Oculta

VISIONES

CAPITULO TREINTA Y OCHO

 

 

Dos días habían transcurrido desde que la mercancía fue sacada a la fuerza de la guardería, una cosa consolaba a Sara, nadie iba hablar de quien era la dueña de esa propiedad, el muchacho se había disparado, la vieja por otro lado no era inconveniente estaba silenciada.

Sentados en una mesa en un lugar escondido a las once de la noche con solo una vela encendida en el centro se encontraban los jefes del cartel, el general, los tres jefes de policía que trabajaban para ellos que, habían fallado al no cuidar los intereses tres armas estaban sobre la mesa rodeando la vela las manos sobre las mesas totalmente relajadas, tres de los hombres de confianza de Sara se encontraban a las espaldas del Escorpión, la Matriarca y por su puesto el Rinoceronte, en medio de los dos hombres se encontraba aquel mujer despiadada que no le importaba arruinar la vida de niñas inocentes por unos cuantos dólares.

Dicen que todos los malos tienen un duro pasada para llegar a ser lo que son, el caso de esa mujer se podría decir que no es la excepción, vendida por su padre a los diez años a uno de los mafiosos más duros de Colombia para saldar su deuda, forzada a acostarse con el una y otra vez hasta quedar inconsciente la primera vez, salvada solo por el alma caritativa de una mujer que cuidaba de aquel hombre que era cruel y despiadado. Vendida y tratada como animal por ser mujer.

Esa mujer que ahora se sentaba a sus anchas frente a cuatro hombres que le pudieran ganar en estatura, pero no le ganaban en crueldad y brutalidad, las manos de aquel policía con vendas que cubrían sus heridas causadas por el tacón de Sara.

-¿Dónde están los nombres de esos mal nacidos que entraron a mi casa? – Sara se subió la falda dejando ver sus piernas, el lugar que tenia se lo había ganada después de ser violada una última vez a sus dieciséis años por aquel hombre viejo, justo cuando el hombre se había quedado dormido, ella tomo el arma que había dejado antes de golpearla varias veces en la cama después de violarla sin contemplaciones dos días después de que se la prestara a uno de sus socios, un viejo asqueroso, con una barba que le rayaba la piel, lo despertó se colocó sobre su cuerpo a horcajadas colocando el arma al centro de su frente y sin que le temblara la mano viendo directo a esos ojos azules que tanto le habían causado repulsión las veces que la obligo a acostarse con el disparo, lo más crudo no fue el disparo en sí cualquiera hubiera entendido, lo que siguió fue lo que dejo en claro que no se andaba con rodeos.

Tomo la navaja de aquel hombre que llevaba en el bolsillo, empuñándolo con una mano, con la otra levantando los testículos del hombre inerte en aquella cama con todo deleite le corto su miembro completo, lo coloco en un plato blanco que tenía preparado para ello, después de eso se subió nuevamente al cuerpo y apuñalo al hombre treinta y siete veces, las veces que soporto la navaja antes de quebrarse dentro del cuerpo del capo más grande de Colombia.

-No hay registro de ese allanamiento – hablo tranquilamente el policía de la comisaria 341 – los que hayan sido, no son policías

-No, no esos tipos estaban vestidos de militares – hablo esta vez el jefe de la comandancia 246 – yo mismo fui a ver

-Seguro que no lo eran – dijo el general – ninguno de los escuadrones tuvo a cargo una misión como esa, para allanar un lugar debe de existir la aprobación del presidente y nunca hubo tal autorización – vio directo a los ojos de aquella mujer que alguna vez amo, creyendo que se trataba de una mujer en busca de protección – buscas en el lugar equivocado

-No, no – grito el Rinoceronte – no tenemos problemas con nadie

-Eso no es cierto – dijo el hombre de las manos vendadas – los Sapos y los Tejanos nos tiene en la mira ellos amenazaron con un ataque por la muerte de su familia

-Esos no se atreverían a tocar mi guardería – sentencio Sara sin moverse de su lugar ni un milímetro – esos tipos eran militares yo lo se

-Estás viendo visiones Sara – le dijo el general – no busques enemigos donde no los tienes, si te digo que no son es porque no lo son - la mujer en menos de dos segundos tomo un arma y lo apunto directo a la cabeza del general que tenía contado los segundos de vida

-Mis hombres muertos, los entierros que tuvimos en mi casa – le quita el seguro a su arma – no son una visión Federico, ¿quiero los putos nombres o tu cabeza es la que rodara?

-Soy un militar, si me matas todos estarán detrás de ti - intentaba sonar seguro

-Nadie averiguara nada – disparo al cielo – si – y coloco el cañón caliente sobre su mano ligeramente – dejamos un mensaje de que trabajabas para mi

-Averigüen – apunto a los cuatro hombres todo respecto a esos militares, de lo contrario serán innecesarias sus vidas para mi benéfico, de los tejanos y los Sapos me voy a encargar personalmente – el vestido que llevaba solo era capaz de cubrir la mitad de sus caderas, los hombres que se encontraban frente a ella la vieron con deseo – el que me traiga el nombre de todos ellos será recompensado – señalo a uno a uno a los hombres frente a ella – los demás se irán directo a la tumba.

En esa sala solo Valia la palabra y la voz de una persona y esa ya había dicho todo, ahora las vidas de ellos se encontraban en las manos de Sara. Saco a todos de la sala menos al escorpión que se quedó sentado en su lugar en menos de dos minutos Sara se encontraba sobre aquel hombre quitando los botones de su camisa, el Escorpión ya sabía lo que debía de hacer, algo que había aprendido con ella a los quince años, a esa mujer no le importo que fuera su hijo para meterlo en su cama, siempre lo trato como un peón, pero todos en el cartel sabían que iba a ser el heredero al morir Sara, la mujer con manos expertas le quito la camisa, le aflojo el cinturón, para sacar el miembro del que en algún pasado fuera su hijo.




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