¿odiarnos?

Capitulo 1

Nunca en mi vida había estado tan asqueada como ahora, de solo mirar a la parejita que tenía al lado me entraban unas ganas de vomitar enormes ¿no podían ir a un cuarto?. Caminé a la cocina en busca de comida, pensando que debía haber algo que no fuera cerveza, pero no; sin mucho éxito con mi búsqueda me senté en el mesón a mirar a las personas que se encontraban a mi alrededor «unas más repugnantes que otras»

La música estaba a todo volumen, no veía a mi compañera de piso por ningún lado y me estaba empezando a dar jaqueca. Por esta razón odiaba las estúpidas fiestas universitarias, solo llevaba un mes estudiando y ya había ido a muchas fiestas —y no por que quisiera— el ruido era insoportable y el ver a tantas personas compartiendo saliva hacía que me entraran unas náuseas enormes, todo por no saber decirle que no a Marian —mi mejor amiga y compañera de piso— no entendía cómo lo hacía, pero siempre lograba convencerme de ir a estas asquerosas fiestas y no entendía para qué, si de todos modos siempre terminaba sola.

Miré por todos lados de la sala examinando a cada una de las personas que se encontraban en el lugar, ¿cómo es que podían compartir el mismo aire?, ¿es que no se asfixian estando tan cerca unos con otros? Y, para empeorar la cosa, hacía calor.

—Hola, guapa —me habló un chico—. ¿Qué haces tan sola?

Lo ignoré para que se fuera, supuse que así entendería que no quería ligar con él, pero no, siguió molestando.

—Oye, guapa, no quieres un poco de compañía...

Intentó ponerme un brazo en el hombro pero me aparté casi al instante.

—Ni se te ocurra tocarme —le advertí.

Él me miró con el entrecejo fruncido, claramente ofendido por mi reacción.

—Tampoco es para que te pongas así —me reclamó.

Lo miré mal y me di la vuelta, ¿se había atrevido a intentar tocarme? Quería irme, pero mi mejor amiga no estaba por ningún lado, me preguntaba ¿a dónde se había metido? Se suponía que no me dejaría sola.

Sí claro, siempre es lo mismo y le sigues creyendo.

Esperé media hora más a mi mejor amiga en el mismo lugar y nunca llegó, me estaba empezando a cansar de esperar a alguien que seguramente estaba con un chico haciendo cositas de adultos. Tuve que echarme a un lado para evitar que me cayera cerveza en la ropa, ya era la décima segunda vez que pasaba eso y estaba empezando a obstinarme. No podía creer que Marian me hubiera hecho eso, otra vez. Ya me quedaba poca paciencia y si una, pero solo una persona se atrevía a molestar juraba que...

—Hola, preciosa —oí que dijeron justo al lado de mí.

¿Es que no hay más chicas con las que ligar? Me giré y lo miré con mi peor cara.

—Ahora no estoy de humor para escuchar las labias absurdas que vas a decir —deje en claro.

El chico parpadeó, sorprendido por mi respuesta, pero aún así continuó con su inútil intento de coquetear conmigo:

—Tranquila, no quería ligar contigo —alzó sus brazos—, solo quería hablar un momento.

—¿Sí? qué mal, yo no quiero entablar una conversación ahora —dije de mala gana.

El chico alzó ambas cejas.

—Al parecer alguien no está de humor.

Fingí una sonrisa claramente hipócrita y rodé los ojos.

—Sí, qué bueno que ya lo notaste, puedes irte.

El chico esbozó media sonrisa y no lo pude negar, tenía una sonrisa hermosa.

—¿Y por qué crees que querría irme? —preguntó.

No puede evitar ponerle mala cara. No estaba de humor para que un chico viniera a coquetear conmigo.

—No lo sé, tal vez porque no quiero hablar contigo.

El chico negó con la cabeza divertido, no sé si eso me molestó más de lo que ya estaba, pero preferí ignorarlo, sabía que si decía algo iba a explotar y sí, él no tenía la culpa de mi mal humor, pero igual me molestaba el hecho de que no se marchaba.

—¿Eres nueva por aquí?, no te había visto antes.

Lo miré de reojo sin responder a su pregunta ¿es muy difícil dejar a alguien en paz? es increíble la manera en que alguien puede molestar tanto sin hacer nada.

Cálmate querida, hoy estás más quejona de lo normal.

Respiré hondo y cerré los ojos un momento, decidí que tranquilizarme un poco estaría bien. Al abrirlos fue casi la misma mamarrachada, ya que seguía en la fiesta, pero al menos estaba mejor; miré al chico nuevamente y me percaté de algo que no había visto en él, (estaba lindo el chico).

Lindo es poco para describir a semejante bombón.

Bueno, sí, estaba guapo. Era alto, como de 1.89 de estatura y cuerpo atlético, con los músculos ligeramente marcados —se notaba que se ejercitaba— blanco, con el cabello negro y al largo de la frente, tenía los ojos grises, con las cejas pobladas y bien definidas; nariz perfilada, labios finos y mandíbula marcada y esa sonrisa perfecta que había visto hace un momento.

Para chuparse los dedos.

Me quedé mirándolo un rato, detallándolo y pensando en por qué no había notado su belleza hace un momento. Estaba tan impactada de lo guapo que era el chico que no me di cuenta de que lo estaba viendo descaradamente, hasta que él volvió a hablar:

—¿Y bien? —preguntó, haciéndome salir del trance en que me encontraba—. ¿Me dirás de dónde eres o te vas a quedar todo el día mirándome de esa forma extraña? —parecía divertido.

Me aclaré la garganta un poco para volverme a concentrar.

—No soy de aquí —intenté de que mi voz sonara lo más normal posible—. Estoy empezando mi primer año.

Él asintió con la cabeza, pensativo, como si estuviera analizado la situación y después volvió a hablar:

—Déjame adivinar, estás estudiando literatura, ¿me equivoco?

—¿Cómo...? —pregunté impresionada.

La verdad era que sí. Desde pequeña había querido estudiar literatura, amo leer al igual que escribir, son una de las cosas que de verdad me encantaban, el día que le dije a mi madre que quería estudiar esto no lo dudó y empezó a buscar las mejores universidades y después de meses buscando conseguimos  Aanthyus, la universidad con más prestigio del país, tuvimos que solicitar una beca para poder hacer mis sueños realidad, pero al final la conseguimos y aquí estoy.




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