Octógora: La Legión de los Caídos.

3. Verdades Aparentes.

"Verdad, mentira, todo depende de qué lado estes mirando" 

Bajo la augusta sombra de un árbol de gran tamaño se encontraban los señores y señoras de los elementos en el Octógora discutiendo asuntos de gran importancia, lo que alguna vez pensaron que era nada más una falsa alarma se ha convertido en realidad y nadie más que ellos pueden saberlo. 

Sobre los jardines principales del palacio abandonado de la antigua familia real del noveno elemento, se encuentran parados, mientras que a las afueras se hallan varios guardias y soldados vigilando que nadie entre o se de cuenta de lo que se habla ahí, a pesar de eso, todos saben que los traidores y espías están infiltrados en la corte también. 

—  ¡Vino anoche, ellos estuvieron aquí, ya saben de su existencia! ¡No podemos perder más tiempo!  — dijo el señor del viento a los que estaban ahí. 

Sus ojos celestes como el mismo cielo en primavera brillaron en aquel instante en que mencionó al susodicho. Los demás señores y señoras le miraron mal, por haber sacado una conclusión de un hecho que aún no había sido confirmado del todo. 

—¿Cómo puede asegurarlo usted?— le reprocho la señora del fuego incrédula de lo que le decían. Yolotzin, la más joven de todas las reinas de los elementos, la que más había sufrido luego de tantos intentos de golpes de estado a la familia real en el pasado. 

Sus ojos iban y venían de entre todos los ahí presentes, estaba segura de lo que hacía y decía, no podía dejar que ellos dieran el primer paso. 

—Anoche cuando llovió sin previo aviso, habitantes dijeron haber sentido un fuerte temblor cerca del puente y dijeron ser testigos de las carcajadas de venganza de Siwanawal, una mujer dijo que la oyó decir "ven por él o lo asesino" "Mira como lo mato al igual que haré contigo" y cosas parecidas a esas— le dijo el gran señor del elemento aire convencido de que ellos  habían vuelto y debían de actuar en aquel momento. 

Haría lo que fuese para que los demás dieran los votos a favor de su petición, a pesar que Yolotzin, la señora del fuego no deseaba estar de su lado, ni lanzar en búsqueda a los míticos hermanos que restauraran la paz en este mundo que ha sido destruido por tanta guerra. 

¿Quizás ella es la espía de la que tanto se habla en estos últimos días? Todos en la corte saben que uno de todos los ahí presentes en un envíado de la facción de los oscuros, los elementos que no desean que la profecía se cumpla y asesinarán de nuevo a los hermanos en forma de sacrificio al sol. 

Siwanawal es una estúpida que siempre busca asustar a la ciudad, la semana pasada se le apareció a un joven de la zona y le dijo cosas parecidas de que iba a asesinar a su padre— le dijo la gran señora del fuego siguiendo en su incredulidad mientras miraba el lugar dónde se encontraban.

Cada semana siempre venían quejas de todos lados acerca de ese monstruo en forma de mujer bella que se convertía en un demonio, ya estaba harta de eso, no entendía porque tenía que soportar aquello, nada más era un caso de unos borrachos que vieron algo que no era. 

Se estaba cansando de venir cada mes a esas sesiones extraordinarias a la capital de los nueve elementos, prefería estar en la capital del fuego, en su trono con todos sus sirvientes, sin necesidad de viajar durante días para escuchar lo mismo de siempre, tal persona dice que ha visto a vuestras majestades, tal avistamiento ha sido hecho en tal ciudad y siempre terminan siendo conjeturas sin sentido y perdida de tiempo. 

Si en verdad estuvieran en el ombligo del universo los míticos hermanos ya habrían aparecido en la capital, siendo grandes curanderos o héroes por sus habilidades mágicas únicas entre todos los mundos existentes. 

—No es una estúpida, desde hace más de cien años que no se aparecía cerca de la ciudad capital de los nueve elementos a asustar hasta hace dos semanas, además recolectores de Tal y At encontraron pisadas que se hicieron con unos zapatos del mundo de los mortales, nadie ha cruzado el portal además que no existe ninguno a las afueras del muro— le dijo mostrándole unas pisadas cerca del camino que eran de unos zapatos que nadie usaba en ne wey techan.

Podrían ser simplemente contrabandistas ilegales, de esos que siempre venden cosas traídas del mundo humano, por más que los portales hallan sido sellados, siempre van y vienen. Un avistamiento después de tanto tiempo cerca de la Wey Techan no significa nada, lo mismo dijeron acerca de una supuesta invocación de un cadejo negro a las afueras de la capital del elemento viento y terminó siendo falsa alarma. 

Aunque debía de aceptar que aquel monstruo no era bobo para meterse cerca de estás tierras sagradas, tendría que tener un verdadero motivo. ¿Acaso no la pueden amarrar bien en el lugar donde se supone que Ixtlilxóchitl la tiene encerrada? 

Sabía que cada cierto tiempo le daban la oportunidad de salir a pasear por las noches, para traer más quejas de sus ciudadanos sobre sustos  y enfermedades causadas por ella, pero nunca sería tan estúpida de entrar a estos recintos, son cien años desde que la maldijeron antiguos sacerdotes para no pisar estás tierras a excepción de que sea una señal de las que están escritas en los libros. 




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