Odio amarte

Capítulo 15 La otra cara de la moneda

El toque suave de a la puerta me despierta de un sueño inquieto en el cual mis pesadillas me atormentaban cruelmente. Me levanto del sofá, para abrir la puerta, descubro que el visitante no es otro que Santiago, mi padre.

—Alicia, ¿puedo pasar? —me pregunta con una suave voz y una mirada preocupada que me pone algo inquieta.

—Si, pasa—le digo, al mismo tiempo, me aparto de la puerta para que pueda pasar y cierro la puerta detrás de él.

—¿Estás bien? — miro los ojos preocupados de mi padre mientras continúa hablándome sin darme tiempo a contestar su pregunta— ayer te fuiste temprano del banquete de bodas, hoy no fuiste al desayuno familiar para despedir a Alex y Ana, y para colmos me he enterado de que te vas del pueblo a la gran ciudad. No me gusta la idea de que te vayas a vivir tan lejos y sola. Por favor hija, dime la verdad. ¿Qué te está pasando?

—Bueno, papá, primeramente, por si ya se te olvidó, ya estuve lejos antes cuando fui a estudiar a la universidad —respiro hondo, tratando de calmar la tormenta emocional que se está gestando dentro de mi—Segundo, no, no estoy bien. Ayer Amanda me contó la verdad, me dijo que no soy su hija biológica, que mi verdadera madre era tu amante y que murió durante el parto. Necesito que me digas si es verdad o solo es algo que ella se inventó para herirme.

Estas últimas palabras toman por sorpresa a mi padre por lo que se sienta en el sofá. Intenta hablar, pero parece que no encuentra las palabras.

—Guao, así que te lo dijo, ven, siéntate a mi lado, es hora de que tengamos una buena charla—me siento en el sofá, aunque un poco alejada de él— Te voy a contar la verdad, pero necesito que me prometas dos cosas: la primera, que no me juzgues y la segunda, que no me hagas preguntas ni me interrumpas hasta que termine de contarte toda la verdad. ¿Puedes prometérmelo?

Acepto con un gesto de la cabeza. El silencio, espeso y pesado se puede respirar en el ambiente. Veo el dolor del recuerdo de muy malas decisiones reflejarse en el rostro de mi padre.

—Elena, su nombre era Elena—empieza a decir mi padre, me embarga las emociones cruzadas al conocer el nombre de mi madre y la confirmación de que lo que me dijo Amanda era verdad— Era una mujer muy bonita y buena. Trabajaba como enfermera en el hospital donde estaba haciendo la residencia. Me enamoré de ella desde el primer momento que la vi. Era una mujer joven, dulce, comprensiva, ella era la luz que yo necesitaba para poder iluminar el mundo tan oscuro en el que vivía. En ese tiempo ya yo llevaba algunos años casado con Amanda. Pero las cosas entre nosotros no iban bien, al contrario, así que me separé de ella y empecé una relación con tu madre. Cuando Elena me dijo que estaba embarazada de ti, para mí, fue el día más feliz de mi vida. Pensé que era hora de formalizar nuestra relación. Empecé los tramites del divorcio con Amanda para poder casarme con Elena y vivir como una verdadera familia. No se porque pensé que Amanda me lo pondría fácil, después de que presenté el divorcio ella me puso las cosas un poco difíciles llegando incluso a enfrentarse a tu madre. Cuando tu madre estaba de un poco más de ocho meses, ella y yo tuvimos una pelea acerca de Amanda, ella salió apresurada en el coche con intención de abandonarme, pero tuvo un accidente unos minutos después. Cuando me llamaron del hospital para decirme lo que había pasado, sentí como si mi mundo estuviera muriendo en ese momento. Al llegar al hospital ya tu madre había muerto y tu habías nacido. Eras tan linda cuando naciste, una niña pequeñita y rosadita conectada a todos esos cables y tubos.

Las lágrimas corren por mis mejillas sin que yo pueda detenerlas. Pensar en la madre que nunca pude llegar a conocer me destroza. No puedo creer que mi padre me no solo me haya ocultado la verdad toda mi vida, sino que, además, hiciera que Amanda fuera mi madre y nunca hubiera hecho nada cada vez que ella me trataba mal.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —no puedo evitar que la indignación llene mi voz—¿Por qué no decirme la verdad? ¿Por qué hacer que llame a Amanda mamá cuando no lo es y nunca me ha querido? Por favor papá, dime porque hacerme creer esa mentira por tanto tiempo.

—En ese entonces me sentía tan culpable—. Las lágrimas inundan sus ojos— Culpable por no haber impedido que saliera de casa esa noche, por haber discutido con ella, por haberme casado con Amanda, por la idea de saber que ibas a crecer sin una madre que te diera amor y cariño. Por eso hice un trato con Amanda, para que al menos pudieras tener a alguien que te diera ese cariño de madre. Ella te debía querer, criar y cuidar como si fueras su hija. A cambio podríamos seguir casados de puertas para afuera. Ella mantendría su estatus, yo seguiría pagando su estilo de vida, pero cada cual tendría su propia vida. Tu nunca debías saber la verdad hasta que estuvieras lista, entonces yo mismo te lo contaría.

—Entonces por que no me lo dijiste antes—le pregunto indignada— por que tuve que enterarme por Amanda.

—Por que nunca tuve el valor para decirte la verdad—me dice en tono suplicante—era tan joven, tan estúpido que no sabía como decirte la verdad. Lo siento Alicia, de verdad, lo siento.

—¿Dónde está enterrada? — pregunto, sin ganas de disculparlo o darle consuelo. Siento un gran dolor en mi pecho en estos momentos—Mi madre, ¿dónde está? Quiero ir a ver su tumba.

— Está en el cementerio del pueblo, el día que quieras puedo ir a llevarte a verla—dice mientras me mira con ojos suplicantes de compasión y perdón.

—Ahora, quiero que me lleves hoy—. Le respondo de forma fría y firme.

—¿Estás segura? — me pregunta

—Si, estoy segura—le respondo—ahora mismo voy a arreglarme y salimos.

—Esta bien hija, yo te voy a esperar— Un suspiro de dolor y resignación escapa de sus labios.

Sin esperar ni un minuto más me levanto, voy al cuarto, me cambio de ropa y salgo a la sala. Le hago un gesto a mi papá para que se levante del sofá e irnos. El se levanta y salimos de mi apartamento. Un pesado silencio se instala entre nosotros mientras salimos del edificio y nos dirigimos al auto. Durante el trayecto, un dolor intenso se instala en mi pecho por todo lo que no he podido procesar todavía. Pensar en mi madre, en todos los abrazos que jamás recibí, en el amor de madre que nunca me dieron, en el hecho de que Amanda siempre me hiso sentir como un estorbo, como una persona que no es digna de recibir cariño y en todas las demás verdades que me han sido reveladas en menos de 24 horas.




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