Ocultos

Christobal

— Amy...¿Qué haces aquí?.

Musita a la vez que me observa detenidamente, como si me estuviera analizando.

—Lo siento, no debí venir.

Se me quiebra la voz y estoy decidida a irme pero su agarre me impide la salida. No digo nada solo me dejo abrazar entre sus enormes brazos y rompo en llanto. Puede que esté llena de rencor hacia su persona pero ¡Dios! como anhelaba un abrazó de papá.

—¡Qué hermosa estás! — Se limpia unas lágrimas y luego mira a su hija quien no comprende la situación — Mellany, ve a casa luego hablaremos.

— Tienes otra hija...

— Tienes una hermana y dos hermanos.

Lo que dijo me sorprendió totalmente, tiene una familia completamente nueva y yo no soy parte de ella. Me rompí en mil pedazos por dentro pero no dije nada.

— Me apena venir en esta situación, pero únicamente vengo a hablar contigo por otras cosas, eres mi última opción.

Sé que sonó frío lo noté en su mirar. Me guía hasta su oficina.

— ¿Qué sucede? ¿Tu madre está bien?

¿No sabe que mamá falleció? Era de suponer, si no conectamos con él durante una década.

— Ella...Sí, está bien — No me atrevo a decir que ha pasado a mejor vida. —Es solo que...

— Necesitas dinero y no tienes que darme excusas, Amy.

— Es que si tengo, no puedo venir aquí para pedirte dinero sin antes haber avisado o haber hablado.

— Amy...yo lo siento mucho por todo lo que hice, ten —Me tiende un cheque y me sobresalto de la sorpresa al ver la cantidad de ceros que hay. — Sé que eso no cubrirá la ausencia que provoqué pero te puede ayudar.

— Que bueno que entiendas que has hecho mucho daño a dos personas que te amaban incondicionalmente.

Papá se pone tenso y eleva sus hombros.

— Amy, agradezco que te acercaras a mí, sin embargo tienes que marcharte rápidamente, ya te dí lo que necesitabas.

Mi corazón se rompe en mil pedazos, ¡Pero que imbécil soy al creer que mi padre me querría en su vida nuevamente!

—¿Es en serio? eres un...idiota.

Lanzo su maldito cheque a su escritorio y me levanto enfadada para alejarme lo más posible de él.

— Amy, deja que me explique...

— No quiero oírte.

— Amy, escúchame por favor.

Me sostiene del brazo pero logro zafarme.

— Aléjate de mí, lo has mantenido muy bien en años.

—  Amy, estás en peligro desde que pisaste este edificio y en que te diste a conocer como mi hija.

Me giro para observarlo, ¿Qué? ¿Cómo que en peligro?

— ¿Qué estás diciendo?

— ¿Viste las noticias? Sobre los Da Rocha — Asiento confundida— No sabes lo peligrosos y vengativos que son a la hora de proteger lo que es suyo, al tener a su padre encerrado harán lo posible para recuperarlo y me refiero que harán lo que sea, LO QUE SEA Amy... no puedo salir de este edificio sin patrullas que me protejan la espalda y ninguno de mi familia tampoco.

— Bueno, no soy parte de tu familia así que no tienes porqué preocuparte.

— Ellos no lo verán así, estamos vigilados por todos lados. Te hablo del sucesor de Papai. Christobal, nadie lo ha visto, no sabemos con quién tratamos pero lo único que sabemos es que es el mismísimo diablo.

— Papá, aún así me importa una mierda, no puedo tener problemas más graves como los que tengo...

— Ten —Me entrega nuevamente el cheque — Cuídate mucho porque lo que te estoy diciendo es muy grave.

— Gracias, aunque si me pasara algo dudo que te importe.

Suelto y me marcho de ese lugar, nunca debí atreverme a volver a verlo.

Me dirijo al Banco central. Luego se me fue todo el día en salir de las deudas de una vez, al tener el dinero en mis manos hago un par de compras para la casa y voy directo a la casa de la señora Oliveira antes de entrar a mi departamento. Toco muchas veces la puerta pero aún así nadie me contesta.

— Creo que volveré mañana.

Me digo a mí misma y me dirijo a mi departamento, enciendo las luces y ordeno el desastre que hay. Al terminar de poner cada cosa en su lugar en mi habitación escucho un golpe en la sala de estar y me acerco alarmada para ver que sucedió.

— Te tengo, pequeña Dos Santos.

Un hombre voluptuoso me rodea y me cubre la cara con una tela negra.

— ¿Qué? ¡Suéltame! ¡¿Quién eres?!.

Pateo con todas mis fuerzas pero se me hace inútil.

— No luches, no saldrás de esta...

No alcanzo a defenderme ya que un pinchazo en mi cuello me adormece los sentidos y en cuestión de segundos todo se vuelve negro.

— Ve a por Fel que tenemos una conversación pendiente.

— Como ordene mi señor.

A lo lejos se escuchan dos voces muy graves, de hombre. Mi cuello está adolorido por su posición incómoda. Abro mis ojos y noto que tengo una venda sobre ellos. Me muevo pero me quejo al sentir mi cuerpo adolorido y mis manos junto con mis pies parecen estar atados.

— La princesa ha despertado...

A pasos lentos, el hombre que habla se acerca y bruscamente quita la venda de mi vista la cual sufrió por el repentino cambio de iluminación. Intento hablar pero mi boca está sellada por una cinta.

Mis ojos recorren la habitación en donde me encuentro, parece abandonada, excepto por las cuatro pantallas que dejan ver grabaciones de algunas cámaras, frente a estas hay una mesa de madera; no tiene sillas, a un costado hay un mural junto con una pizarra con fotos y palabras que no logro captar en estos momentos de confusión. Luego, mis ojos se posan sobre los de aquel hombre que está frente a mi, su pose hace que inmediatamente quiera salir corriendo. Mantiene la pose recta con el mentón apretado y con las manos en sus bolsillos de su elegante traje negro. Es un Hombre de tes morena, cabello negro como el cielo de la noche, Ojos color miel y barba perfectamente afeitada.

Acerca su mano y me arranca la cinta de la boca provocando que suelte un pequeño quejido por el dolor.




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