Octógora: La Legión de los Caídos.

14. Tlalocán

"Verdad y mentira

Todo depende del cristal en que se mira"  

En la gran ciudad hacia un clima de incertidumbre nunca antes sentido, se había extendido el chisme que el príncipe que gobernaba, era aliado de los oscuros y querría gobernar al Octógora solo, todo se había desatado luego de la noticia de la reunión que se hizo en el gran edificio, dónde reunieron se los dieciséis gobernadores del Octógora. 

Se encontraban ahí  los gobernantes del fuego Yolotzin Masin y su esposo Nezahualpilli Masin, junto a las demás parejas reunidas dentro del gran edificio, con vista a gran parte de la ciudad, era muy sabido de los chismes que se habían propagado, pues Tawilmetzti nunca llamaba a reuniones de último momento y las noticias que venían de las demás ciudades incrementaron el miedo y las sospechas.

Pues también nadie podía cruzar las fronteras entre los oscuros y la gran ciudad, habían puestos de vigilancia para evitar que esto pasase, el ambiente era de lo más tenso, la legión de los caídos también sufría estragos, parecía que se estuviera secando, la ciudad de los gobernantes del fuego cada vez era más seca y fría, Iswayuat, la ciudad de los Tal también perdía con rapidez su hermosa diversidad de fauna y flora por la que se era conocida.

Apanejekat y Sentzunat eran las únicas intactas entre los cuatro reinos más importantes, ciudades dónde se creía que descendían ambos hermanos, los cuáles obtenían sus poderes de esos elementos, pues el noveno aún no había despertado en ellos. 

Sigo pensando en que hice mal, sigo pensando en todo lo que pasó, no entiendo mucho mis recuerdos, Dallas no quería que supiera la verdad, mis poderes, siempre han estado pero ahora no logró ¿revivirlos?

Me enoja el saber que quizás yo siga pensando en su bienestar pero quizás, solo quizás en verdad Dallas sea el malo en todo esto, no puedo evitar el pensar que el colibrí izquierdo sea solo una distracción pero él es mi hermano, yo le conozco, sé que no sería capaz de ir en contra mía o eso es lo que quiero pensar, para evitar deprimirme y saber que la persona en quién más confío, la única familia que tengo me ha traicionado. 

  — ¿Estás bien?— Me preguntó  Quetzally al ver que ya había despertado. 

  — Sí, ¿vos? —

Inquirí con preocupación, no sabía que les habían hecho en el trayecto desde que nos atraparon en la cueva dónde Siwanawal trataba de hacerme recordar mi pasado, lo que parecía que mi hermano había hecho desaparecer. 

— Ninemi yek, takapiltzin ¿Kan nemi ne siwananwal?— Preguntó con terror en sus palabras la joven de ojos achinados. 

(Estoy bien, joven ¿Dónde está  la mujer fantasma?)

Miró para atrás al sentir las cadenas sobre sus manos, estábamos atados  en un calabozo, frente a nosotros parecía no haber nadie, a la derecha seguían las celdas hasta que la poca luz que había en el lugar dejaba ver y del lado izquierdo a unas siete celdas se divisaba una puerta, nuestra oportunidad de escapar. 

  — Inté nikmati, cuando desperté solo estábamos nosotros dos—

Respondí, recordando que hace cerca de media hora que me había despertado luego del golpe en la cabeza que me dieron esas extrañas criaturas de ojos abismales. 

 Acababa de despertar de mis recuerdos forzadamente, ninguna de ellas estaba cerca y el fuego ceremonial que había hecho estaba destrozado,al darme la vuelta le vi a los ojos, eran sus ojos, sus cabellos, su mirada, era Dallas.

Corrí a abrazarlo en cuánto le vi frente mío, algo en él era diferente, en cuanto le toqué su cuerpo se deformó se hizo más largo y su rostro se desfiguro, sus finos cabellos castaños que caían en su mirada iban desapareciendo poco a poco al igual que se iban aclarando hasta ser de un blanco parecido al de la nieve, sus ojos se hacían de un color negro perfecto y su sonrisa, sus dientes iban cayéndose lentamente al igual que las arrugas iban apareciendo en su rostro, un anciano de extrañas vestiduras se hizo presente frente a mí y me golpeó fuertemente con su brazo, haciéndome caer al suelo, sobre una gran roca que se encontraba  en la cueva, haciendo despertar a los murciélagos del lugar. 

  — Tay tik nejmachnemilis timusewia, tlatohanitzin pal chiknawi taya— Habló el viejo antes de que mis ojos se cerrarán por completo. 

(Que en paz descanse, príncipe del noveno elemento) 

Seguíamos frente a frente, habían pasado cerca de dos horas y nadie venía por nosotros, ni siquiera se habían molestado en venir a darnos agua o comida y el sol caía rápidamente, no sabíamos en dónde estábamos si en el Tlalocán o en el Apanejekat. 

Quetzally llevaba ya cerca de media hora intentando escapar de las esposas que la mantenían atada a una pared, su plan era salir por la ventana que se encontraba arriba nuestro y escapar al pueblo, aunque seguramente el castillo tendría mucha seguridad, pues según lo que ella me dijo al traducirme lo que el anciano me dijo, sabían quién era yo y venían por mí y lo más seguro es que no me buscaban para algo bueno. 




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