Victoria Zarate llegó a la casa con una botella de champagne en la mano. Lucía, su amiga de la universidad, la recibió con los brazos abiertos. Eran las diez de la noche, algo tarde para la invitación. Sin embargo, por el extenuante trabajo que le había dejado el gerente ─pese a ser Nochebuena─ la había atado de manos en el trabajo como directiva de marketing.
Era la primera vez que asistía a las famosas cenas de Lucía, una de las únicas amigas de la universidad que aún conservaba. Lucía la esperaba fuera de su casa, una casita en la zona residencia.
“¡Victoria!”, le llamó. “Ven, pasa, estamos muy contentos de que hayas aceptado venir a la cena de Navidad este año”. Lucía abrazó a su amiga con cariño.
Victoria sonrió mientras entraba. La casa estaba llena de luces navideñas, y la mesa estaba lista para recibir a los invitados.
Se sentaron a la mesa, y Victoria miró a su alrededor sorprendida. Sentados a la mesa estaban los amigos de la universidad con quienes no se veía desde hace siete años. Victoria se sintió incómoda al verlos, pero a la vez estaba feliz.
“Vicky, a los años”, dijo uno.
Victoria era tímida con las nuevas personas. Era la primera vez que asistía a una cena así. Desde que sus padres habían partido, las cenas con su hermano Richard eran el pan de cada año, hasta hace tres años, cuando se mudó a España para cursar su maestría y las Navidades, más que un momento que compartir en familia, se volvió en un día cualquiera. Ahora, se sentía un poco más festivo.
Sin embargo, el ambiente cambió cuando el timbre sonó. Todos miraron hacia la puerta, y un hombre entró. Era un hombre alto, de traje, con una barba bien recortada y unos lentes encantadores. En ese momento, algo dentro de Victoria se movió.
Lucía fue a recibirlo, y Victoria se dio cuenta de que era uno de sus amigos de la universidad. El hombre saludó a los demás y se sentó a la mesa.
La conversación se hizo más animada, y Victoria se sintió un poco más cómoda. Comenzaron a hablar de los viejos tiempos, de los recuerdos de la universidad, de la vida cotidiana. El hombre contaba anécdotas con un tono alegre y divertido, y todos rieron. Victoria solo los observaba de reojo.
Ella miró a sus compañeros de la universidad, todos reunidos alrededor de la mesa. Aunque habían pasado siete años, aún se sentían como en la vieja época. Épocas de descontrol que había olvidado hace mucho. Se dio cuenta de que, a pesar de la distancia y el tiempo, siempre se podía encontrar la felicidad.
Victoria se sintió contenta de haber aceptado la invitación de Lucía. La Navidad, que solía ser triste y solitaria, se sentía ahora llena de vida y alegría.
Victoria estaba sentada en la reunión, bebiendo una copa de vino y mirando al hombre desconocido. Estaba atraída por algo, como si algo la estuviera llamando. No podía quitar la mirada de él, ni siquiera cuando sus amigos le hablaban para preguntarle si quería bailar.
De pronto, uno de sus ex compañeros de la universidad, se fue acercando hasta ella. Se trataba de Javier, quien también estaba invitado a la fiesta.
"¿Qué miras tanto?”, preguntó, mientras miraba a la dirección de la mirada de Victoria,
“¿Quién es ese hombre?"
"No sé," respondió ella, tratando de disimular su incomodidad.
"Bueno, ¿por qué lo miras tanto?”
Victoria trató de encontrar una respuesta, pero de pronto todo comenzó a caer en su lugar. Los rasgos que no había detectado en esa nueva apariencia más madura se revelaron. Era Marcos Olmedo. El cabello largo se había reducido a uno corto, la barba cubría la piel antes pálida y los lentes cubrían los ojos claros que le habían llamado la atención. Después de todo, era el chico con quien se había enamorado el penúltimo año de la universidad.
No podía creer que se había encontrado con él, después de tanto tiempo. Estaba completamente cambiado, como una persona totalmente nueva. Era un hombre maduro, con una presencia que la hacía sentir como si estuviera bajo un hechizo.
Victoria estaba paralizada. No sabía que decir, ni si debía acercarse a él. Pero, estaba decidida a averiguar qué había sucedido en su vida desde entonces.
Javier la miraba con duda, sin entender el porqué de su reacción.
"¿Quién es ese hombre?", preguntó para cerciorarse de que era él.
"Es Marcos Olmedo," dijo finalmente. “No suele venir muy seguido, pero nos sorprendió este año con su presencia”, mencionó.
"¿Marcos Olmedo? ¿De la universidad?", preguntó aferrándose a que no fuera él y ella estuviera fantaseando.
Javier asintió.
"¿Por qué no vas a saludarlo apropiadamente?"
"No sé. No lo veo hace tiempo." La cena había terminado y ahora estaban en la sala platicando, festejando con alcohol y chismes de los de la facultad. Igualmente se acercó.
Victoria comenzó a caminar hacia el lugar donde Marcos Olmedo estaba parado. No sabía bien qué iba a decirle, pero estaba decidida a encontrar respuestas.
Mientras se acercaba, un sentimiento de nostalgia la invadió. Su corazón latía a mil por hora.