Oculta entre dos mundos

Capítulo 30

Kurosh

La energía plateada de mis dagas resonó al impactar la carne de Ilana, o lo que de ella bajo el control de Lilyth. No era un daño letal, sino una interrupción, un corte en los hilos invisibles que ataban el espíritu ancestral al cuerpo mortal. Cada incisión era una punzada de esperanza, una oportunidad para que la verdadera Ilana luchara por emerger.

Lilyth gritó, un sonido desgarrador que era a la vez la voz de la niña y el eco de una furia eónica. El cuerpo se retorció violentamente, luchando contra mis ataques y contra la creciente resistencia interna. Pude ver en sus ojos, por fugaces instantes, el terror y la súplica de Ilana, atrapada en una pesadilla viviente.

Elías continuaba su asalto mágico, sus hechizos de luz arcana chocando contra el aura oscura que aún envolvía a Lilyth. Cada impacto era como un golpe de martillo contra una armadura agrietada, debilitando su control, exponiéndola.

Asmodeus se acercó lentamente, su poder oscuro emanando de él como una promesa sombría. Su mirada se clavó en los ojos de Lilyth, una batalla silenciosa de voluntades librándose entre ellos.

—Suéltala, Lilyth —gruñó Asmodeus, su voz cargada de una autoridad demoníaca que hacía eco en la cámara temblorosa—. Este no es tu reino.

Lilyth se rió, una carcajada fría y desesperada que heló la sangre.

—¿Mi reino? Este mundo será mi reino. Y ella... ella será mi reina.

Con un movimiento brusco, lanzó una oleada de energía oscura que golpeó a Asmodeus, lanzándolo hacia atrás. El impacto lo estrelló contra el altar agrietado, haciéndole jadear de dolor.

Caleb, con lágrimas corriendo por su rostro, se acercó a Ilana, tomando su rostro entre sus manos.

—Hermana, soy yo. Por favor, escúchame. Tienes que luchar. Recuerda quién eres. Recuerda nuestro hogar.

Su voz, llena de amor y desesperación, parecía resonar profundamente en el interior del cuerpo poseído. Por un momento, los ojos de Ilana se enfocaron en él, una mirada de puro dolor y anhelo.

—Caleb... —susurró la voz, débil y quebrada, la verdadera voz de Ilana abriéndose paso a través de la oscuridad.

Fue una grieta, una rendija de luz en la noche eterna. Lilyth reaccionó con furia, retorciendo el rostro de Ilana en una mueca de odio.

—¡Cállate! ¡No te dejaré arruinar esto!

La lucha interna se intensificó, el cuerpo de Ilana temblando violentamente mientras dos voluntades tiraban en direcciones opuestas. La energía oscura y la tenue luz dorada luchaban por el dominio, creando un espectáculo aterrador y esperanzador a la vez.

El portal detrás de nosotros seguía temblando inestablemente, su oscuridad amenazando con colapsar, llevándose consigo todo a su paso. El tiempo se agotaba.

Asmodeus se levantó con dificultad, su aura oscura parpadeando. Me miró, sus ojos llenos de una determinación sombría.

—Kurosh —dijo, su voz apenas audible—. Hay una manera. Un antiguo ritual de exorcismo. Requiere un ancla... un lazo de sangre puro con el poseído.

Miré a Caleb, que seguía aferrado al rostro de su hermana, susurrándole palabras de amor y aliento.

—Caleb... —dije, mi voz urgente—. Asmodeus sabe cómo sacarla. Pero necesitamos tu ayuda.

Caleb asintió, sus ojos llenos de lágrimas pero también de una resolución inquebrantable.

—Haré lo que sea necesario.

Asmodeus comenzó a recitar las antiguas palabras del ritual, su voz débil pero firme. Elías lo apoyó con poderosos encantamientos de protección, creando un círculo de luz a nuestro alrededor.

Yo me acerqué a Caleb e Ilana, mis dagas listas. Sabía que Lilyth no se rendiría sin luchar.

La batalla por el alma de Ilana había llegado a su clímax. La luz dorada que emanaba de su interior se intensificó, luchando contra la oscuridad invasora. Los ojos de Ilana se abrieron de nuevo, y esta vez, aunque llenos de dolor, había un brillo de reconocimiento, una chispa de esperanza.

—Kurosh... ayuda... —susurró, su voz apenas audible.

Asentí, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Este era nuestro momento. Nuestra última oportunidad.

Mientras el ritual de Asmodeus alcanzaba su punto álgido, una oleada de poder oscuro emanó de Lilyth, un grito de furia y desesperación. El portal detrás de nosotros comenzó a colapsar, la oscuridad engullendo la cámara.

En ese instante, Caleb me miró, sus ojos llenos de una súplica silenciosa.

—Hazlo, Kurosh. Sálvala.

Con un nudo en la garganta y una determinación inquebrantable, levanté mis dagas, preparándome para el paso final del ritual, el corte del lazo... sin saber si liberaría a Ilana o la perderíamos para siempre en la oscuridad que amenazaba con consumirlo todo. El destino de Ilana, y quizás el de nuestro mundo, pendía de un hilo, mientras la oscuridad del portal nos envolvía...

La oscuridad del portal se abalanzó sobre nosotros como una fauce hambrienta, engullendo la luz vacilante del ritual de Asmodeus. El aire crepitaba con energía caótica, y la cámara del altar temblaba como si fuera a desmoronarse. A pesar del caos inminente, mi atención estaba fija en Ilana, en la tenue luz dorada que luchaba por prevalecer contra la sombra invasora en sus ojos.

El susurro de su voz, débil pero inequívocamente suyo, "Kurosh... ayuda...", resonó en mi mente, una súplica que encendió una determinación fría y feroz. Este era el momento. No había vuelta atrás.

Con un movimiento rápido y preciso, guiado por las palabras antiguas de Asmodeus y la desesperada esperanza de Caleb, hundí mis dagas imbuida de energía plateada en puntos específicos del cuerpo de Ilana, siguiendo las líneas invisibles del lazo que unía su alma a la de Lilyth. No era un acto de violencia contra ella, sino una liberación, una cirugía espiritual en el filo de la navaja.

Un grito agónico resonó en la cámara, una mezcla de la furia de Lilyth y el dolor de Ilana. El cuerpo se arqueó violentamente, liberando una oleada de energía oscura que nos lanzó hacia atrás. El círculo de luz de Elías parpadeó y casi se extinguió.



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En el texto hay: romace, secretos, magia

Editado: 02.08.2025

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