Parte VII
Una pieza orquestada en torno al sufrimiento de Anakin Skywalker me sitúa, me condiciona y me propone la temática de esta parte.
E igual que se torna en decadente una pieza tan esperanzadora como Across the Stars, de la misma forma que el universo de Star Wars pasó de la luz a la oscuridad, mis reflexiones van a peinar un territorio de lo más pesaroso.
Dar sin esperar recibir nada a cambio.
Este va a ser el eje central de cuanto voy a meditar en voz alta.
Se trata, más que de una orden sencilla, de un consejo en segundo plano. De esas partes de la vida que uno rara vez comprende en la casilla de salida, pues éstas van adquiriendo sentido y color a cada caída sufrida.
¿Y cuál es el color de darnos cuenta de haber perdido más que tiempo?
El negro.
Cuando percibimos que una o varias personas nos han utilizado de la peor manera, es inevitable repasar cuánto les fue entregado.
Una vez efectuada dicha labor, tan solo restará seguir caminando, pero con un manto de oscuro luto colgando, pesado, de nuestros hombros.
Porque lo que oculta el refrán es que, en la mayoría de ocasiones, no solo no se nos devolverá nada a cambio, sino que se nos penalizará, atacará y tratará de marginar.
Cuando la vida te acorrala, las ovejas se convierten en lobos.
Se quitan su eterno disfraz revelando su naturaleza más carroñera.
El falso paraíso, lleno de exagerados vínculos en vidas mentirosas, no suele incidir en estos aspectos. El falso mundo en el que vivimos nunca va a reconocer cuál es su verdadero rostro. Su más triste realidad.
Se trata de su falta de memoria en entornos cambiantes.
Si un miembro del rebaño queda apartado, pronto comenzará el concierto de reordenación y reinterpretación de información para defender al grupo superviviente.
La generosidad pasada pasará a ser mero interés.
Lo espontáneo del aprecio, calculada estrategia.
Finalmente, cuando la oveja negra llore, grite o reclame, la tela de araña estará tan bien preparada que esos mismos actos la dotarán de una razón de mentira. De falsa sabiduría.
Es por eso que muchos estamos cansados.
Se nos dice que si el mundo laboral por aquí y el paso de los años por allá… Pero no se trata de ese paso, sino del peso.
Del peso de cadenas arrastradas por demasiado tiempo.
Es ahí cuando cobra sentido la frase ante la cual me posiciono en contra.
Dar sin esperar recibir nada a cambio.
Si uno se ha movido de forma especialmente dinámica por la vida, sin mostrar ese miedo tan característico de los que se atrincheran, el número y la forma de las cadenas puede resultar apabullante.
Entonces, ¿A quién podemos entregar nuestra luz sin miedo alguno?
Mi primera respuesta como acorralado sería que a nosotros mismos.
Que el agradecimiento y la respuesta llegue de nuestra propia persona. De una enriquecida identidad.
Es algo que puedo conducir a mi importante y reciente decisión de dejar el alcohol.
No lo hago por ni para nadie más que para mí mismo.
Y por supuesto que espero recibir algo a cambio.
Lejos de una forma fácil de felicidad, me estoy refiriendo al buque insignia de estos ensayos: La estabilidad emocional.
Pero mi respuesta, tras responder de forma impulsiva, esconde bastante más.
En verdad apostaría por afirmar que repartamos nuestra luz a diestro y siniestro.
Que bastantes personas oscuras hay ya tratando de enriquecer sus cobardes rebaños o sus vidas de papel mojado.
Si tú, querido lector, tienes la suerte de generar automáticamente ese brillo tan buscado y envidiado, no temas por el hecho de que en ciertas ocasiones te lo vayan a sorber hasta sumirte en el dolor.
Regresará.
Volverás, aún si cabe con más fuerza e intensidad.
Y de regalo tendrás una lista de seres indeseables a los que tratar con la más absoluta indiferencia.
Basta ya de poner la otra mejilla.
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trastornos mentales, diario de vida, pensamientos y reflexiones
Editado: 20.06.2021