Odiame O Amame

PARTE 08

 

 

MARIAM

 

Me miro al espejo y no puedo creerlo. Falda liza hasta las rodillas en color azul marino, camisa blanca, tacones número ocho. Según mi madre, la empresa tiene una imagen y la debo mantener, maquillada. ¿Maquillada yo? Me da escalofrío. Miro mi celular y me doy cuenta de que debo darme prisa, son casi las siete de la mañana, supongo que tengo media hora para llegar, no soy una persona que le guste dormir hasta muy tarde, cuando estaba en un campamento de verano,    me levantaba antes que el sol e iba a ver los amaneceres, los animales en completa soledad, es una sensación tan gratificante, fue una de las razones por las cuales amo lo que estoy estudiando, solo me falta un año y luego de eso, tomaré una mochila, marchándome lejos de aquí para no volver.

 

—Me voy.

 

—El chofer te va a llevar— No hay un, come algo antes de irte, como amaneciste, en fin, ella es así.

 

—No, gracias.

 

—Eres una del Olmo, no vas a llegar como una más del montón a la compañía que lleva tu apellido en la marquesina, piensa un poquito si puedes y date cuenta de lo que eso representa.

 

Niego con un gesto, la manera en que se expresa es tan clasista, como si a mí me interesara su bendito apellido. Si pudiera, me lo cambiaría, me lo arrancaría de la identificación, pero es la vida que el destino me dio un maldito apellido que solo hace sentirme cada día más estúpida. Teniendo que fingir que somos la familia perfecta, las fotografías, las sonrisas falsas, los ademanes de buena conducta que debo llevar solo por el apellido.

 

No digo nada y le doy la espalda, tengo un taxi afuera, por lo que sigo de frente cuando Raymond abre la puerta del auto. Me quedé observando y lamento mucho su sorpresa, pero quiero sentirme lo más normal posible, si eso pudiera hacerse.

 

—Llegamos, señorita— Estaba tan distraída, pensando en lo que está por venir, estar horas bajo sus órdenes, tenerlo cerca, hasta puedo sentir que lo tendré respirando sobre mi nuca, con su aroma invadiendo mis fosas nasales, erizando los bellos de mi piel.

 

Respiro profundo y bajo del auto o sin antes pagarle por el servicio, ahí está el gran título en la marquesina, letras gigantes. Niego, porque orgullosa de ese apellido nunca me sentiré.

 

—Señorita Del Olmo, su padre aún no llega.

 

—Hola, Larissa, no vengo por mi padre, yo.

 

—La señorita trabajará conmigo, por eso está aquí. ¿O me equivoco, señorita Del Olmo? — Su voz, lo sabía, lo presentía, tan cerca de mi nuca. Estoy segura de que si retrocedo medio paso, choco contra su macizo cuerpo, uno con el que he fantaseado más de las veces de las que debería.

 

—Señor Barak— Logro pronunciar de una manera que siento que las palabras resultaron tan difíciles de pronunciar.

 

—Sígame, señorita, venga conmigo.

 

Cuando escucho sus pasos, es que encuentro el valor para girarme, no sin antes ver cómo Larissa y otra chica de cabello rubio y maquillaje perfecto, cuchichean entre ellas.

 

Su espalda gigante, cómo le queda ese traje, ese caminar tan elegante, ese aroma. Tengo una maldita obsesión con su aroma, ¿qué perfume usará? Finalmente, entramos al ascensor, no sé ni qué decirle, le digo jefe o señor Barak o Karim, bueno, eso último no, es muy confianzudo.

 

—Señor Barak.

 

—Dígame, señorita Del Olmo— Sentí un tono raro en su voz, debe ser imaginación mía.

 

—¿Cuáles serán mis funciones?

 

—¿Quieres preparar café? ¿Sacar copias? — Su sonrisa burlona me irrita, me roba mis propias palabras, unas que ahora me hacen sonar estúpidas.

 

—No debí decir eso, lo siento, prometo comportarme de ahora en adelante, como se supone que una asistente debe comportarse.

 

De un momento a otro, me pega contra la pared del ascensor, no esperaba algo como eso, su aliento pega directo a mi cara, por un instante cierro los ojos, pongo mis manos juntas sobre mis piernas, las junto más de la cuenta, sintiendo que me tiembla hasta las pestañas casi me resbalo cuando acaricia mi mejilla.

 

«¿Qué hace?»

 

Le digo con la voz temblorosa, como si me costaba pronunciar cada una de ellas. El efecto de este hombre en mí es arrollador e inevitable.

 

—Shhh, no digas nada, déjame así un momento, déjame disfrutar esto de manera lenta— para mí es una tortura, sus dedos delineando mi rostro. Su aliento en mi piel, su nariz rozando la mía; si me vas a besar, hazlo de una maldita vez.

 

—Claro que quiero besarte. — ¡Mierda, lo dije en voz alta! Me tapó la boca con ambas manos, dejando caer el cuaderno que tenía entre manos, por la vergüenza de que mi boca haya sido más rápida que mi mente. La desgraciada se manda sola.

 

KARIM

 

No pude resistirlo, puse todo de mi parte, pero oírla decir señor Barak, me puso de una forma que no resistí más, necesitaba tocar su piel, sentir sus latidos desenfrenados, esos que me gritan que también se siente igual que yo, no puede negarlo, su respiración entrecortada, sus   gestos, quiero de verdad poder sentirla, sus labios están tan cerca, los estoy rosando, su aroma me pone demasiado de muchas formas.

 

—Mariam.

 

—Señor Barak —responde. Hay va con mi apellido saliendo de sus labios, a lo que no resisto. Tomo de sus mejillas y finalmente los pruebo, los saboreo, los disfruto, mordisqueo, sus gemidos, como disfruta de mi boca con la suya, de mi lengua, invadiendo cada espacio de su interior.

 

Un maldito clic nos interrumpe. En mi afán de no tocarla de más, de estúpidamente respetarla, presioné el botón para que el ascensor siguiera su curso.

 

—¡Maldición!



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En el texto hay: secreto, amor

Editado: 05.02.2024

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