Odio amarte

Capítulo 11 La fiesta de boda

La tarde de verano me envuelve en una calidez que parece burlarse de mi estado de ánimo. El sol se filtra a través de las ventanas del pequeño salón, creando un juego de luces que danzan sobre las mesas que están dispuestas con elegancia, cubiertas con manteles blancos que contrastan con los pequeños centros de mesa llenos de peonías.
—¿Tienes tu discurso preparado? — Lucas, se sienta a mi lado y, como si captara mi estado de ánimo, me saca de mis pensamientos.
—No, me había olvidado totalmente de esa parte— la respuesta me sale como un susurro avergonzado.
Una sonrisa pícara ilumina el rostro de Lucas. Él se inclina un poco más hacia mí, la luz brilla en su cabello negro mientras me ofrece:
—Si me lo pides de forma amable, puedo tomar tu lugar y ser el primero en hablar. Así tendrás tiempo de pensar en algo.
Lo miro fijamente a los ojos en un intento de descubrir por que está siendo tan amable conmigo y, si esta oferta tiene segundas intenciones. Después recuerdo que no tengo muchas opciones en este momento y decido aceptar su oferta.
—Lucas, por favor, podrías tomar mi lugar y ser el primero en dar el discurso— le digo de la forma más amable posible en un susurro que de la forma en que estamos pareciera que le estoy contando un secreto.
—Ves, si hubieras sido así de amable conmigo cuando éramos niños, nos hubiéramos llevado mejor— Su tono condescendiente me enfurece un poco, pero antes de que pueda decir algo él se pone de pie, con una copa de champán en la mano llamando la atención de todos los presentes.
La música se detiene y el ambiente cambia. El salón se queda en un silencio expectante de que Lucas empiece su discurso.
—Recuerdo la vez que el gato de un vecino se quedó atrapado en lo alto de un árbol y Alex decidió rescatarlo. — Comienzan sus palabras y yo no puedo evitar sonreír porque recuerdo ese día, y que pasó después֫— Subió al árbol, trepando rama por rama hasta que llegó a donde estaba el gatito, una vez que estuvo en lo alto, miró hacia abajo y fue entonces que realmente se dio cuenta de que tan alto había subido. Entonces se aferró a la rama del árbol y gritó tan fuerte que el gatito se asustó y fue bajando hasta que llegó al suelo. Por supuesto terminamos llamando a los bomberos no para que rescataran al gato, sino para que rescataran a Alex. — Las risas resonaron en el salón, y por un momento, me dejo llevar por los recuerdo y el humor de lucas, olvidando mis propias inquietudes.
Sin embargo, a medida que avanzan los discursos, mi mente divaga. Pienso en Alex y en cómo me había hecho sentir desde que éramos adolescentes. Recuerdo cuando nos conocimos, él y Lucas recién mudados a la casa de al lado. Alex y yo teníamos 6 años y Lucas 7, era mediados de agosto y yo estaba en el jardín huyendo de Ana, que por aquel entonces tendría un poco más de un año, y de Amanda que me regañaba por cualquier cosa. Estaba sentada en la yerba jugando con una muñeca que mi papá me había regalado ese día cuando una pelota cayó a mi lado. La tomé en mis manos y al buscar a los dueños me topé con Alex. Desde ese día hemos sido amigos.
Recuerdo como a los siete Alex y yo decidimos que queríamos una casa en el árbol. Yo se lo dije a mi papá y el nos la construyó. En ese lugar vivimos muchos momentos divertidos y agradables. Es increíble como pasa el tiempo.
Esos recuerdos dulces y amargos inundan mis pensamientos casi como nubes que se desvanecen. Aun así, mi corazón no puede evitar anhelar la conexión que jamás tuvimos, esa chispa que siempre estuvo latente pero nunca llegó a ser. Si al menos hubiera sido lo suficientemente valiente como para hacerle saber cuanto lo amaba. Que yo lo quería como algo más que amigos. Pero ahora tenía que resignarme viendo como Ana se convertía en su esposa.
De repente, un suave toque en mi pierna me saca de mis pensamientos. Miro a lucas, que me sonríe, una mirada cómplice de quien sabe que he estado ausente.
—Es tu turno—me dice en voz baja, mi estómago se revuelve al recordar donde estoy y que tengo que dar un discurso sobre lo muy feliz que estoy por la boda de Ana y Alex.
—¿Qué? ¿Ya? —exclamo un poco más alto de lo que pretendía, provocando algunas miradas divertidas. Las palmas de mis manos están húmedas. Me levanto lentamente, temblando. Respiro hondo para calmar mis miedos, trato de inventar algo lógico y alegre que decir acerca de los novios.
Me aclaro la garganta, las miradas de todos en el salón se centran en mí. Miro hacia la derecha y me topo con los cálidos y felices ojos de Alex. Una familiar calidez me llena y aunque tengo el corazón roto encuentro que decir.
—Hola a todos, soy Alicia, la dama de honor… y hermana de la novia— Un par de risas suaves brotan, y eso me ayuda a relajarme un poco, así que continúo.
— Quiero aprovechar este momento para decir que Alex ha sido una parte importante de mi vida desde que teníamos seis años, cuando se mudó a la casa de al lado—miro a Alex, recordando tantas aventuras compartidas— Era un niño travieso… y todavía lo es.
La risa de la audiencia se hace eco nuevamente por lo que hago una pausa breve.
—Siempre me ha impresionado su capacidad de hacer reír a todos a su alrededor—
Mis nervios comienzan a disiparse mientras hablo de nuestra amistad, de cómo siempre había estado ahí, en los momentos buenos y en los difíciles. Recuerdo aquel día cundo no podíamos decidir que disfraz ponernos para Halloween y, en un arranque de locura, él hizo una máscara de cartón y se disfrazó de fantasma.
—Alex, el gran fantasma…—digo sonriendo ante el recuerdo—Ese día le aseguré que nadie nunca volvería a mirarlo de la misma manera. Alex se ha convertido, con el pasar de los años en un hombre responsable y honesto, digno de confianza. No podría pensar en una persona mejor para mi hermana. Así que propongo un brindis… por el amor, la amistad y por todas las mágicas aventuras que vendrán. ¡Por Ana y Alex! — Con un atisbo de tristeza mezclada con calidez, levanto mi copa para. Todos me imitan y el murmullo de “¡Salud!” resuena en el salón, mientras los aplausos retumban en mis oídos.
La música comienza a sonar de nuevo y el maestro de ceremonias llama a los recién casados para su primer baile como marido y mujer. Mi corazón se encoge mientras los veo acercarse al centro de la pista, entrelazando sus manos y mirándose a los ojos como si el mundo se hubiera detenido solo para ellos. Quiero sentir felicidad por ellos, y parte de mí lo hace, pero había otra parte que no podía evitar sentirse traspasada por el dolor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.