Octavio Mondragon

Octavio Mondragon

 

Octavio Mondragón 

Autor: J.G. Gómez 

CAPÍTULO 1:

El joven Octavio

 

Octavio vive en Quito en un barrio clásico y rústico digno de la época española, Quito patrimonio de la humanidad, donde los adoquines son más frecuentes que el asfalto y los candelabros en cada portal alumbran las calles al llegar la noche, las Iglesias se convierten en catedrales inmensas y repletas de peregrinos los domingos.

 

Las lomas frecuentes provocan a los habitantes llevar una vida activa si de caminar se tratase los quiteños tienen un corazón potente.

 

 

Los últimos años de secundaria para Octavio han sido muy duros ya que tendrá que decidir su profesión, a que se dedicará por el resto de su vida, el trabajo y profesión que le dará la sustentación para vivir independientemente algo muy estresante, fastidioso, y caótico, y más a este joven que siempre quiso ser un héroe. Si porque Octavio estaba consciente de sus poderes, su habilidad era de controlar fuego con sus manos, bueno aún faltaba que puliera mucho de ese poder, un día cuando tenía apenas la edad de diez años, se propuso ser el héroe de la ciudad, se puso una capa negra, unos guantes para el frío y un antifaz, quién sabe dónde los consiguió pero seguro fue en el mercado cerca del mirador de Humboldt donde estaba ubicada la casa de los Mondragón con una vista increíble del cerro Guagua Pichincha una montaña verdosa donde la gente va hacer tracking en familia y apasionados por el deporte. 

Ese día veinte de mayo de 2006 eran vacaciones para el joven Octavio y había acabado su programa favorito en la tv, aunque desconocido para él, ellos se ausentaban por las noches frecuentemente y lo dejaban a cargo de Bella una cuidadora de unos cincuenta y tantos años oriunda de Otavalo cuyo trabajo era de vigilar que nadie entre ni salga. Pero Octavio era escurridizo y salió esa noche, pero que noche le tocaría a Octavio una aventura que cambiaría su forma de ver la ciudad para siempre.

 

Eran las ocho de la noche y se había asegurado de engañar a la niñera, ella solo dormía en la sala de la casa con el tv encendido a bajo volumen y las luces tenues reguladas manualmente. Octavio salió por la ventana vestido de geek como en las convenciones según el perfectamente disfrazado, e irreconocible como un buen superhéroe, su siguiente parada era las calles frías de Quito y sus maleantes, buscando desde los techos, si los tejados pues Octavio podía saltar magníficamente sobre estos gracias a su agilidad, seguro que de humano solo su apariencia. Después de unas casas entró en razón y quiso volver se preguntaba qué hacía realmente recordó lo que su madre le dijo un día antes de volver a la escuela, unos chicos se habían querido mofarse de su cicatriz en el brazo, una marca de quemadura que no se le quita ni con el estirón del crecimiento, pero el solo se defendió y había marcado a todos con quemaduras indias, ese raspón en el brazo que se hace frotando varias veces en el mismo lugar, Octavio lo había hecho diferente y más rápido, su madre supo esto y lo aconsejo;

—"Octavio ese es tu poder sobrenatural no debes hacer daño con el sí demuestras al mundo esto, podría hacer daño a inocentes, o lastimarte a ti mismo, aun no lo puedes controlar, por ahora será nuestro secreto" —

 

Y justo cuando Octavio decide regresar a casa escucha un estruendo difícil de ignorar, parece que unas cuadras más adelante hay fuego pues una columna de humo sube y se puede divisar por encima de los tejados. El joven Oc. Se dirige hacia allá con cautela saltando los techos de las casas ligeramente adornadas con el estilo colonial español. Pero más al centro de la ciudad los edificios se alzan en la mirada y son más difíciles de saltar hasta que el joven encapotado llega al lugar y puede divisar lo sucedido, detrás de unos recipientes de residuos esperaba atentamente y observaba. Unos rufianes fornidos vieron pasar la calle muy de prisa, el adoquín del callejón estaba esparcido por doquier, debió ser una explosión intuyó. De pronto cuando no pasaba nada más quiso levantarse y regresar a casa, pero algo lo detuvo. El frío era tal que el aliento era visible y en las calles desoladas por la noche parecían recorrer el fantasma de la niebla común este exagerado nivel del mar, más de cuatro mil setecientos metros.

Un grito desgarrador fue sucedido por una voz de mujer que decía…

—Alto—

Esto a su vez seguía de disparos y flashes que Octavio no pudo comprender, luego la voz de un hombre se oyó, pero a nadie se vio.

—No dejaremos que inunden con sus armas esta ciudad—

Inmediatamente el fuego en la hoguera se intensificó, luego un par de sombras acariciaban el escondite de Octavio que no movía ni un dedo admirando el espectáculo, eran dos hombres pensó al principio, que la hoguera estando detrás de ellos producía esa manta oscura sobre el adoquinado. Se movían rápidamente y portaban unas armas enormes que radiaban destellos de luz. 

—Han huido— dijo uno de ellos con voz femenina.

Central dice que despejemos concluyó el otro personaje y luego desaparecieron en la oscuridad absoluto no antes de escucharse el sonido de un motor encender y ahora si, Octavio estaba completamente solo, había visto demasiado su corazón latía de tal forma que tenía miedo que se saliera de su pecho, la neblina en el callejón se avanzaba hacia él y entonces no veía más que a sus pies bien forrados con botas para el frío, intuyo que era el mejor momento para salir de allí y regresar a su morada. Saltando los tejados vio dirigirse unos camiones de bomberos, policías y ambulancia en dirección al evento antes suscitado.

 

Al llegar a casa fue directamente a la azotea donde en una pequeña caja de zapatos guardó sutilmente el disfraz entre revistas y libros viejos que la gente no vuelve a leer.

Esa noche fría y angustiosa jamás se repitió hasta entonces.

 




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