MARIAM
—En serio que estoy cansada, me duelen los pies.
—Nada de cansada, por fin nuestra situación ha mejorado y debemos aprovechar. Deja de mover la pierna de esa forma tan sin clase, esa no es la educación que te dieron las monjas. Sabes que, Mariam, no quiero pelear. Estoy de tan buen humor que, si quieres, puedes irte. Después de todo, ya tienes tu vestido y el resto de cosas, yo aún no me decido por las joyas.
Me levanto como un resorte, antes que se arrepiente.
—Entonces me voy, tengo que estudiar para mis exámenes.
—Te dije que no deberías seguir estudiando y menos esa cosa, no es para mujeres.
Giro sobre mis dos pies sin contestarle para no empezar una discusión interminable, la biología marina es mi pasión, mi vida entera, ella nunca podría entender la magnitud que es esto en mi existencia, eso de estar encerrada entre cuatro paredes de una oficina no es lo mío, me ahogaría ahí mismo o terminaría matando a alguien.
Camino un poco hasta que me detengo en una veterinaria, la verdad este tipo de lugares no me gustan mucho, porque solo se especializan en las mascotas y digo: ¿Los criollos? ¿Los callejeros? Este tipo de lugares hacen como si ellos no existieran.
—¿Podemos ayudarla en algo?
—¡No para nada! Solo estaba mirando— Respondo rápidamente, no me había dado cuenta cuando se acercaron, me retiro caminando de espaldas con las manos detrás como si hubiera hecho algo malo y me terminaron descubriendo, estoy tan distraída que termino chocando con un chico que también traía bolsas de compras, termine en el suelo, lance un grito porque mi pobre trasero término de amortiguador.
—¿Se encuentra bien? — Cuando alzo la mirada, debo parecer una tonta, por un segundo me quedé con la boca abierta. ¡Santa madre de Dios! Nunca había visto un hombre tan guapo en toda mi vida, no es que sea muy larga tampoco. Pasé la saliva por mi garganta de manera torpe, traté de sonreír, mientras este extiende su mano para yo tomarla. Siento un cosquilleo extraño en la boca del estómago, una electricidad nada normal, pero lo paso por alto.
—Muchas gracias y disculpé, andaba caminando de espalda y no lo vi.
No sé cómo me atreví a hablar con un desconocido, tan guapo, creo que como que subió la temperatura o ando con fiebre, ni idea.
—Yo también andaba distraído, ambos no teníamos la vista donde deberíamos.
—Parece que sí—su voz se siente tan bien, entrando por mis oídos. Otra vez anduve de tonta, con los pajaritos en el aire. No sé qué me pasa con este hombre que acabo de conocer, pero debo regresar a mis cabales. —Bueno, que tenga un buen día con su permiso, me tengo que retirar.
Me estaba poniendo demasiado nerviosa, me estaba como perdiendo en el ámbar de sus ojos, en ese tono oscuro de su piel que se mezclan de manera tan exquisita.
Cuando estoy avanzando, escucho que grita.
—Por lo menos dime cómo te llamas.
—¡Mariam! — Le respondo en un grito y volteo hacia la derecha donde hay una puerta de emergencia que llama mi atención por el letrero, no lo pienso mucho y me escondo ahí. ¿Esconder? Sí, señores, me estoy escondiendo como una cobardía y ni siquiera tengo motivos, pero simplemente así es. A mis veintitrés años hui como una adolescente.
Miro por el rabillo de la puerta, que está ahí. ¿Buscándome? Es imposible, ¿o sí? Debería salir y decirle: "Hola, ¿qué tal?" Mi nombre es Mariam Del Olmo, tengo veintitrés años, estudio la carrera de biología marina, mis pasatiempos favoritos son bucear, ver novelas asiáticas y deseo la paz mundial. Hasta me rio sola de las tonterías que pasan por mi cabeza, vuelvo a fijarme minutos después y ya no está, respiro aliviada y salgo del centro comercial, después llamo a Susana para contarle esta extraña escena, ella diría que este hombre provoca un orgasmo con solo verlo, aunque yo no tenga idea que es eso aún
Llegue a casa y me lance sobre el sofá, por fin hogar dulce hogar, aunque esta sea solo una frase, esto dista mucho de serlo, un padre autoritario que no me trata como un ser humano pensante y andante, cree que sigo siendo una niña que debe decir si a todo, lo único por lo que luche fue mi carrera, demore casi dos años en hacer valer mis derechos, quería que estudiara admiración de empresas, los idiomas, ya normal todo bien con eso, porque me servirían, pero ¿Administración? Y nada que ver, me matricularon en la universidad y pasaba todos los exámenes, sin embargo, nunca iba a clases, finalmente me expulsaron de dos universidades y se rindieron, dijeron que hiciera lo que me diera la gana que tarde o temprano recuperarían su inversión, no les preste atención porque me salí con la mía, pude estudiar lo que tanto amo.
—Niña, ¿desea algo de beber?
Es Raymond, el fiel lacayo de mis padres, más bien mi sombra diría yo, a veces pienso que lo he visto rondar la universidad, pero no estoy segura, pero sinceramente no me cae nada bien, es como si sintiera un aura algo oscura sobre él, tantas veces leer a Ágata Cristi me está atrofiando las neuronas.
—Un jugo de naranja a mi habitación, por favor.
—Primero, debería darse un baño, señorita.
—Raymond, aunque a veces se te olvide, no eres mi padre y ni siquiera él puede mandarme a darme un baño si no quiero — Sonó un poquito infantil, pero no me agrada cuando se pone en plan, señorita, haga esto, señorita haga el otro, por Dios, déjenme crecer de una maldita vez.
Subo las escaleras junto con las bolsas que traje del centro comercial. Me lanzo sobre la cama y miro al techo, apago la luz y sigo observando hasta sonreír. En el techo está pintando un coral, lo mandé a hacer con pintura que hace que alumbre para cuando todo se apaga. Realmente me hace sentir en el medio del mar, hay medusas, peces payasos, delfines, mantarrayas. El azul del mar, me hace sentir paz.