Aún recuerdo ese dia.
Recuerdo a mamá usando un par de jeans los cuales ya se encontraban rotos por el uso diario que recibían, una camisa blanca con algo escrito en el centro de ella y un suéter tejido color verde lima. Su cabello estaba recogido en una coleta que apenas lograba coger por completo su corta melena rubia, sus ojos cafés reflejaban lo agotada que estaba y sus labios estaban resecos y partidos. Recién habia sido despedida de su trabajo como mesera, su jefe la habia descubierto hurtando las sobras de los platos de comida que los comensales dejaban, esto no estaba prohibido pero el hecho de que se llevara comida gratis (a pesar de ser solo sobras) no le agradaba para nada y tomo la decisión de echarla dándole tan solo treinta dólares más las propinas que habia ganado esa noche.
Desesperada tomo la decisión de dejarme con Elena su hermanastra, la cual era hija de la segunda esposa de su padre. No habia convivido mucho con ella, pero sabía que mi madre no le agradaba y mucho menos yo. Ella no tenía hijos y no estaba casada o en alguna relación, se puede decir que era una renegada del mundo, prefería mil veces estar en casa bebiendo a convivir con otros, no tenía empleo pues tenía un subsidio de parte del gobierno por un accidente laboral que supuestamente la habia dejado paralizada de la mitad de su cuerpo, y digo “supuestamente” porque ella está perfectamente bien.
- ¡Por favor Elena!, eres lo unico que tenemos y sabes muy bien que si esto no fuera tan importante no te lo pediría – dijo mi madre tratando de contener las lágrimas que poco a poco rodaban por su rostro – solo cuida a mi Julieta una temporada, mientras yo me iré al campo para conseguir trabajo, no tienes niños y te prometo que ella no representara ningún inconveniente para ti.
-Su mera presencia representa un inconveniente para mí – dijo Elena mientras nos miraba de manera despectiva. – porque no la dejas en un convento, estoy segura que las hermanas harán de ella una gran novicia y la cuidarán sin ningún problema.
-Elena, sé que tal vez no tengamos la mejor relación, pero… - mamá se quedó callada, pensando en que podía hacer para convencerla cuando de pronto cayó sobre sus piernas arrodillándose ante ella. – te lo ruego, acepta a mi pequeña.
Elena solo se dedicaba a mirar intercalando su mirada entre mi madre y yo, si me pidieran describir su cara en ese momento podria compararla con la de una persona que acaba de oler excremento, sin duda era una mujer hermosa pero su ceño siempre fruncido, sus ojos inexpresivos y sus labios siempre hacinado un gesto de desagrado la convertían rápidamente en una mujer poco agradable.
-Está bien Grace, cuidare a tu vástago, pero eso sí, no creas que solo la abandonaras aquí. Primero que nada, tendrás que enviar una cantidad de dinero para mantenerla porque ni loca gastare ni un centavo partido a la mitad en ella que ni siquiera comparte mi misma sangre. – decia mirándome de arriba abajo, analizándome tal can a punto de atacar.
-Enviare dinero, lo prometo yo…
-Empezaras desde hoy. – soltó Elena sin siquiera dejar terminar a mamá.
-Solo tengo cuarentas dólares y los necesito para conseguir un aventón, no podrias esperar un poco solamente.
-Ugh, está bien, pero en cuanto tengas tu primera paga enviaras el dinero. Dejare que te despidas, y tu niña – dijo apuntándome con su dedo huesudo. – cuando termine todo este dramatismo me buscas en la cocina, te dare algo para comer.
Yo solo asentí mientras la veía caminar en direccion a la cocina, cuando desapareció de nuestra vista me aferré con fuerza de las piernas de mamá.
-Por favor no me dejes, te prometo que me portare bien y comeré lo que digas, aunque no me guste, te ayudare a limpiar la casa y si quieres puedo ir contigo al trabajo y ayudar en lo que pueda, pero no me dejes aquí. – dije echa un mar de llanto, la idea de quedarme en esa casa con una persona completamente desconocida para mi me aterraba.
-Mi pequeña – dijo mamá poniéndose a mi altura y frotando mi melena castaña. – yo más que nadie quisiera llevarte conmigo, pero por ahora no es posible. Sé que es difícil para ambas, pero antes de que te des cuenta estaremos juntas otra vez y yo poder contarte cuentos de princesas, te preparare tu comida favorita y lo más importante es que no tendremos que separarnos nunca más.
No pude aguantarlo más y la abracé, tan fuerte que mis brazos comenzaron a doler, pero no me importaba, solo queria tener a mi madre un poco más. Ella fue la primera en separarse, me observo durante un segundo, pude memorizar su rostro a la perfección y sin más, dejo mis cosas junto a mí y se fue dejándome atrás junto a una promesa que solo el tiempo podrá cumplir.
Tomé la pequeña mochila que guardaba las pocas prendas que tenía y me dirigí a la cocina tal y como Elena lo habia dicho. Dentro estaba ella parada delante de una pequeña isla que se encontraba en el centro del lugar, los colores que predominaban en el lugar eran el café y el blanco dándole un toque de elegancia a la gran mayoría de la casa.
- ¿Qué tanto miras mocosa?, ni siquiera pienses en llevarte algo porque me dare cuenta de inmediato que algo hace falta. – dijo llamando mi atencion. Estaba tan asustada que mi única reacción fue asentir con mi cabeza. - ¿Es que acaso tu madre no te enseño el lenguaje básico para hablar con los demas?, debí suponerlos, ni siquiera era capaz de comunicarse correctamente, que le enseñaría a una niña.