Oda por la Estabilidad Bipolar

Parte XV

 

Parte XV

 

 

Está sonando Rulo y la contrabanda.

Me gusta, concretamente, es un tema que me transmite muchas cosas.

De hecho, más que transmitirme, me ayuda con gran naturalidad a proyectar mis sentimientos por Vlad Strange.

Esta parte va a estar totalmente centrada en la figura de mi pareja.

Pero también en el marco que contempló nuestros inicios.

 

Primero, te hablaré un poquito de ella, querido lector.

Todos hemos visto películas del calibre de Asesinos natos o Pulp Fiction. Películas de amores un poco gamberros y muy salvajes. Quizá totalmente gamberros y un poquito salvajes. El caso es que, recubierta con una coraza de buena niña, Vlad Strange esconde un mundo tan profundo como irresistible.

 

Tras una fase que nos mantuvo conectados entre México, de donde es ella, y Catalunya, Barcelona fue la ciudad que habría de contemplar un encuentro de auténticos fuegos artificiales.

Una ciudad espléndida, morada de mis mejores y más utópicos recuerdos.

Allí vivió, operó, luchó y murió quien una vez yo fui.

Un Víctor pre trastorno bipolar que apuntaba alto y disparaba certeramente.

Reencontrarme con el pequeño estudio que me vio convertirme en hombre fue una apuesta de lo más arriesgada.

Tal fue la cota depresiva de mi patología que por poco me barre del mapa.

Pero resistí, como quien cuenta los días de un calendario navideño, hasta que una adorable chica bajita apareció por la última terminal del aeropuerto del Prat.

Vestía un jersey amarillo y miraba al suelo con concentrada timidez.

Yo llevaba un dibujo hecho con el móvil de su rostro, enmarcado en madera.

Cuando la toqué por primera vez, fue para levantarle el mentón.

El beso que le di me supo a cotidiana y cálida rutina, a toda una vida juntos.

Luego ya emprendimos nuestra primera media hora de metro. Una línea naranja que confirmó todas mis sospechas: Esa chica me gustaba casi tanto como en la actualidad.

 

Exprimimos Barcelona.

El barrio de Les Corts en concreto.

Por momentos, incluso sentí a mi yo pasado revolverse en mi interior, como si mis mejores tiempos estuviesen encontrando una inesperada prórroga en el encuentro contra la vida.

Pocas veces he disfrutado tanto el tomarme algo con alguien a cualquier hora y lugar. La veía sonrojarse con mis bromas y las mariposas revoloteaban mi estómago.

Mi vida estaba en prácticamente un jaque mate al poco de que llegase. Pero como quien sabe que dispone de unos bidones de combustible aguardando su momento, en cierto modo sabía que las cosas terminarían por acabar más que bien.

 

 

 

 

Esta parte de Oda por la Estabilidad Bipolar viene a mostrarnos que sí, que en ocasiones, es más que necesario volar sin miedo ni control. Y eso hicimos.

Fueron tiempos de risas continuas, de felicidad crónica y optimismo tenaz, en un marco de dificultades como pocas se han visto.

 

Me hace feliz escribir estas líneas.

Se me escapa la sonrisa mientras Rulo repite una y otra vez ese tema tan fresco.

Debo confesar que he empezado a escribir hundido en el fango.

Sombras de mal aspecto y peor olor escalaban desde lo más hondo, asomando sus fauces en las esquinas de mi psique.

Pero, como cada día, el sol que se saca de la manga Vlad Strange no solo hace desaparecer la sombría naturaleza de lo que me acecha, sino que también ilumina con la fuerza de una luna llena.

El resultado es incontestable.

Estoy enamorado de esta pequeña chiquilla de pleno en la veintena.

 

No estoy de acuerdo con que la ceguera del amor queda atrás, dando paso a algo diferente. Desde que la vi bajar de su avión lo supe, supe que iba a tener la inmensa fortuna de saborear su compañía cada maldito día del resto de mi vida.

 

 

Por Halloween me compras flores,

Y dices que te acuerdas de mí,

Luego me das calabazas,

Por San Valentín.




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