hoy madre?—Le dijo el pequeño Carlos.
El juego se había vuelto algo habitual después de la cena, era un juego que ella aprendió de niña pero que en aquellos alrededor nadie conocía, ese juego les encantó y disfrutaban de él la mayoría de las noches.
El pequeño Carlos le pregunta con la esperanza de tener la misma respuesta positiva, pero no fue así.
—Hoy tendrán que ir a su habitación temprano.—Les dijo con un tono amoroso.—Su padre y yo tendré una plática.
Los dos niños se desilusionaron pero cumplieron con la indicación que les dió su madre. En cuanto terminaron de cenar se levantaron para irse a su habitación.
El suspenso se hizo presente, Erick sabía que algo grave había pasado y se moría por saber que era, pero resistió sin preguntar.
—Pasó algo que tienes que saber.—Le dijo ella sin valor para mirarlo a los ojos.—Es sobre mi pasado.
—Estoy seguro que no es nada que no tenga solución.—Respondió mientras tomaba su mano.—Dime qué es.
Rut le contó sobre su inesperado encuentro con el amor de su pasado. Cuando ella conoció a Erick había sido sincera y no omitió ese detalle. En el otro mundo tenía un novio con el que se casaría pero el destino los había separado.
También le dijo que aquel hombre había viajado hasta ahí por ella y que para él no habían pasado más que unos días.
Le dijo todo desde cómo se sentía haciéndole ver qué no era su culpa.
—Me dijo qué piensa regresar hoy esperando una respuesta.—Por primera vez levantó la mirada para verlo a los ojos.—Quiere que regrese con él al que un día fue mi hogar.
Erick se quedó en silencio, a pesar de conocer su pasado nunca imaginó que se encontraría en una situación así. Él era bastante comprensivo así que no dijo nada para presionarla, simplemente se quedó callado para seguirla oyendo.
—Así que debo tomar una decisión para cuando él llegue.—Había mucha angustia en su voz.
Rut se levantó molestando dándole la espalda a su esposo. Se sirvió un trago de ron y lo bebió de golpe. Necesitaba dejar de sentir aquella tensión.
—¿Ya tomaste una decisión?—Le preguntó con su mismo tono sereno.
Ella lo miró tratando de transmitir sus sentimientos hacia él. No tenía el valor de hablar.
Erick se levantó de la mesa y se dirigió a ella.
—No me digas ahorita. Creo que debes tener esa cita primero.—Se acercó a ella para tomarla de los hombros.—Estaré en la habitación con los niños. Al salir me habré enterado de tu decisión.
Comenzó a caminar hacia el pasillo para dirigirse a la habitación de sus hijos, pero antes de llegar ella lo detuvo con lágrimas en sus ojos.
—¿Por qué eres tan bueno?—La nostalgia era muy evidente.—Esto debería afectarte y parece que no lo hace.
Él se dió la vuelta para responderle.
—Porque es suficiente que afecte a uno de los dos.—Sus ojos estaban llorosos pero resistió el no mostrar lágrimas.—En estos momentos yo seré el fuerte como te lo prometí el día que nos casamos.—Se dió la media vuelta para retomar su camino.—No quiero decir nada que afecte tu decisión o que te haga sentir comprometida, solo diré que te amo y eso seguirá así tenga o no que seguir contigo.
El hombre llegó a la habitación y entró sin decir nada.
Eso mortificó aún más a Rut quien tenía que tomar una decisión difícil esa noche.
Ella hubiera querido más tiempo o preparación pero no le fue posible.
La hora había llegado y ella tenía que salir para atender su cita.
Al salir se quedó en la puerta recargada. Desde ahí contempló hacia la dirección en qué había visto a Alexander la noche anterior. No lo vió ahí, su mente deseaba que eso siguiera así para no tener que cargar con la decisión, pero su corazón quería verlo y recobrar todo ese amor que había sentido, lo amó como nunca a otra persona.
Después de un par de minutos vió que la silueta de un hombre se acercaba lentamente. Miró con atención y cuando estuvo más cerca corroboró que era él.
Se puso muy nerviosa, el cuerpo estaba paralizado, tenía mucho que no experimentaba algo así.
Alexander se sentía igual, caminaba lentamente por instinto, su miedo era muy evidente. Estaba a punto de ver si ganaba o perdía en aquel juego del amor.
Después de recorrer varios metros llegó hasta donde se pudo poner enfrente de ella.
Las estrellas brillaban en el cielo con mucha intensidad.
Ambos se miraron por varios segundos hasta que Alexander decidió romper el hielo.
—Hola.—Dijo muy tímido.
—Hola, ¿Cómo estás?—Preguntó ella con tono amable.
—Cansado pero contento de verte.
En su voz podía notarse el conjunto de emociones que estaba experimentando, comenzando por las ganas de abrazarla.
—Incluso con diez años de más sigues siendo tan hermosa.—Le dijo al dar un paso hacia adelante.—Creo que sería perfecto envejecer contigo.
—Para mi es muy extraño verte igual después de diez años.—Le respondió mientras frotaba ambas manos en señal de nervios.—Estoy segura que cuando llegues a mi edad serás igual de atractivo.
Ambos sonrieron levemente, se había roto el hielo completamente y entraron en confianza.