Oculta

 TACONES ROJOS 

CAPITULO SIETE 

 

Con el tobillo dolorido, no pretendía caminar hasta el club, solo lo estrictamente necesario con esos estúpidos tacones rojos, le pedí a Edgar que vinera a traerme a casa, aun cuando mis músculos reclaman por descanso y un poco de reposo no me puedo dar el lujo de suspender la presentación de hoy, pues es mi última presentación del mes y asuntos que resolver y cosas que estudiar. 

-¿Tienes que trabajar? – pregunta Loli desde las escaleras ya lista para dormir pues son las 9:30pm y debe descansar 

-Si, tenemos facturas que pagar para la próxima semana y el pago de hoy nos dará la ventaja de poder llevar a mamá al médico – en cierta parte eso es verdad es dinero que me ayuda con los gastos, dado que lo que hago es como tener dos trabajos o tal vez más.  

-No es justo, me da miedo cada vez que sales a ese lugar – el nudo se forma en mi garganta, uno de culpabilidad que jamás voy a poder remediar por hacer esto 

-Lo se nena, solo – le hago una señal para que baje y se siente en el sofá – solo un tiempo más y todo cambiara, ya me falta poco y necesito ahorrar algo para salir de eso y ustedes no tenga miedo de que algo les pase – escuche el sonido del auto estacionándose y la bocina – me voy, duerme, llegare antes hoy, solo son dos presentaciones – mueve su cabeza en señal de aprobación y salgo de la casa 

*** 

Olivia y las otras chicas ya están listas para su número, yo estoy sentada frente al espejo colocándome las últimas dos capas de mascara en las pestañas, odio reflejarme al espejo y ver mis ojos cubiertos de rímel, delineador, sombras negras y labios rojos. 

-Como siempre mi niña – dice Saray, parada en la puerta viéndome – te ves fantástica – tengo todavía la venda en mi tobillo y lo cubro inmediatamente para que no lo note con mi otra pierna colocándola atrás y un poco debajo de la silla, es un salón lo suficientemente amplio para tener doce espejos y sillas, con el equipo necesario para maquillaje, pinzas, planchas, secadores y todo lo que una chica pudiera soñar para estar “bella”, este no es mi caso, yo lo hago porque es necesario ocultar algunos rasgos, tengo el cabello recogido en una coleta de lado con unos cabellos atizados y unas cuantas plumas dentro de mi cabello 

-Gracias – es lo único que puedo decir, se acerca a mí con paso decidido resonando sus tacones en el suelo de madera sus uñas pintadas de rojo se dejan ver claramente con las sandalias que lleva puestas hoy por la noche  

-¿Cuánto tiempo falta para que se acabe la vida oculta que vives? – su pregunta hace que se tensen mis músculos, no puede ser que ella me halla descubierto pues eso daría por terminada mi tarea, al ver que no respondo ella dice – este trabajo niña, cuando lo dejas - Saray sabe que solo estaré aquí por unos meses, hasta que supuestamente consiga un empleo estable acorde a mi carrera y solo me dedicare a eso y mi vida nocturna se terminara, bueno es la parte que ella sabe. 

-No lo sé – me encojo de hombros – hasta que lo necesite ¡supongo! – pone sus manos sobre mis hombros y busca mis ojos en el espejo y me sostiene la mirada 

-Lograras irte mí niña, solo un tiempo y te iras – me da un beso en la cabeza – solo mantén todo como hasta ahora, sin involucrar a nadie y sin involucrarte con nadie – eso no tiene que mencionarlo a pesar del miedo que dan esas hermanas no parecen ser malas personas, yo soy la que debe afirmar eso, en muchas ocasiones he deseado que sean falsas las sospechas que me llevaron a ellas, muevo mi cabeza en afirmación y escucho  mi nombre en los parlantes pero no es mi nombre el que suena si no por el que me he vuelto famosa en este club, me quito la venda sin preocuparme de la expresión de Saray y me pongo los zapatos de tacón rojos que están al lado de mi banca, y lo escucho otra vez “y con ustedes nuestra única y brillante Sirena”, escucho los aplausos, camino, pero me detiene – ¡no puedes bailar con el tobillo lastimado Lucí! 

-Solo lo tengo por protección, no es nada grave – le digo caminando antes de que me llamen otra vez y Sara venga a traerme arrastras 

Recuerdo la primera vez que subí al escenario todo mi cuerpo se contraía en nervios, sudor y la extraña sensación de los ojos de las personas en mí una y otra vez. Los ojos que más odio son los de los borrachos que me desnudan con la mirada, que me ven como un objeto sexual no como una bailarina, tomo mi posición y la música suena por toda la sala y escucho los aplausos, silbidos, gritos, abucheos, y toda clase de palabras desde piropos hasta cosas obscenas. 

Me concentro todo lo que puedo en mi rutina y en los pasos de baile una, dos, tres cuento en mi cabeza no perdiendo  el paso, ritmo, con el objeto de alejar el dolor infernal que está atravesando mi tobillo, siete, ocho, nueve, el dolor aumenta cada paso se extiende hasta mi rodilla y siento como mis pies dejan de reaccionar a mis movimientos, sin poder evitarlo mi tobillo no resiste y se dobla provocando que caiga al suelo y escucho gritos de susto y otros de abucheo, en el suelo no puedo hacer nada, tomo dos respiros profundos, comienzo a moverme desde el suelo con movimientos distintos a los que la chicas están haciendo, veo el rostro de Olivia que me pregunta desesperadamente que debe hacer le hago señas para que continúe, me levanto moviendo los hombros y la cabeza poco a poco seguido de la cintura apretó los labios en una fuerte línea para no mostrar mi dolor en el rostro, logro ponerme de rodillas sigo en movimiento a la coreografía le falta la mitad en este momento me pongo de pie finalmente y continuo con la danza fingiendo que todo era parte de ello, escucho una gran ovación y varios silbidos, veo a mis compañeras y me dan una sonrisa muy amplia. 

La canción termina y yo no puedo dar un paso le hago señas a Edgar que se encuentra en cabina,  cierra las cortinas, cuando están totalmente cerradas, no puedo contener más el dolor de mi tobillo y caigo al suelo, los tacones suena en el escenario intentan ponerme de pie pero mis piernas no reaccionan a mis órdenes, Saray se tumba a mi lado y me quita los tacones con mucho cuidado, no importa cuán cuidadosa ha sido me duele y yo pego un grito de dolor, no me giro para ver mi gran obra y es Sara la que estalla detrás mí 




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